Las monedas digitales han revolucionado el mundo de las finanzas. Algunos creen que son el atajo para que muchos inversores se conviertan en millonarios y otros piensan que las cotizaciones se desplomarán habrá heridos de gravedad. ¿Qué relación hay entre este mercado y los dólares falsos?
Para algunos, el Bitcoin no es más que un bleff, «una burbuja que a las personas les dará momentos emocionantes mientras sube y baja», tal como afirma el Nobel de Economía Joseph Stiglitz.
Para otros, «se trata de un nuevo paradigma que terminará con el dinero tradicional», como asegura John McAfee, experto en seguridad informática, quien además cree que llegará a valer 1 millón de dólares en cuatro años.
En el medio hay de todo. Desde aquellos que aseguran que es una divisa pasajera (CEO de Morgan Santley) a gobiernos como el de Turquía, que prohibió invertir en criptomonedas por considerarlas un «pecado».
Lo cierto es que el mundo financiero se hizo eco de la noticia sobre los u$s11.000 que el bitcoin llegó a valer. Y cada vez son más los que debaten si su precio es sostenible o si se está en presencia de una enorme burbuja que en algún momento estallará.
Ligado a este interrogante aparece otro, que tiene que ver con los factores que hicieron que multiplicara su cotización por 13 en menos de un año.
En buena medida, la respuesta se halla en el tipo de demanda. Es decir, en la categoría de actores que han estado invirtiendo en estos últimos meses.
– La primera ola provino de los inversores de Japón y Corea del Sur, que convirtieron a la firma japonesa bitFlyer en la mayor comercializadora de monedas virtuales del mundo.
– La segunda, de grandes fondos de cobertura (hedge funds) que compran bonos, acciones y otros activos. Su participación en este mercado más que se cuadruplicó: de 30 a 130.
– La tercera, a partir del anuncio del Chicago Mercantile Exchange (CME), sobre el lanzamiento de futuros basados en esta moneda virtual, que multiplicará inversores y allanará el camino para que la Comisión de Valores de EE.UU. (SEC) autorice la salida de los primeros fondos cotizados (ETF).
Firmas japonesas de porte, grandes fondos estadounidenses, mercado de futuros, nuevos instrumentos financieros se combinaron para producir una «avalancha de compradores». Y el resultado no podía ser otro que el de un precio que salió disparado como un cohete.
«El oro digital: el bitcoin y la historia de inadaptados y millonarios que están tratando de reinventar el dinero», es el sugestivo título que eligió para su libro el experto en finanzas Nathaniel Popper.
«Después de mucho tiempo, creen haber encontrado un nuevo tipo de inversión capaz de competirle al oro y apta para almacenar dinero fuera del control de empresas y gobiernos», afirma.
Ante el frenesí comprador, surgen también las advertencias. Como la del analista internacional Kevin Zhou, quien cree que el precio puede caer en picada con un solo clic.
«Ocurrirá cuando algún importante fondo de cobertura realice un retiro significativo, expresa.
Convertibilidad virtual
Si bien no lo menciona, hay un «detalle» del que poco se habla pero, para muchos, es más que preocupante: ¿La cotización es realmente en dólares o más bien está ligada a otra moneda sin ningún tipo de respaldo?
Sucede que existe otra divisa, denominada Tether, que sigue engrosando de forma masiva este mercado digital.
¿Qué es el Tether? Según la compañía que lo emite, su valor está «atado» al del dólar estadounidense. En otras palabras, una suerte de réplica del modelo de convertibilidad de los años ’90 en la Argentina.
¿Para qué ofrece canjear Tether por billetes verdes? La propia afirma así lo aclara: «Convierte efectivo en moneda digital para anclar su valor al precio del dólar y así efectuar transacciones en el mundo virtual».
Esta premisa presupone que cada una de las divisas que emite y pone en circulación está respaldada por un billete verde que queda en poder de la compañía.
Desde Tether señalan que la empresa no está obligada a devolver dinero real a cambio. «No existe ningún tipo de derecho contractual o reclamo legal en contra nuestra que nos obligue a canjear Tethers por dinero».
Las sospechas por los dólares falsos
Las luces de alarma se encendieron en el mismo momento en que los montos emitidos comenzaron a crecer de manera desmedida, ya que muchos olfatearon que esta podría ser la causa principal de la fiebre de las criptomonedas.
El volumen del mercado de Tether se ha disparado de u$s6.9 millones (noviembre 2016) a u$s650 millones. Más aun, parte de esa suba tuvo lugar los primeros quince días de noviembre, en forma coincidente con un incremento en la oferta de u$s200 millones.
Ese monto parece poco significativo comparado con el volumen operado en Bitcoins. Pero lo cierto es que cualquier temor que surja sobre las paridades cambiarias puede afectar todo el ecosistema de criptomonedas.
No es casual que las redes sociales comiencen a mostrar sus dudas sobre la estabilidad del Tether. Hasta se llegó a ofrecer una recompensa a quien pueda aportar datos sobre si la compañía emisora tiene el efectivo suficiente en sus cuentas bancarias como para responder.
Para peor, se trata de la misma empresa que recientemente inundara de dólares falsos (u$s50 millones) al mayor mercado de Bitcoins del mundo, el Bitfinex.
Esto, a pesar de que su página web estuvo una semana «clausurada» tras sufrir un hackeo en el que se emitieron 30 millones de esa moneda.
Las sospechas se agigantan pues Tether y Bitfinex son dos compañías que curiosamente tienen al mismo CEO y a los mismos directivos, y porque la idea original era que su casa de cambio virtual siguiera funcionando luego de que el gigante Wells Fargo le retirara los servicios bancarios.
Pese a que la capitalización total del Bitcoin es enorme (u$s190.000 millones según CoinMarketCap) la cantidad de operaciones medidas en términos de dólar es significativamente menor.
Por ejemplo, días atrás se negociaron u$s1.600 millones de bitcoins. De ese total, más del 40% se hizo a través de Bitfinex, por un equivalente a todos los Tether en circulación.
Esto estaría indicando que buena parte de las compras se están haciendo con Tether (que «no es dinero») y no con dólares reales.
En tal caso, se estaría en presencia de cientos de millones de «dólares falsos» que sólo pueden usarse para adquirir bitcoins e inflar su precio de forma artificial: al salir del mercado no pueden convertirse en billetes estadounidenses.
Es decir, existe la posibilidad de que los montos vendidos terminen en la nada, pues si bien se afirma que pueden canjearse por distintas monedas fiduciarias, es rechazada por el sistema bancario tradicional.
Previsiones para todos los gustos
Suele suceder que en el mismo momento en que un activo especulativo se dispara, estalla la polémica sobre si su precio se sostendrá o sobrevendrá una corrección.
Quienes creen que se está en presencia de una burbuja, advierten sobre el riesgo de que esto último suceda, ya que alcanzado un determinado nivel es muy grande la invitación a la toma de ganancias.
No obstante, la magnitud de este ajuste -sin un banco central detrás- es difícil de predecir.
«El bitcoin atrajo especuladores de corto plazo, que saltan de un activo caliente a otro en busca de hacerse ricos rápidamente», afirma Kay Van-Petersen, estratega de Saxo Bank.
En su opinión, «la criptomoneda está de moda, por lo que una pérdida de confianza disparará las ventas de los inversores más osados, lo que derrumbaría la cotización».
Los analistas que lo defienden apuntan al denominado «efecto llamada». Es decir, creen que por haber llegado a los u$s10.000 anima a otros a sumarse.
Sobre este punto, Van-Petersen afirma: «Tengo una visión estructural de largo plazo y pienso que llegará fácilmente a los u$s100.000 en 10 años».
Quienes siguen de cerca su cotización, creen que responde a un claro patrón de comportamiento: cada vez que se registran alzas vertiginosas, las mismas dan paso a correcciones no menos contundentes.
Pero así como su precio puede derrumbarse rápidamente, en muy poco tiempo las nuevas adquisiciones vuelven a darle vida y hacen que se recupere.
Tal es así que en tan sólo doce meses su precio se multiplicó por trece.
Tal como ya diera cuenta iProfesional, quien hace un año apostó por bitcoin el equivalente a un terreno de u$s50.000, esa inversión hoy le equivaldría a u$s650.000.
Es decir, pudo edificar una lujosa casa a partir de las ganancias generadas, sin tener que desembolsar un peso más.
Otro ejemplo lo aporta un operador de la City: «Quién se hizo de bitcoins en diciembre pasado por el valor de una cochera, festeja ahora un tres ambientes en un barrio premium».
Desde la banca tradicional, James P. Gorman, CEO y presidente de Morgan Stanley, señala que el «bitcoin es más que una moda pasajera».
Considera que las divisas virtuales le están enviando un claro mensaje al sistema tradicional de bancos centrales acerca del control.
Pero así como el CEO de Morgan Stanley defiende a las divisas digitales, hay otros que las critican.
Como Neil Wilson, de ETX Capital: «La única forma de que el bitcoint enga valor es si otro está dispuesto a pagarte más. Es decir, la teoría del mayor tonto».
Es temprano para decir si esta criptomoneda seguirá escalando, aun con fuertes altibajos, o si en algún momento caerá para no poder levantarse. Algo que sí es un dato de la realidad es que varios «peso pesado» le vienen tirando munición gruesa.
Uno de ellos es el Banco Central de China, que en septiembre prohibió las colocaciones de criptomonedas como forma de conseguir capitales.
Japón es otro de los que está haciendo esfuerzos para regular el uso de las criptomonedas.
Corea también forma parte de la lista, al comunicar que las monedas digitales no son reconocidas como productos financieros.
Pese a tales embestidas -que tuvieron lugar hace unos meses- el bitcoin no sólo no se desplomó sino que multiplicó varias veces su precio, hasta tocar valores récord.
¿Bleff, moda pasajera, burbuja, precio sostenible, nuevo paradigma? Nadie puede asegurar qué sucederá con el paso del tiempo.
Acaso como ningún activo, las criptomonedas sirven para definir el perfil de un inversor: conservador, moderado o si le gusta asumir riesgos. Creer para apostar.