Sus divisas se están depreciando fuertemente contra el dólar desde que la Reserva Federal anunció el próximo fin de la política monetaria expansiva. La huida de capitales hacia mercados desarrollados los está desestabilizando, pero no todos creen que Estados Unidos sea el responsable de esta situación
Nadie sabe a ciencia cierta dónde ni cuándo se inventó el yo yo, uno de los juguetes más antiguos de la humanidad. Se han encontrado rastros de su uso en la antigua Grecia, pero también se cree que su nombre deriva de un dialecto filipino. Lo que sí se sabe con certeza es cómo funciona: dos discos con un piolín enrollado en el medio que suben y bajan según el impulso que le da el dedo que lleva atada la extremidad del hilo.
¿Es la política monetaria de Estados Unidos el ‘dedo’ que hace subir y bajar el “yo-yo” del tipo de cambio en los países emergentes? Para los BRIC (los principales miembros de este grupo), no caben dudas de que el gobierno estadounidense no tiene en cuenta el impacto que generan sus decisiones en el resto del mundo, por lo que lo acusan de actuar de manera unilateral.
Después de cinco años de ‘Quantitative Easing’ (“Relajamiento Cuantitativo”), es decir de aplicar una política monetaria ultra expansiva que implicó bajar las tasas de interés de referencia hasta cero y emitir dinero de manera masiva (unos u$s 85.000 millones por mes), la Reserva Federal anunció el cambio de política al comprobar que la economía se estaba recuperando. La crisis financiera subprime de 2008 obligó a Estados Unidos y a otros países desarrollados a aplicar estímulos masivos en sus economías para evitar una recesión profunda. Ahora que los indicadores vuelven al color verde, ya estaría llegando el momento de “ajustar las tuercas”.
Fue el primer anuncio en ese sentido, en junio pasado, cuando Ben Bernanke, presidente de la Fed, informó que antes de 2014 el organismo procedería a reducir la compra masiva de activos financieros (contrapartida de la emisión monetaria). La noticia cayó como una bomba en todo el mundo, pero principalmente en los mercados emergentes.
Desde hace un par de meses, las monedas de estos países se están depreciando de manera significativa, situación provocada, según los analistas, por una fuga de capitales de esas economías hacia inversiones en mercados desarrollados.
Si se miden los tipos de cambio desde principios de 2013, la rupia india perdió cerca de un 25% de su valor, el real brasileño un 15%, la libra turca un 11% y el rublo ruso un 10%. El único BRIC no afectado por esta volatilidad global es hasta ahora China, cuya política monetaria se mantiene autónoma del resto del mundo.
“Ustedes conocen el viejo cuento del dinero que se guarda debajo del colchón, ¿no? Nuestro país no lo tiene guardado ahí pero posee entre u$s 378.000 millones y u$s 372.000 millones en sus reservas monetarias internacionales. Tenemos lo que se puede llamar “municiones”, para enfrentar este contexto mundial”. Quien afirmó esto fue la presidenta brasileña Dilma Rousseff, preocupada como sus compatriotas por lo que su ministro de Economía, Guido Mantega, bautizó en 2010 como “guerra de monedas”.
El funcionario sostuvo recientemente que el dólar fuerte ‘no beneficia a nadie, porque las operaciones comerciales se ralentizan. Todos aquellos que salen ganando con un dólar más fuerte –los exportadores– frenan sus operaciones hasta ver cuán lejos llega el dólar: “Nos afecta a todos”.
Tras la época dorada del ingreso de inversión extranjera directa, que si bien infló las reservas monetarias también generó muchos trastornos en las economías emergentes (ya que sus exportaciones perdían competitividad por un tipo de cambio apreciado), hoy toca que el yo yo monetario comience a bajar con fuerza. Lo que hace chirriar los dientes en la mayoría de los emergentes.
Desde el punto de vista estadounidense, el cambio de política de la Fed es una buena noticia para el resto del mundo. Porque si la economía está creciendo otra vez, significa que todos van a salir beneficiados por el aumento en la demanda de Estados Unidos. Sin embargo, el problema sigue siendo siempre el mismo: el rol hegemónico del dólar a nivel global (representa el 62% de las reservas de los bancos centrales), lo que hace que, aunque suba o baje su cotización, todos lo sigan atesorando. Y que permita al gobierno estadounidense seguir con su política conocida como ‘benign neglect‘ (‘negligencia benigna‘), inaugurada en 1971 cuando el dólar dejó de ser convertible en oro. O, como bien graficó John Connelly, secretario del Tesoro de Estados Unidos en los años ’60, “el dólar es nuestra moneda, pero también es vuestro problema”.
Sin embargo, no todos creen que Estados Unidos merezca ser tomado hoy como chivo expiatorio por el yo yo monetario mundial. Porque los países emergentes más afectados (India, Brasil, Turquía, Sudáfrica e Indonesia) son también aquellos con el mayor nivel de deuda a corto plazo y con déficits en sus balanzas de pagos. Por lo que las salidas masivas de capitales los están poniendo en verdaderos aprietos. Como diría Warren Buffett, “cuando baja la marea se sabe quién estaba nadando desnudo”. Además, hay varios emergentes cuyas políticas monetarias tampoco tienen en cuenta sus efectos sobre el resto: China mantiene su moneda subvaluada desde hace años y Rusia tampoco está dispuesta a coordinar políticas monetarias internacionales.
Durante la reciente Cumbre del G-20 en San Petersburgo se planteó un fuerte debate sobre cómo enfrentar estos desequilibrios, con el club de los BRIC (Argentina se suma de colada) contra Estados Unidos. Hay propuestas para aplicar restricciones a los movimientos de capitales (se vuelve a hablar de la famosa “Tasa Tobin”) o, más original, para crear un banco de desarrollo BRIC que ayude a coordinar las políticas monetarias y un fondo de reserva dotado de u$s 100.000 millones para evitar corridas cambiarias. Pero las diferencias entre los emergentes son tan grandes que difícilmente se llegue a consensuar proyecto alguno en este sentido. El yo yo monetario goza de buena salud.