El déficit de cuenta corriente para 2017 superaría el 4% del PIB y en el presente año estaría presto a superar el 5%. En la literatura sobre indicadores tempranos de crisis señala que dicho desequilibrio externo es una señal de peligro, a lo que si le sumamos el desequilibrio fiscal consolidado en torno al 10% del PIB (imputando intereses pagados por el BCRA por esterilizar pesos emitidos contra dólares de deuda) en un contexto de suba de tasas en Estados Unidos debería ser claro que estamos en una posición de muy alta vulnerabilidad cuyo única muralla para evitar un ajuste drástico en la cuenta corriente en caso de un sudden stop, es el nivel de reservas del BCRA (u$s 63.100 millones).
Ante este contexto, donde las importaciones suben al 20% y las exportaciones permanecen estancadas, el Gobierno detectó un problema de competitividad y en función de ello es que presiona al BCRA para que baje la tasa de interés y éste haga aún más laxa su política monetaria (el año pasado la cantidad de dinero creció al 27%) y así provocar una devaluación que mejore las cuentas externas. Sin embargo, para que una devaluación resulte exitosa debería evitarse que la misma se pase a precios.
En este sentido, los keynesianos de la Jefatura de Gabinete, inspirados por el capítulo 21 del nefasto libro de 1936, buscan evitar un aumento en la tasa de inflación poniendo un techo a las paritarias del 15%. Sin embargo, como todo aquello que surge de la teoría general de Keynes, es una aberración, ya que no sólo implica desconocer la teoría del valor, sino también los rudimentos más básicos de la teoría monetaria.
Respecto a la teoría del valor, la ley de imputación de Menger señala que son los precios los que determinan los costos y no al revés. ¿Se imagina estar en la Antártida diciendo que el precio de los cubitos viene dado por un margen de ganancia sobre el costo laboral de convertir el hielo a cubos que puedan ingresar a una copa? Es más ¿alguien se puso a pensar que en un mundo donde los costos se pasan a precios directamente no hay rol alguno para la eficiencia y no existirían las quiebras? Por ende, ir en contra de los trabajadores para controlar la inflación y beneficiar así a los más vulnerables es una contradicción en sus términos.
Dicho esto, es casi redundante señalar que los argumentos en contra de la cláusula gatillo están mal. ¿Acaso un mercado con precio fijo funciona mejor que uno con precio flexible? ¿Puede ser que un mercado que opera una mayor cantidad de veces al año con mínimos costos de transacción genera mejores resultados que uno que opera una sola vez en el año? ¿Es posible que un mecanismo que preserva tanto a empresarios como a trabajadores sea malo? Aun si valiera el argumento keynesiano ¿acaso el Gobierno no se tiene confianza en la meta? ¿Estará buscando que su error sea pagado por los trabajadores?
Por lo tanto, habiendo dejado de lado el error conceptual en materia de teoría del valor, resta dilucidar ¿cuándo una devaluación se traslada a precios? Y como no podía ser de otra manera la respuesta es: depende. Si la devaluación tiene su origen en el mercado cambiario, la misma no debería tener impacto sobre la tasa de inflación salvo que la brutalidad estructuralista recurra a la convalidación monetaria. Esto es, subirá el precio de los transables y, cuanto más inelástica es la demanda de dichos bienes (por ende, mayor gasto nominal en los mismos), menor será el precio de los no transables dada la caída en el gasto nominal en estos últimos.
Consecuentemente, si el BCRA no emite (o no altera el ritmo de emisión), los precios (la inflación) no deberían experimentar cambio alguno.
Por otra parte, cuando el origen de la devaluación es monetario, ahí si habrá un traslado a precios. En este sentido, cuando se produce un exceso de oferta de dinero, ello implicará una pérdida del poder adquisitivo del dinero. Dado que el poder adquisitivo del dinero podría ser aproximado por el inverso del nivel general de precios, la caída del mismo significa que el precio de los bienes que se expresan en unidades monetarias crece. Esto es, no sólo crecerá el precio de la moneda extranjera, sino también el de los restantes bienes, ya que lo que está sucediendo es que pierde valor el peso. Naturalmente, como el dólar es un activo financiero que ajusta más rápido que los bienes, ahí es cuando aparecen algunos trasnochados que creen validar empíricamente su teoría del pass-through, lo cual es fruto de: (i) mala teoría del valor, más (ii) ignorancia monetaria.
Por lo tanto, dado que la devaluación del peso surge del hostigamiento de la Jefatura de Gabinete sobre el BCRA para que baje la tasa de interés y acelere aún más la tasa de creación de dinero en un contexto donde la demanda de dinero luce debilitada el resultado es claro: la devaluación vendrá con un salto en la tasa de inflación. A su vez, la competitividad viene dada por: (i) el salario en moneda extranjera; (ii) el tamaño del Estado en términos de eficiencia y (iii) el costo del capital. Dado que en la Jefatura de Gabinete no están dispuestos a mejorar la competitividad atacando los puntos (ii) y (iii), ya que implica tocar los privilegios de la casta política, en el fondo la estrategia se reduce entonces a una baja del salario en moneda extranjera de los trabajadores, por lo que, dado que los alimentos y muchos bienes de primera necesidad son commodities con precio internacional, de ser exitosa la estrategia del Gobierno, ello aumentará la pobreza y la indigencia. ¡Un horror!.