No fue más que un movimiento contable, un tecnicismo interesante para no más que un puñado de especialistas. Pero, según analistas, puede ser toda una indicación de lo que se viene para 2014: echar mano a cualquier método disponible con tal de generar los pesos necesarios para financiar al gasto. A fines de agosto el Tesoro le colocó al Banco Central una letra intransferible por u$s 9.400 millones y consiguió así aumentar en $ 7.000 millones su capacidad de financiar al sector público durante el año próximo.
En un verdadero alarde de contabilidad creativa, el directorio del BCRA introdujo en su activo una letra casi cuatro veces mayor a los esperado –en el Estudio Broda esperaban que la letra no superara los u$s 2.500 millones–, expandió su activo en $ 55.000 millones y aumentó así las utilidades que percibirá durante este año de $ 63.000 millones a $ 70.000 millones.
Las ganancias o utilidades que obtiene el Central en cada ejercicio –y que surgen del aumento del valor medido en pesos de sus activos en moneda extranjera, como resultado de la devaluación del peso– se utilizan al año siguiente para financiar el gasto del sector público. Son, en definitiva, otra vía de emisión monetaria.
El rol de la autoridad monetaria como financista del Tesoro crece año a año. Desde 2010 a esta parte, la asistencia del BCRA al tesoro –entre adelantos, reservas y giro de utilidades– pasó del 1,5% del PBI promedio anual entre 2004 y 2009, al 4,2% entre 2010 y 2012, según Empiria Consultores.
Sólo a través de utilidades, se estima que este año transferirá al Tesoro unos $ 32.000 millones, de los cuales ya se transfirieron unos $ 12.500 millones. Otros $ 60.000 millones pasarán al sector público en concepto de Adelantos Transitorios –préstamos del BCRA al Tesoro– también en 2013.
Este año cerrará fácilmente con esas transferencias. El problema llegará en 2014 cuando se alcance el monto máximo de adelantos transitorios que permite la Carta Orgánica del Central.
Ese tope ya fue ampliado en marzo de 2012, cuando se reformó la norma que rige al BCRA y con ella se permitió ampliar ese tope en forma extraordinaria por hasta 18 meses. Ese plazo de tres semestres vence en enero: sin otra reforma de la Carta Orgánica –que en el mercado varios descuentan como algo inevitable no hay forma de ampliar el financiamiento a la par del aumento del gasto.
Las maniobras contables buscan esquivar ese tope.
Manotazo furtivo
El balance que publica semanalmente la entidad apareció con sorpresas: un cambio en la forma de computar las letras que recibe del Tesoro cada vez que le transfiere sus reservas. En lugar de mostrar el valor teórico de esos papeles uno por uno, pasó a publicar el total.
La novedad, detectaron más tarde los analistas, escondía una nueva integrante de la familia: una letra por nada menos que u$s 9.425 millones correspondiente a los pagos de deuda concretados este año.
Las letras intransferibles en dólares son papeles de deuda que el Tesoro le coloca al BCRA a cambio de las reservas que toma para pagar deuda. La primera data de 2006 y vence en 2016: corresponde a la cancelación de la deuda con el FMI. Desde 2010 se colocaron varias más, luego de la creación del Fondo de Desendeudamiento.
En total, el Tesoro ya le debe u$s 43.000 millones al BCRA: más de los u$s 35.144 que hay en reservas.
“Llama la atención la magnitud del giro, porque excede en mucho a los pagos de deuda pública remanentes del año. Da la sensación, en cambio, que el gobierno, ávido de fondos y con la perspectiva de la inminente pérdida de poder político, buscó apropiarse de esas reservas de un manotazo furtivo”, dijo el economista Federico Muñoz.
Economistas consultados por El Cronista se detuvieron sobre los efectos que tiene sobre el ya vapuleado patrimonio de la entidad la nueva letra. Sólo como resultado de su incorporación al balance, el peso de los títulos públicos en el activo del BCRA saltó 5 puntos porcentuales. El alarmante 58% que mostraban antes de la colocación saltó al 63% al 31 de agosto.
Y ese cálculo no tiene en cuenta el impacto que tuvo en el activo el pago del Bonar VII con reservas (un vencimiento de u$s 2.070 millones por el que las reservas ya cayeron u$s 1.439 millones), ya que el último balance publicado tiene datos hasta el 7 de septiembre, mientras que el vencimiento del bono en dólares se concretó el día 12 de este mes.
Visto de otra forma: tras el giro, más de un cuarto de las reservas pasaron a ser propiedad del Tesoro, en lugar de ser “reservas líquidas destinadas a contener corridas".
El giro también le permitió al Central otras formas de burlar el límite al financiamiento al sector público. Por ejemplo, vender u$s 880 millones de ese dinero al mismo BCRA durante los primeros días de septiembre y recibir a cambio pesos que no se computan ni como utilidades ni como adelantos transitorios. Estas ventas explican, en parte, los $ 12.800 millones de emisión que se vieron en sólo los seis primeros días de este mes.