El país lleva 100 años de déficit fiscal, padece inflación crónica e hizo fracasar todos los programas de estabilización. Basta una muestra reciente: el primer acuerdo firmado por este Gobierno con el Fondo duró apenas tres meses.
Excesivos y negadores, cultores de la viveza criolla y con una fuerte tendencia al pensamiento mágico -que nos deja atrapados en la ilusión e impide poner el esfuerzo para que lo deseado se convierta en algo concreto-, los argentinos encabezamos el triste récord de repetir crisis, inestabilidades y estancamientos de manera pavorosa cada diez años. Estas complejidades del ser nacional nos hace proyectar una imagen falsa de nosotros. Creemos que somos un país rico cuando somos pobres, gastamos más de lo que tenemos y producimos menos de lo que consumimos. Como resultado, la Argentina lleva 100 años de déficit fiscal, por gastos que se dilapidaron en campañas políticas o fueron a parar a bolsillos de los mandatarios, padece inflación crónica e hizo fracasar todos los programas de estabilización del Fondo Monetario Internacional. Basta una muestra reciente: el primer acuerdo firmado por este Gobierno con el organismo duró apenas tres meses. «Nos tiraron un salvavidas y lo pincharon. Estaba mal diseñado, con serias inconsistencias entre la política monetaria y la política fiscal», dice con ironía a 3 Días la economista Marina Dal Poggetto, directora ejecutiva del Estudio EcoGo.
Se sabe. Somos incumplidores seriales pero preferimos no darnos cuenta. «Tenemos un nivel de inconsistencia monumental que hace que en plena crisis seamos el país que más entradas compró para el mundial de Rusia. Ahí se ve nuestra locura social, que muchas veces se convalida políticamente y después la economía tiene que pagar los platos rotos», explica Esteban Domecq, economista y titular del estudio Invecq.
Al peso de nuestro historia, a los fracasos y frustraciones generados por creernos lo que no somos, se suma la herencia reciente que dejó el festival de corrupción del kirchnerismo y el sinfín de errores que cometió el gobierno de Cambiemos en el manejo de una crisis que arrancó como corrida cambiaria y terminó con el crédito paralizado y la economía asfixiada. Aun así, el Fondo Monetario Internacional renegoció el programa y los ministros de Finanzas de los países del G7 -Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido- manifestaron su apoyo al nuevo acuerdo a través de un comunicado difundido el martes.
«Celebramos el compromiso de las autoridades argentinas de implementar políticas macroeconómicas y una agenda de reformas para estabilizar la economía y promover el crecimiento, que se refleja en el reciente acuerdo a nivel técnico (staff – level) que está siendo considerado por el Directorio Ejecutivo del FMI», dice el texto.
Desde el Ministerio de Hacienda se apuraron en destacar que en 20 años sólo hubo un anuncio de este tipo en tres oportunidades.
Dal Poggetto considera en parte que se trata de una cuestión táctica porque la Argentina será sede del G20 en noviembre. Pero reconoce que el monto que desembolsará el Fondo es muy grande. «Por supuesto que la cifra es más chica en relación a lo que fue el salvataje a los países europeos, como Irlanda o Grecia, pero en relación a la historia del FMI con los países emergentes, es decir con los que no tienen un contagio sistémico tan definido, es significativa».
Así las cosas, ¿por qué el mundo sale a respaldar a la Argentina, en especial, al Gobierno de Mauricio Macri?.
Ecomistas y analistas políticos consideran que entran en juego factores ideológicos. Esto es, que la sombra del revival populista en la región arrastre a la Argentina en caso de que el Gobierno no logre salir de la crisis. El populismo en América Latina aún goza de buena salud, aunque la experiencia fue decepcionante, tanto en lo que hace a la inclusión social, a una mejora en la distribución de la riqueza y a la baja de la pobreza como al respeto por las instituciones. Se puede mencionar en ese rebrote el caso de Andrés López Obrador en México, o el de Inacio Lula da Silva en Brasil, quien si no estuviera preso y condenado por corrupción, tendría serias chances de ganar las elecciones de este domingo en su país, según indican todos los sondeos.
Conciso y sin vueltas, Andrés Malamud, politólogo e investigador de la Universidad de Lisboa, afirma que el mundo nos ayuda «para mantener viva la ilusión de un orden occidental». «Es por el temor al mal ejemplo de la vuelta al populismo», remarca.
Su colega y profesor de la UBA, Luis Tonelli, coincide. «Más allá de cuestiones de afinidad personal, se supone que la inestabilidad en la región, el populismo acechando, y las movidas geopolíticas de China pueden ser algunos factores que explican la ayuda», destaca.
Según su visión, «los republicanos llegan al poder cuando las cosas no estás bien en los Estados Unidos, algo que sucede con el no peronismo en la Argentina. Ellos prenden la aspiradora de dólares, y encarecen el endeudamiento. Lo que pasa con (Donald) Trump es como decía Quevedo primero te enferma y después te hace de enfermero. Pero lo cierto que el apoyo de la Casa Blanca es inédito, e imponiéndose sobre posturas como las de Alemania y Francia, que no querían que tanto dinero fuera para la Argentina».
Con todo, Tonelli lanza una advertencia, de manera filosa como es su costumbre: «Siendo voluntad de un mono con armas nucleares como Trump, Macri haría bien en no considerar este apoyo como permanente».
El analista político Carlos Fara también destaca que la región está complicada. «No sólo Brasil, tampoco se sabe que va a hacer México cuando asuma López Obrador a partir de diciembre. Perú tiene una crisis política. Son varios los países con dificultades. Por lo tanto, con el precio de las commodities que no son malos pero tampoco los mejores y una guerra comercial a nivel mundial, es probable que lleguen a la sociedad inquietudes que pueda capitalizar el populista de cada lugar. Así como en el 2001 ó 2002, la Argentina era el mal ejemplo de la clase, y nos tenían que aislar, ahora somos la esperanza blanca, como una especie en extinción a la que tienen que proteger», explica.
El mismo criterio muestran los economistas. Dal Poggetto cree que el Fondo Monetario Internacional quiere ayudar al Gobierno para dar una señal a la región. «La Argentina viene de doce años de populismo, está en una zona política complicada por Venezuela o Brasil, y este es un gobierno que había dado señales de que iba a tomar otro camino. Básicamente tiene que ver con eso», resalta.
Domecq considera que hay una apuesta de Estados Unidos y de Europa, de los países que están más orientados a cortes de derecha o capitalistas, por la Argentina. «Consideran que si no apoyan, hay muchas posibilidades de que la Argentina siga encausada en este ciclo de degradación y decadencia de largo plazo e, incluso, pueda profundizar un fenómeno de populismo al estilo Venezuela si fracasa este proyecto político-económico. Creen que tenemos una oportunidad para hacer cambios de largo plazo en la coyuntura económica y lo consideran estratégico. Ahora, hay que ver si estamos preparados para hacerlo o si tenemos capacidad o no», duda el economista.
En cambio, el temor a que la Argentina arrastre a otros países emergentes si no lograra controlar la crisis no parece ser el principal motivo del Fondo Monetario y sus miembros para tendernos una mano.
«La Argentina nunca fue un riesgo sistémico significativo. Acá entra en juego nuestro ego pero si mirás los análisis de riesgo político, la verdad es que la Argentina no entra», remarca Dal Poggetto.
Malamud prefiere decirlo en criollo: «La Argentina ya no arrastra ni a Uruguay».
Ahora bien, la economista advierte que este segundo programa cerrado con el FMI, que en los papeles tiene mayor consistencia, también tiene un nivel de dureza que genera dos problemas: «Uno, político y el segundo es que si no coordinás ingresos de capitales, sí te puede generar un contagio sistémico».
Un mundo distinto
En medio de esta crisis, hay algo que resulta paradójico. Con frecuencia se dice que Cambiemos llegó al Gobierno con una visión de futuro que quedó obsoleta apenas asumió porque el mundo había cambiado. «Ya no era el mundo suave, liberal y progresista de Barack Obama», dice Malamud. ¿Fue útil al final esa idea aperturista para afrontar la crisis? ¿Está ahora la Argentina capitalizando el esfuerzo que está haciendo desde hace más de dos años para pertenecer a la comunidad internacional? Para el politólogo radicado en Portugal «sirvió para conseguir el respirador, pero no sirve para crecer».
Según el profesor Tonelli, Macri y los suyos idealizaron un mundo que le jugó en contra. «Ahora, en la situación que estaba la Argentina, con déficit fiscal elevado y fin del boom de las commodities, debía obligatoriamente tomar deuda. Lo que sucedió es que se sobre endeudó y no hizo ningún deber cuando estaba funcionando el paracaídas de la deuda, pensando, seguramente, que el endeudamiento barato llegaba hasta el 2019. No sucedió. Pero es lo poco que queda de ese mundo imaginario lo que hoy funciona como remolcador de un barco, para que pueda arribar, como sea, al puerto de las elecciones presidenciales», grafica.
Así las cosas, el futuro para el país es impredecible. Dal Poggetto remarca que el mundo no es lineal sino volátil y que la política local todavía es incierta: «Estados Unidos está con un mayor esquema de déficit fiscal y en los próximos dos años va a salir a buscar financiamiento para ese agujero, algo que competirá con los países emergentes. Como contracara del ajuste de shock y asalto cambiario no controlado, estamos haciendo el ajuste fiscal, la economía se volvió barata, la Argentina volvió a ser competitiva con este tipo de cambio y además tenemos un programa con el Fondo que te despeja la capacidad de repago de la deuda. Lo que hay que ver en primer lugar es cuál es la tolerancia de la sociedad al ajuste impuesto por el mercado y los políticos. Esa batalla se va a dar en los próximos meses. Ahí se va a saber cuál es la capacidad de generar confianza para ingresos de capitales y poder bajar así la tasa de interés y aliviar a la economía».