Las bandas indexan al 1,75% mensual y arrancan en $50,97 el techo y $39,39 el piso. Para abril la distancia será entre 51,86 y 40,07 pesos. La intención es reducir el margen de acción del mercado.
La “zona de no intervención” ingresa hoy en su carta etapa, la del convencimiento que, seriamente, puede ser un sistema útil en una crisis cambiaria. Y que quizá sea el esquema de estabilización monetaria de Cambiemos hasta las elecciones presidenciales. Desde hoy la indexación mensual de las bandas pasará del 2% al 1,75% mensual, y la idea es que con este esquema se pueda convivir durante el segundo trimestre del año. Todo dependerá, más que nunca, de la evolución de la inflación, de la estabilidad de la moneda y de la continuidad del aval personal de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
La decisión de reducir a 1,75% la indexación del piso y el techo de las bandas de la “zona” fue tomada en conjunto por el Banco Central y los técnicos del organismo financiero internacional como mecanismo para dar una señal a los mercados de un menor margen de libertad en la cotización del dólar, para que la entidad monetaria pueda intervenir para corregir la cotización. O dicho de manera más directa, para actuar si la divisa muestra un pico de suba que roce el techo de la “zona”. La reducción busca, además, influir en las expectativas inflacionarias, mostrando al mercado un BCRA confiado en que en poco tiempo el alza de los precios acompañará la evolución de la reducción de las bandas de la “zona”. Y si no ocurre, igualmente la entidad podrá actuar en el mercado cambiario vendiendo divisas para estabilizar el dólar y contener la inflación. Los límites de la banda partirán desde el cierre de $50,97 del techo los $39,39 del piso, mientras que para fin de abril la distancia será de 51,86 y en 40,07 pesos.
En la Casa Rosada hay convencimiento de que, pese a las tormentas de marzo, la invención de la “zona” es el mayor logro de estabilización cambiaria del Gobierno de Mauricio Macri, luego de los primeros años de gestión de seguimiento de la evolución monetaria y la polémica intervención de Luis Caputo hasta septiembre del año pasado. Dentro del ala política oficial se habla incluso de la adopción del concepto de la “zona” como uno de los aportes del equipo económico a la campaña electoral. Se recuerda que, luego de un comienzo de dudas (nunca el organismo internacional es amigo de los esquemas fijos o con indexaciones pautadas), el FMI se convenció de las bondades del esquema al ver que servía como estabilizador de las expectativas devaluatorias criollas.
La “zona” tuvo ya tres etapas desde su puesta en funcionamiento desde octubre del año pasado. La primera duró un mes y fue su puesta a prueba. La segunda comenzó en noviembre y terminó en diciembre y se trató del proceso de ajustes y, especialmente, calibración en los momentos en que la divisa amagaba llegar al piso de referencia. La tercera comenzó el 31 de diciembre y culminó el viernes pasado.
Dentro del Gobierno se resalta que en las tres etapas y pese a los saltos de febrero y marzo, siempre la cotización se mantuvo entre la media y el piso de las bandas de la “zona”. Y pese a las tormentas de marzo, siempre dio la sensación de cierto dominio de la sensación. Sólo en los últimos 10 días hábiles de marzo la situación generó algo de zozobra al acercarse el precio del dólar a los 45 pesos, un fenómeno que desde el Banco Central y el Palacio de Hacienda se asimiló más a las consecuencias de la crisis internacional sobre los mercados emergentes que a serios factores locales.
El esquema cambiario había comenzado a regir desde el 28 de septiembre con la llegada de Guido Sandleris al BCRA y la continuidad del vicepresidente Gustavo Cañonero. La dupla aplicó el esquema que durante septiembre habían negociado ante los técnicos del FMI, en uno de los capítulos fundamentales para que el organismo destrabe el nuevo que se discutía ese mes: cuál iba a ser la política de estabilización del dólar que se aplicaría, sin que se utilicen los dólares del Fondo. En ese tiempo era una condición innegociable por parte de los hombres de Washington, a esa altura cansados del uso de reservas con dinero del FMI para las intervenciones directas e inestables desde el BCRA en los días de Luis Caputo con el objetivo de sostener la cotización de la divisa. Algo que finalmente no aconteció, provocando en el Fondo la sensación de haber utilizado dinero del stand by para subsidiar la corrida. Esa primera etapa de la “zona” negociada con el FMI implicaba un piso de 34 pesos de mínima y 44 de máxima. Cuando el dólar llegara al piso, el BCRA compraría. Cuando llegara a la máxima, vendería hasta un tope de 150 millones de dólares diarios. Los cálculos no habían sido caprichosos. El tope de 44 pesos fue tomado del cálculo econométrico según el tipo de cambio del segundo semestre de 2002, actualizado a la moneda actual. Desde las oficinas de Sandleris, en el momento de negociar con el FMI, se mantenía la convicción de que no llegaría a ese tope y se movería más cerca del mínimo que del máximo. Y que se hubiera complicaciones, estas se concentrarían en el primer mes de vigencia. La segunda etapa comenzó el 31 de octubre de 2018 y, en términos relativos, fue la más cómoda de las tres que se completaron el viernes pasado. Terminó el 31 de diciembre y ayudó a ajustar y calibrar el esquema, especialmente en los momentos en que la divisa amagaba con perforar el piso. Para el Gobierno, se trató de la era de la consolidación del esquema y del convencimiento que sería un sistema que serviría como referencia estabilizadora. La tercera comenzó el primer día hábil del año y duró hasta el viernes. Fue la más dura hasta el momento, conviviendo días de perforación de la banda mínima de la “zona” el 15 de enero, hasta el récord de incremento de la semana pasada. Durante este período, la indexación del piso y del techo pasó del 3% al 2% mensual, lo que representó el primer achicamiento del margen de acción de la autoridad monetaria. Según Ecolatina, en su último informe, el mecanismo ideado con la “zona” podría traer consecuencias negativas a partir de abril. Para la consultora, y aunque el acuerdo con el FMI aumentó la disponibilidad de divisas del Sector Público Nacional, también “limitó su accionar en el mercado cambiario. Por lo tanto, aun con liquidez garantizada, este año podría deteriorase más el ratio deuda PBI. Por caso, si el tipo de cambio llegara al techo de la “zona de no intervención”, considerando la aceleración inflacionaria y la profundización de la recesión que conllevaría, el ratio deuda-PBI treparía más de 10 p.p. frente a un escenario de calma cambiaria (cerca del piso de la “zona”)”.
Fuente: https://www.ambito.com/la-zona-ingresa-su-cuarta-etapa-la-del-convencimiento-n5023873