1 desastre + 1 desastre = 2 desastres. La gestión económica de Cambiemos ha sido espantosa. La gestión económica del kirchnerismo resultó aun peor que la de Cambiemos. En un contexto en donde el resto de los líderes peronistas pareciera medir menos de 12% cada uno, uno siente frustradamente que quizá la elección del 2019 tenga chances de ser un aburrido calco a la del 2015: “ella o él”, lo cual describe a un país atrapado entre ofertas políticas que en lo individual son estrepitosamente horrendas y al decirlo, soy más que generoso.
La primera ironía de todo esto es que la abrumadora mediocridad e ignorancia que mayoritariamente padecen mis compatriotas, los argentinos aplaudidores de fútbol y choripanes, les impide darle espacio a otra opción. No importa quién esté al mando, en la medida que Argentina no encare costosísimas reformas estructurales en tres frentes, reforma previsional, laboral y reforma fiscal, seguiremos siempre atrapados en esta interminable fábula de devaluación, inflación, endeudamiento e impuestazos.
La segunda ironía es que aun si los argentinos saliesen del huevo en donde viven y decidiesen de una vez hacer algo relevante, deberían afrontar un largo y sacrificado camino hacia el saneamiento de un país que así como está no tiene mejor opción que la mediocridad y lamentablemente dicha mediocridad no alcanza para resolver una pobreza estructural del 35%. Lo confuso es que si en el campo económico ambas gestiones han sido una abominable tortura, ¿en qué dimensión estarían votando los argentinos? ¿Qué criterio seguirán si eventualmente deban elegir entre este fracaso amarillo o el anterior infierno K? ¿Será la decencia en la gestión una variable a considerar o espero mucho de una sociedad que por momentos ni si quiera puede diferenciar lo bueno de lo malo? ¿Estará la sociedad argentina preparada para votar institucionalidad? Recordemos que muchos de los que hoy votan son los mismos que convalidaron el “vamos por todo” con un 54% en 2011.
La tercera opción detrás del antifaz. Asociado a Cambiemos, el riesgo país podría ubicarse post elecciones fácilmente en la zona de 500 puntos básicos bajo el supuesto de un Gobierno que no sabe conducirse solo pero que a lo largo de un año de crisis aprendió a obedecer casi a rajatabla los mandatos del FMI, organismo que asegura cierto atisbo de racionalidad en lo que ha sido una de las peores gestiones económicas de la historia argentina. Asociado al kirchnerismo, el riesgo país se ubicaría fácilmente en la zona de los 5000 puntos con un Wall Street que se tomaría solo un instante para descontar al infierno K. Si ponderásemos ambos escenarios con una probabilidad del 50% cada uno, nos daría un riesgo país actual de 2750 puntos.
Sin embargo, el Credit Default Swap a cinco años de Argentina cotiza en la zona de los 900 puntos, por lo tanto, el mercado está quizá ponderando una tercera opción bastante más moderada sin saber necesariamente quién pueda ser el personaje al mando, pero con un generalizado aroma a peronismo más clásico y menos chavista. Si asignásemos a esta tercera opción detrás del antifaz un riesgo país más razonable en torno a 700 puntos y recalculásemos las probabilidades asignando 45% a Cambiemos, 45% a la opción detrás del antifaz y un 10% al kirchnerismo, llegaríamos a un riesgo país de 1040 puntos, bastante parecido a lo que estamos observando hoy en día.
Mi lectura es por lo tanto la de un mercado que descuenta al kirchnerismo como un cisne negro destructivo de baja probabilidad, pero con enorme daño potencial, y que a la vez deja un espacio peronista mucho más contenido que permitiría neutralizar parte del fenomenal daño que la sola existencia del kirchnerismo como alternativa electoral genera en todas las variables macroeconómicas de este bendito terruño al que todavía llamamos país. Por lo tanto, mientras el mundo K tenga chance presidencial, la economía argentina seguirá sumamente infectada con tasas nominales en pesos altísimas, con una casi permanente presión cambiaria y por sobre todo con un mercado de Credit Default Swaps que al menor estornudo te seguirá apostando en contra.
El gran escollo para los bonos argentinos: ¿cuándo? Mucho se habla de las PASO de agosto, de las elecciones de octubre y del ballotage de noviembre, pero quizá el evento más determinante de todos sea el 22 de junio, fecha en la que sabremos la lista de candidatos que se disputarán el trono de Peronia. Si por un segundo imaginásemos que CFK se bajase como candidata, el riesgo país eliminaría a su cisne negro y de esta forma los spreads soberanos se recalcularían en forma inmediata. Si bajo dicho escenario asignásemos un 50% a Cambiemos y otro 50% a la opción detrás del antifaz, llegaríamos a un riesgo país de 540 puntos. Bajo este escenario y sabiendo que el Credit Default Swap cotiza en 900 puntos, bien podría darse un rally en la curva de bonos soberanos de hasta 360 puntos mucho antes de siquiera conocerse los resultados de las PASO. Pero también es cierto que si CFK no se bajase el 22 de junio bien podríamos enfrentar unas PASO que arrojasen un incómodo resultado en espera a octubre: 30% para Cambiemos, 30% para el kirchnerismo y 30% para el antifaz. Si este fuese el caso, la agonía electoral que entre otras cosas impide cualquier recuperación razonable de la economía argentina se prolongaría al menos hasta octubre, convirtiendo al 2019 en un año perdido y por sobre todo, eterno e infumable.
El mundo nos está ayudando y nosotros perdiendo un año entero en “n” interminables votaciones. El mundo podría habernos cortado la cabeza desde abril 2018 hasta hoy y sin embargo nos sigue esperando con una paciencia digna del Guinness. Desde Wall Street observan a un país en estado de coma y a puro suero que se permitirá el lujo extravagante de tomarse todo un año dedicado a un inútil e inservible desfiladero de políticos incapaces de reconocer la severidad de la crisis que enfrentamos y mucho menos de resolverla. Mientras se nos va yendo un 2019 para el olvido también, seguiremos muriéndonos todos los días, pero siempre con un último suspiro salvador al ritmo del dólar, de las tasas, de una inflación casi indomable y de un riesgo país que nos convierte en el emergente más riesgoso del mundo con excepción de Venezuela. Mientras tanto, nuestros políticos, oficialistas y opositores, disfrutando de sus dietas y beneficios múltiples siguen bien gordos, empachados e insensibles al padecimiento de una nación que pide a gritos una restructuración global en todos sus frentes relevantes. Como siempre, ya sabemos que el mensaje políticamente correcto será: “esperemos al próximo presidente”, un clásico de nuestra incorregible Peronia.