La deuda contraída por los gobiernos locales creció un 67% desde 2010, mientras que la deuda total ya supera el 200% del PIB. En varias provincias ya circulan cuasimonedas
El próximo 31 de enero, según el calendario chino, comenzará el Año del Caballo de Madera, que de acuerdo con los astrólogos, está marcado por la estabilidad, la energía positiva, el optimismo y el momento de recoger todo lo sembrado. Pero a la luz de la delicada situación financiera de muchos gobiernos locales chinos, existe preocupación en los mercados y una cierta incertidumbre respecto de cómo se podrá hacer compatible esta energía positiva con lo que cada vez más se parece a la previa de una crisis financiera importante.
Por lo menos, lo que se puede decir de la delicada situación que atraviesan los municipios chinos es que nadie puede sorprenderse. Hace ya varios años que el tema inquieta al gobierno central, que ve cómo están derrapando las cuentas públicas en el interior del país. La Oficina Nacional de Auditorías dio a conocer a principios de año su muy esperado informe sobre el estado financiero de los gobiernos locales y los resultados son alarmantes: la deuda pública llegó a los 18 billones de yuanes (u$s 3 billones) a mediados de 2013, lo que representa un incremento del 67% desde 2010.
La agencia calificadora Fitch había anunciado, según sus cálculos y antes de que se publicara el resultado de la auditoría oficial, que la deuda total china (pública y privada) podría alcanzar el 218% del PIB, por lo que sus pronósticos anduvieron muy cerca de los números oficiales.
Finalmente, el total de la deuda se ubicó en el 215% del producto (información publicada por la Academia China de Ciencias Sociales), una enormidad para un país que todavía sigue estando en vías de desarrollo en muchos aspectos (como la libre convertibilidad de su moneda o su sistema previsional).
Si se compara con la deuda japonesa (el FMI estimó que alcanzaría el 245% del PIB a fines de 2014), contar con un endeudamiento superior al doble del producto sin el nivel de desarrollo de la economía japonesa es un verdadero dolor de cabeza de cara al futuro. Porque parte de la deuda japonesa se explica por el precio de financiar un costoso sistema previsional y de salud, algo que no existe en China, donde la población va camino a envejecer en las próximas décadas, con el costo adicional que eso implica).
Cosecharás tu siembra
Recién ahora, cuando la economía ya comenzó a enfriarse y el crecimiento pasó por debajo de los dos dígitos anuales, se ve el problema que generó este segundo Gran Salto Adelante hacia el liderazgo económico mundial: después de décadas de crecer por encima del 10%, los municipios y gobiernos provinciales son a la vez responsables de la situación, pero también víctimas de las directivas emanadas del gobierno central. Porque cuando estalló la crisis subprime en 2008, todos los gobiernos locales fueron obligados a sostener la actividad económica, sin disponer, en contrapartida, de los recursos fiscales suficientes. Además, la mitad de la recaudación de impuestos que realizan las provincias y municipios va a parar al gobierno central, lo que reduce significativamente la posibilidad de financiamiento genuino.
Frente a una economía que comenzó a desacelerarse a partir de la crisis financiera internacional, la solución fue financiarse fuertemente para impulsar el desarrollo de proyectos de infraestructura que muchas veces no eran necesarios o no alcanzaban la rentabilidad suficiente, ya que para los municipios, la venta de terrenos fiscales y de permisos de construcción se convirtió en la mayor fuente de ingresos.
Fue así que muchos decidieron endeudarse a niveles considerados peligrosos y, cuando el gobierno de Beijing cerró la canilla del financiamiento bancario formal, recurrieron al circuito informal para seguir consiguiendo fondos. Pero en el mercado negro (o “shadow banking”), las tasas de interés son usurarias (pueden superar el 100%) y el riesgo de incobrabilidad crece de manera exponencial. Según Standard & Poor’s, en tan sólo cinco años este sistema financiero paralelo pasó de ser marginal a representar el equivalente al 44% del PIB a principios de 2013.
El gobierno del Primer Ministro Li Keqiang anunció en diciembre pasado una serie de medidas para controlar mejor a estas finanzas informales (conocido como “Documento 107”), en donde se explica que si bien éstas son benéficas para el crecimiento de China, de ahora en más serán mejor supervisadas para evitar un estallido financiero en el futuro.
Pero el problema puede ser más grave, de acuerdo con numerosos analistas, porque ya comienzan a proliferar las cartas de crédito en el sistema financiero chino. Estos documentos, emitidos originalmente por los bancos como garantía de una transacción, están siendo utilizados en distintas provincias y municipios como cuasimonedas, al mejor estilo de los patacones bonaerenses de 2001. Por ahora, fuera de los territorios provinciales y municipales, estas monedas paralelas no sirven, pero surgen dudas sobre qué va a pasar si la situación empeora y si los receptores de estas cartas de crédito exigen su conversión a dinero contante y sonante.
Sin embargo, el problema crece al comprobar que la mitad de las deudas provinciales y municipales tiene fecha de vencimiento en 2014. ¿Caerá algún gobierno local en default? ¿Qué hará el gobierno central en ese caso, dejará que caiga para mostrar su inflexibilidad (como fue el caso del banco Lehman Brothers en EE.UU. en 2008) o saldrá a rescatar a todos, dando la señal de que no habrá castigo al endeudamiento excesivo? La energía que promete traer el caballo de madera podría convertirse en un big bang financiero si estos temas no se resuelven pronto.