El sistema financiero soportó sin problemas una caída del 40% en el stock de depósitos en dólares.
El sistema financiero argentino es desproporcionadamente chico para el tamaño de la economía. La rareza tiene varias explicaciones. Una de ellas: la terrible y muy justificada desconfianza que se despierta en el ahorrista ante cada crisis económica o corrida cambiaria. Hay demasiados antecedentes en el que sus ahorros quedaron atrapados por algún manotazo de ahogado del gobierno de turno.
Esta vez los fantasmas aparecieron el mismo día en que se conocieron los resultados de las PASO, y los clientes fueron a poner a buen resguardo -es decir fuera del alcance del Gobierno- los dólares que tenían depositados en los bancos. No es casual que la anterior caída fuerte de depósitos en dólares se produjo durante el cepo que fue de 2011 a 2015.
Lo positivo de esto es que los bancos pudieron soportar algo que difícilmente soporten los bancos en un país normal: en apenas dos meses y medio vieron cómo perdían el 40% de sus depósitos en dólares. El que quiso, se llevó los dólares. Nadie le puso reparos.
Esto fue posible porque después del estallido de la convertibilidad los dólares que están depositados en los bancos solo pueden ser prestados a quienes tienen actividades que generen dólares. De manera simple, solo se puede endeudar en dólares quien factura dólares.
Desde 2002, los bancos vinieron acumulando dólares y tenían pocos clientes a quiénes prestárselos. Lo que sucedió es que los ahorristas usaron a los bancos como cajas de seguridad. Recibían, lógicamente, tasas de interés bajísimas por tener guardados los dólares en los bancos. Una caja de seguridad gratuita.
Pero desde el lunes 12 de agosto el nerviosismo reapareció. La incesante caída de las reservas y la noticia de que se debería encarar una renegociación con los acreedores para evitar un default hizo saltar las alarmas y reaparecieron los fantasmas del 2001. El reperfilamiento de letras en dólares sumó angustias.
Pero los dólares estuvieron a disposición de quién los fue a buscar. Incluso los propios bancos, en el fin de semana del 1 de septiembre en el que se decidieron las primeras restricciones cambiarias, hicieron campaña para garantizar que los dólares estaban. Hasta estiraron el horario de atención hasta las 6 de la tarde.
La campaña sirvió para calmar, algo, a los ahorristas. La caída de depósitos siguió, pero en forma más suave.
Peor los nervios recrudecieron la semana previa a las elecciones. ¿El motivo? Pudieron ser varios. El por entonces candidato Alberto Fernández sintió la necesidad de salir a decir que iba a “cuidar” los depósitos en dólares de los argentinos. Y bien se sabe que en medio de una crisis de confianza, el público interpreta las palabras de funcionarios o futuros funcionarios en sentido estrictamente opuesto. Se reinició una avalancha de retiros (casi 1.000 millones de dólares entre el jueves 24 y el lunes 28), y fue la señal que llevó al Banco Central a reforzar aún más las restricciones. Ahora que nadie o casi nadie puede comprar dólares, los depósitos estarían más seguros.
Con el correr de los días se verá si el super cepo calmó a los ahorristas, o les reavivó los deseos de poner a los dólares a resguardo, es decir -paradójicamente- fuera de los bancos.