El control de cambios y la recesión frenan el impacto de la explosiva emisión monetaria. El dólar al público permaneció en $81,90
El Tesoro enfrenta la necesidad de captar divisas para enfrentar los vencimientos de deuda y la inminente renegociación con acreedores. Para ello cuenta con la colaboración plena de un Banco Central que resigna su autonomía: la entidad le entrega dólares a cambio de títulos a diez años y, a la vez, le gira pesos para necesidades del día a día.
Este proceso de salida de dólares e inyección de pesos comenzó después de las PASO, a partir de septiembre con un control de cambios “light”, se profundizó con el “cepo” más duro tras las elecciones presidenciales –a partir del 28 de octubre- y cobró máxima velocidad desde diciembre, con el cambio de Gobierno.
Mientras, en la superficie, el dólar oficial continúa con variantes marginales, a $63 al público u $81,90 con la aplicación del recargo del 30%, establecido por la Ley de Solidaridad vigente desde el 26 de diciembre.
Este miércoles, en la rueda mayorista se pactó al cierre a $59,815, con exclusiva participación compradora del Banco Central, que aspira las divisas de la liquidación de exportaciones, principalmente del agro.
Pero esta calma aparente se sostiene en factores coyunturales que permiten escindir al mercado de cambios de los fundamentos que le son propios, pues un exceso de liquidez en un marco de escasez de divisas debería impulsar una rápida devaluación, que no se está produciendo. Ese “combo” lo integra el férreo esquema de controles, la estacional demanda de dinero y la profunda recesión con inflación que también consume ingresos y capacidad de ahorro.
Por eso tampoco se observa una disparada de las cotizaciones alternativas por fuera del “cepo”, la del dólar libre en el minúsculo mercado paralelo, y las paridades bursátiles, como el “liqui” y el MEP, que habilitan la dolarización en forma legal sin restricciones. Todas ellas hoy se transan debajo de los 80 pesos.
En los últimos cuatro meses de 2019 y el primer tramo de 2020 se hizo evidente:
1) Una gigantesca emisión de pesos. Hasta el 30 de agosto, el BCRA había cumplido con la premisa de “crecimiento cero” de la Base Monetaria, que se mantuvo en torno a 1,3 billón de pesos. Pero a partir de entonces, con un panorama electoral ya inclinado por un inminente cambio de Gobierno y el deterioro de los indicadores financieros, la cantidad de dinero en la economía creció en cuatro meses más de 500.000 millones de pesos.
2) Volvió la asistencia del BCRA al Tesoro. Por las dificultades financieras del Gobierno regresó la práctica del BCRA de girar Adelantos Transitorios para financiar el déficit. En los últimos 40 días de 2019 se emitieron $350.000 millones, que explican la mayor parte de la expansión monetaria post PASO.
3) Elevada deuda del BCRA. La entidad monetaria administró una importante reducción de su stock de Leliq (Letras de Liquidez), pasivos remunerados a siete días, exclusivos para bancos, cuyo rendimiento demarca la tasa de política monetaria, hoy en 55% anual. Pero menos Leliq no significó menos deuda: a la par creció el stock de los pases pasivos, deuda a menor tasa, también suscripta por bancos, pero a solo un día de plazo.
El stock de Leliq, que llegó a rozar $1,3 billón en julio y agosto, se empezó a desarmar a partir de las primarias. Entre el 30 de agosto ($1.038.678 millones) y el 6 de enero ($764.862 millones), esta deuda se redujo en 273.816 millones de pesos. En el mismo período, el stock de pases pasivos –incluidos fideicomisos financieros- creció en $411.889 millones (de $221.155 millones a $633.044 millones).
4) Pago de deuda con reservas. La Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva aprobada en diciembre reinstaló el pago de deuda pública con reservas del Central por USD 4.571 millones, a cambio de la colocación de Letras Intransferibles a diez años en el activo de la entidad. Aunque la conversión de divisas en un título no altera dicho activo en términos contables, en la práctica se resigna liquidez en moneda dura y el potencial “poder de fuego” del Central para reducir la volatilidad del mercado, por un papel de menor calidad, es decir sin liquidez e inútil para operaciones de mercado abierto.
5) Posible transferencia de ganancias ficticias. El directorio del BCRA aprobó la “adecuación del valor contable” de esas Letras Intransferibles: se tomará el valor técnico en lugar del de mercado, lo que implica una mejora patrimonial de la entidad monetaria solo por efecto contable, pues se la despoja de divisas. Esta práctica se había eliminado en junio de 2018 por el acuerdo con el Fondo Monetario, hoy en suspenso.
“Por efecto de la aplicación del criterio de valuación antes mencionado, las citadas Letras ascendieron al 31 de diciembre de 2019 a $3.003.389,8 millones, tal como se expone en el Estado Resumido de Activos y Pasivos”, indicó la entidad que preside Miguel Pesce.
Con una simple maniobra administrativa, el valor de estos instrumentos aumentó de inmediato en $2.210.254 millones más ($2,2 billones) desde los $793.135,4 millones del 23 de diciembre. Este supuesto beneficio deja abierta la posibilidad de transferir ganancias ficticias del BCRA al Tesoro, como ya ocurrió durante el gobierno de Cristina Kirchner, cuando el giro de utilidades fue moneda corriente.
SE AFIRMAN LAS RESERVAS
Como consecuencia de las incursiones compradoras del BCRA en la plaza cambiaria, las reservas recuperaron este martes el nivel de USD 45.000 millones que habían perdido el pasado 25 de octubre, horas de las elecciones que consagraron a Alberto Fernández como nuevo Presidente.
A partir del 28 de octubre, con la aplicación del “súper cepo”, el BCRA pasó a ser protagonista de la demanda, para acumular un saldo neto comprador de unos USD 3.600 millones en poco más de dos meses, aunque los activos aumentaron la mitad de ese monto, USD 1.776 millones, por los pagos de deuda soberana y la salida de depósitos.
Esta compra de divisas exigió al BCRA la emisión de $216.138 millones desde el 28 de octubre, que también contribuyeron a la expansión monetaria.
Hay que recordar que entre las PASO y las Presidenciales, el BCRA realizó el movimiento contrario: el de frenar la devaluación y absorber pesos con una intensa venta de divisas, cuando todavía no se hacía sentir el rigor de los controles. La entidad inyectó un total de unos USD 7.460 millones entre el 12 de agosto y el 25 de octubre, con los que aspiró 432.784 millones de pesos.