Se trata del incumplimiento de pago de los vencimientos de deuda, por capital e intereses, parcial o total. La referencia del pasado frente a la reestructuración parcial que se propuso el Gobierno para que ahora resulte sustentable y sostenible
Faltan apenas dos semanas para que el gobierno de Alberto Fernández comience a desentrañar el desafío más grande de su gestión: la reestructuración de la deuda con los tenedores de bonos internacionales, si la coyuntura internacional no fuerza un retraso en el cronograma original. Luego tendrá otros desafíos de igual dimensión quizá como cimentar las bases para un crecimiento sostenido de la economía que permita a la Argentina salir de la recesión y avanzar con otras metas como la reducción de la inflación, uno de los peores flagelos que viene padeciendo el país hace décadas.
El propio ministro de Economía, Martín Guzmán, reconoció que necesitará un “alivio sustancial” para reestructurar los casi USD 70.000 millones de deuda con los acreedores privados del resto del mundo y bajo legislación extranjera. Ni el propio Presidente, quien fijó el plazo del 31 de marzo para realizar una oferta a los tenedores de bonos esperaba seguramente tener que llegar a instancias finales de la negociación con una economía mundial afectada en su producción y consumo por la pandemia del coronavirus que está destruyendo el valor de las empresas a nivel global, y el de los bancos locales en particular. Tampoco que desatara una guerra por el precio del petróleo que impacta también en la Argentina, y que principalmente afecta un proyecto que promete a largo plazo grandes dividendos como Vaca Muerta.
Los expertos resaltan que no hay que perder de vista que el Gobierno también deberá negociar el pago de un crédito otorgado a la Argentina por el Fondo Monetario Internacional (FMI) –el más grande en la historia del órgano crediticio- por USD 57.000 millones, de los que decidió tomar solo USD 44.000 millones.
Escenario de emergencia
“Hemos estado en el camino correcto, pero ahora estamos en una situación de emergencia global que requiere que cada lado sea flexible”, dijo Martín Guzmán en referencia a los tenedores de bonos internacionales, añadiendo que si no se cumple el plazo del 31 de marzo, debería ser solo “cuestión de días”.
Asimismo, en declaraciones a Reuters dejó en claro que el Gobierno no aceptará nada que no sea sostenible. “Seremos absolutamente firmes en eso”, aseguró al tiempo que agregó: “Cualquier acuerdo tendría que evitar forzar más austeridad fiscal en la economía argentina afectada por la recesión”.
Guzmán dijo que el país está buscando “renovar” sus deudas con el FMI, aunque aclaró que el acuerdo con los tenedores de bonos es más urgente, considerando que los pagos de bonos vencen rápidamente y que el país no puede seguir pagando sus deudas con las reservas internacionales.
Lo cierto es que el Gobierno trabaja a contra reloj y avanza con el cronograma de reestructuración de la deuda con el objetivo de evitar un default pero bajo la premisa de que la misma debe ser sostenible.
El presidente Alberto Fernández insistió reiteradas veces que su intención es pagar la deuda externa pero después de darse “un tiempo para reconstruir” la economía. Asimismo, durante la gira europea que realizó en febrero en busca de apoyo internacional se lamentó de que el país se hubiera endeudado en “una velocidad inusual, en cantidades increíbles y a devolver en tiempo récord”.
Los antecedentes de incumplimientos de deuda
El abogado Eugenio Bruno, experto en el estudio e intervención como letrado en casos de reestructuraciones de deuda, escribió en su libro El default y la reestructuración de la deuda tres tipos de default emblemáticos en la historia de la Argentina:
- Típico de iliquidez e insolvencia: “Cuando Buenos Aires se encontraba quebrada, en guerra con el Brasil, en medio de conflictos bélicos internos, con un Tesoro exhausto y con una economía virtualmente inexistente, sin un PBI capaz de afrontar el endeudamiento. Los agentes financieros que arreglaron el préstamo de 1824 (Baring Brothers) y los inversores que compraron títulos fueron co-responsables por esta situación de default, al haber prestado sumas multimillonarias a un territorio que carecía de los recursos para su repago”.
- Efecto derrame de la crisis de deuda en México: «El segundo distintivo fue el de 1988, en el marco de las negociaciones entre el Gobierno y los banqueros que se había iniciado en 1982, luego de la Crisis de la Deuda de México y rápidamente propagada por toda América Latina, bajo las cuales se venían refinanciando anualmente los vencimientos que la Argentina debía afrontar.
- Crisis de la convertibilidad: El último caso de cesación de pagos resonante fue en respuesta al severo debilitamiento del régimen de cambio fijo, en un escenario de deterioro de la competitividad de las empresas por los bajos precios internacionales. El default decretado por el presidente fugaz Adolfo Rodríguez Saá a fines de diciembre de 2001 habría sido de mala fe, ya que si bien la situación fiscal de la Argentina estaba muy lejos de ser sólida, durante 2002, fue declarado bastante antes de las fechas con vencimientos sustanciales y el Presupuesto preveía fondos para ciertos pagos luego de que ésta hubiera sido reestructurada y que se esperaba tener terminada en marzo de 2002″, dijo Bruno.
En otro orden, el economista de Carta Financiera, Miguel Boggiano, afirmó a Infobae: «La Argentina ha entrado en default muchas veces en su historia. “Queda a la vista que los reperfilamientos compulsivos del ex ministro de Economía, Hernán Lacunza en el 2019 y de Martín Guzmán en 2020 constituyen un nuevo evento de default”, sostuvo. No obstante, aclaró que “han sido cinco los eventos que efectivamente representaron un default con una consecuente reestructuración”.
Cronología de los incumplimientos
- 1827. La Argentina había tenido una presencia activa en los mercados internacionales de capital luego de la Independencia en 1816. “Fue justamente en medio de un boom de préstamos ocasionados por el fin de las guerras napoleónicas que Argentina y otros países de América Latina consiguieron emitir bonos en Londres para financiar sus guerras de independencia”, sostuvo Boggiano quien añadió que ese boom crediticio terminó en 1825 cuando el Banco de Inglaterra subió su tasa de descuento para frenar su caída de reservas. Ese ajuste monetario derivó en un crash bursátil, problemas bancarios y recesión en Inglaterra y Europa Continental. “En pocos meses, la crisis se expandió a América Latina. Argentina entró en default en 1827 y recién reinició sus pagos en 1857”, detalló.
- El “Pánico de 1890”. La principal causa fue la bancarrota a la que casi llega la banca Baring Brothers debido al exceso de crédito que le había otorgado a la Argentina. El destino del préstamo, tomado principalmente en la época del ex presidente Julio Argentino Roca, fue para la construcción de ferrocarriles y a la modernización de Buenos Aires para transformarla en la “París de Sudamérica”, construyendo amplias avenidas, parques y un puerto moderno.“En 1880 la nación había crecido de manera sorprendente con el modelo agroexportador. Las políticas liberales del presidente Miguel Juárez Celman (1886-1890) llevaron a un período de especulación financiera que creó una burbuja. En 1888 quiebra el Banco Constructor de La Plata y estalla la crisis. El Estado argentino ingresa entonces en cesación de pagos por cuatro años”, destacó el economista de Carta Financiera.
- 1982. “Esta crisis de deuda fue, después de la de 1930, la de mayor alcance del siglo XX”, consideró Boggiano. En ese sentido, afirmó que decenas de países de América Latina y África cayeron en default y que a diferencia de la cesación de pagos de bonos de la deuda pública, se produjo sobre préstamos bancarios.Según el economista de Carta Financiera, la Argentina tardó hasta 1992 en regularizar su situación a través del bautizado Plan Brady. “El régimen militar de 1976 a 1983 abusó del boom de liquidez mundial de los petrodólares. Por primera vez desde 1930 había crédito internacional para países emergentes. El país pasó de una deuda externa de USD 7.000 millones en 1976 a USD 45.000 en 1983, mientras que el PBI se mantuvo estancado”, describió.No obstante, la chispa que inició la crisis fue una fuerte suba de tasas de interés en Estados Unidos que terminó empujando a México: el 16 de agosto de 1982 se declaró imposibilitado de pagar los intereses de su deuda en dólares de USD 80.000 millones. Para octubre de 1983, se anotaban 27 países que debían USD 239.000 millones y estaban en vías de reestructuración. De esos Estados, 16 eran de América Latina, y entre México, Brasil, Venezuela y Argentina, sumaban el 74% de la deuda en reestructuración. Aproximadamente USD 37.000 millones se le debía a los ocho bancos más grandes de EEUU, lo que representaba el 147% de sus reservas de capital de aquel entonces.
- 2002. El entonces presidente Adolfo Rodríguez Saá anuncia en diciembre de 2001 que Argentina suspendería sus pagos a la deuda externa y fue aplaudido en el Congreso Nacional. Sólo tres años después del Plan Brady (que implicó diferentes reducciones de deuda), la Argentina volvía a niveles previos a este acuerdo.
“A nueve años del Plan Brady, la deuda llegaba a más del doble. Como porcentaje del PBI, pasó del 50% en los años noventa al 200% en 2001. El alto nivel de endeudamiento tuvo una gran influencia en la recesión que empezó en 1998 y en la caída libre de la actividad económica en 2001. Se ha acusado al FMI de haber sido el responsable de permitir esta crecida de la deuda, pero la responsabilidad última fue de la clase política argentina”, remarcó Miguel Boggiano.
- Comienza en el final del gobierno de Mauricio Macri, agosto de 2019. “Macri sale del default a comienzos del 2016 y en tiempo récord vuelve a tener dificultades serias para honrar su deuda. Acude al FMI en mayo de 2018 y luego de perder en las PASO de 2019, enfrenta una caída extra en la confianza. Al no poder renovar deuda de corto plazo en dólares (Letes), su ministro de Economía (Hernán Lacunza) decide modificar unilateralmente la fecha del pago del capital. El problema se extiende hasta el presente. Hoy es el ministro de Economía Martín Guzmán quien se ve envuelto en este mismo evento crediticio”, analizó Boggiano.
“Los políticos argentinos llevan 200 años gastando más allá de sus posibilidades. No importa el partido político; no importa si han sido gobiernos militares. Este gasto se financió en repetidas oportunidades con deuda. Si bien los diferentes defaults consiguieron ciertas quitas sobre la deuda, no se debe olvidar que hay una sola forma de pagar: con superávit fiscal”, concluyó Miguel Boggiano.