El ministro quiere formar mayorías entre los que acepten. Lo cruzará con los beneficios para los que antes ingresen para lograr, al menos, un 60% de aceptación.
La oferta, se supone definitiva, que Martín Guzmán presentará en horas a los acreedores con deuda emitida bajo jurisdicción internacional incluirá las dos “joyas” que el ministro de Economía trajo como aporte desde la Universidad de Columbia: la “cláusula de reasignación” y la “teoría de los juegos”.
Con ambas ideas, adelantadas por este diario, el ministro de Economía busca llegar rápidamente al 60% de aceptación teórica antes del fin de semana, para poder presionar luego a los grupos de bonistas más duros a que flexibilicen su posición en los últimos 15 días de negociación que se prevén desde el próximo lunes. Se sabe en todo el Gobierno de Alberto Fernández que a partir del 6 de julio, y hasta el 18, será el plazo máximo para avanzar seriamente en un acuerdo final. Luego sólo quedarán cuatro días burocráticos para terminar de dar forma al pacto definitivo, y desde el 30 de julio, si no se llega a una fumata blanca, habrá que esperar que el default no termine en aceleraciones judiciales inmediatas.
Para lograr mayorías, aunque sean parciales y algo amañadas, Guzmán elaboró su última propuesta incluyendo, de manera definitiva, uno de los capítulos que el ministro considera fundamentales y sobre los que trabajó en los laboratorios económicos de Stiglitz en Washington. Se trata del derecho del deudor de “reasignar” bonos, excluyendo del acuerdo final a aquellos títulos públicos donde no hay acuerdo y que, por su volumen de rechazo, le impidan alcanzar un porcentaje de aceptación final superior al 75%. Esta cláusula, llamada “de reasignación”, incluye a todos los títulos en negociación y le aseguraría a la Argentina que logrando una masa crítica importante (nunca menos del 65% final para que pueda ser creíble) podría retirar del acuerdo final a aquellos papeles que no concitaron un volumen alto de adhesión de acreedores, e igual presentar el proceso como terminado bajando sustancialmente el umbral de aceptación final. Al menos en una primera etapa.
Luego, como el programa de reestructuración quedará abierto en el tiempo, en futuras etapas los bonistas que rechazaron podrían ingresar sin mayores problemas, engrosando la mayoría final de aceptación. En parte, a esto se juega Guzmán. A vencer en el tiempo los porcentajes hoy esquivos. En el panorama actual, los bonistas con papeles “cortos” (con vencimiento hasta 2030) emitidos durante el Gobierno de Mauricio Macri, se liberarían rápido; los de más largo plazo tendrían un tratamiento más complejo. La duda sería qué posición adoptarían los tenedores de deuda kirchnerista.
Si, por ejemplo, la Argentina decidiera cerrar el canje con una aceptación de los bonos M de mediano plazo por u$s30.000 millones en manos de fondos de inversión que acepten la propuesta, dejaría afuera a los tenedores particulares; más un puñado de titulares de deuda K en unos 5.000 o 6.000 millones de dólares; Guzmán tendría una aceptación global de casi 60%, pero podría redireccionar las aceptaciones reasignando deuda alcanzando avales generales de más de 75% en algunas de las colocaciones prometidas. Luego dejaría abierto el canje para que se sumen los acreedores díscolos aumentando el porcentaje de aceptación y volviendo a reasignar deuda.
Para que la estrategia funcione, Economía debería conseguir la mayor cantidad posible de aceptación en los tenedores de duda K, para que estos no avancen en juicios sumarios en los tribunales de Nueva York de Loretta Preska, y que la alternativa de una causa en los Estados Unidos limitada a los acreedores con deuda M. A estos, luego, se les aplicaría la “cláusula antibuitre”, por la que sólo podrían actuar judicialmente con mayorías del 25% al 35% del total de la deuda. Además, si tienen éxito en su juicio, sólo cobrarían al final de la vida útil del título y colegiando las ganancias en todos los tenedores de deuda.
La segunda cláusula que cruzará Guzmán con la de “Reasignación” en su propuesta definitiva será, tal lo que adelantó este diario, la aplicación de la “teoría de los juegos” en el proceso de reestructuración argentina. Se trata de premiar a los primeros que acepten ingresar al plan de canje, perjudicando a los que más tarde lo avalen o a los que elijan avanzar en un juicio en Nueva York. La propuesta de Economía incluirá la posibilidad de premiar con un Valor Presente Neto (VPN) cercano al 53% a los primeros que firmen su adhesión ante la Security and Echange Commission (SEC) durante un plazo determinado, otorgándoles a estos acreedores un “reconocimiento” de los intereses no liquidados hasta agosto de 2020 (o cuando ingresen) superior al del resto de los acreedores. Este “anabólico” de pago de las tasas no reconocidas de este ejercicio continuaría en el tiempo, pero con un interés descendiente que desaparecería en meses.
Los que entren luego de cerrado el canje no tendrían la posibilidad de reclamar el “anabólico”. Deberá especular el acreedor si lo que le conviene será ingresar rápido y cobra el premio, o si rechazar toda la oferta y esperar que sean muchos los que tomen la misma decisión y conformen una masa crítica dura y amplia para que avance un juicio en los tribunales de Preska. Es la aplicación de la teoría de los juegos en el caso argentino.