Desde hoy, la volatilidad será la norma y no la excepción y las «olas» las fabricará artificialmente el BCRA. En el mediano plazo, Guzmán podría tener una buena noticia. Pero en el corto, la cosa está difícil.
Se viene una devaluación más acelerada y menos previsible. O quizás una versión más sutil e intermitente de ese fenómeno que tiene, a no dudarlo, un destinatario muy concreto. Lo interesante es que, aunque no lo digan abiertamente, es casi un secreto a voces. La ecuación es sencilla: el Gobierno viene de anunciar un paquete de medidas cuya finalidad, lisa y llana, es que se acelere una liquidación de divisas. Baja retenciones, suma reintegros que implican ni más ni menos que una mejora marginal en los pesos que reciben los exportadores por ese dólar. Pero el dato más importante viene ahora: la parte más relevante del paquete es de la que no se habló en la conferencia de Guzmán. Porque el gran hacedor del hechizo, la última carta en el vademécum, es la de Miguel Pesce, quien hizo señales de humo que llegaron al núcleo sojero para decirles que la lentitud devaluatoria ya es historia. Desde hoy, para saber si eso se cumplirá, las empresas, la industria y la banca medirán con mayor dedicación la brecha que separa las cotizaciones del dólar. Entienden que cuanto más se achique esa brecha, mejor. Es un desdoblamiento que aleja las inversiones y, por supuesto, la que mantiene el grano en los silobolsa. Se calculan unos 17 millones de toneladas de soja y no parecen dispuestos a venderla en el corto plazo.
La cifra es conocida: los exportadores le pagan al productor neteando las retenciones. Reciben $55 y se enteran que el blue se vende a $145. Muchos de ellos pagan insumos importados y a veces el BCRA no autoriza o los hace esperar, por lo que terminan haciendo un mix entre distintos tipos de cambio, donde se incluye el dólar MEP.
La desconfianza no es tanto con la Casa Rosada, sino con las dinámicas propias que tienen los mercados. Muchos piensan que tarde o temprano, habrá que unificar las cotizaciones y que el candidato a marcar la referencia es el liqui, un mercado legal, con profundidad, donde el Gobierno, desde el viernes, ha comenzado a operar. El plan, que anticipamos en Ambito, podría comenzar a ganar vigor en los próximos días. Sería un movimiento acompasado: Guzmán estima que la llegada del FMI va a calmar la volatilidad, y que al mismo tiempo el BCRA va a poder contener mejor las reservas. Eso le daría plafón para intentar llevar al liqui a una cotización apenar inferior, lo suficiente como para encarar, más adelante, algún tipo de unificación cambiaria. Es lo que pide el FMI. Siempre. El riesgo es que no funcione el plan, y que haya que hacer una devaluación rápida. Por eso, desde hoy, la volatilidad será la norma y no la excepción y las “olas” las fabricará artificialmente el BCRA. En el mediano plazo, Guzmán podría tener una buena noticia. Pero en el corto, la cosa está dura: se estima que octubre traerá poca liquidación de soja, que no superaría los 2 millones de toneladas (13% del total retenido). La cuenta que lleva el sector y los analistas ayuda a entender: de los 17 millones que quedan pendientes, se les suman otros 8 millones de toneladas fueron entregadas a los agroexportadores “sin fijar precio”, es decir con una venta comprometida pero no cerrada. El total arroja 25 millones de toneladas que, exportadas, supondrían un ingreso adicional de u$s 7.000 millones. Una verdadera fortuna.
El interrogante es la inflación. Y los insumos importados en casi todas las cadenas productivas. Habrá que ver qué dicen los técnicos del FMI. Por primera vez, el Gobierno le acercará todo el herramental, y es probable que las velocidades las diseñen los recién venidos de Washington. En la pulseada, también entrarán los bancos de inversión, que con distintos informes ven que el Plan Guzmán tiene más de Pesce que del ministro. Una especie de iceberg, que oculta lo más importante. El examen rápido vendrá de cotejar la evolución de las reservas. La jornada del viernes dejó al Banco Central con una baja de u$s 110 millones. Se suman a los casi u$s 500 millones que bajaron en las últimas dos semanas.
De fondo, existe algo más que las reservas o la devaluación. El Gobierno quiere resucitar un instrumento algo abandonado, que en la Argentina ha oscilado y no goza de buena trayectoria. Piensa subir las tasas de interés y empezar a bajarla recién cuando el FMI vaya inyectando confianza. Algo de eso van a necesitar los fondos de inversión que esperan la licitación de dólares prometida por el Gobierno para sacar sus capitales del país. Cansados de esperar, vienen presionando las cotizaciones del liqui, ante una extenuada acción del Grupo Galicia. Para los inversores, ya parece broma lo que vale el banco en Wall Street. Momento de comprar. Parece.