El exceso de controles deriva en aumento de la brecha entre las diferentes cotizaciones del dólar y genera tensiones en la perspectivas de los precios de la economía
Por Roberto Cachanosky
La vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, afirmó: “Si generamos una devaluación fuerte lo que pasará es que los precios aumentarán, el salario real caerá y la economía se contraerá todavía más”. A esta frase hay que agregarle la del presidente Alberto Fernández: “Los dólares son para producir, no para guardar”.
Cómo viene el panorama, esas declaraciones van a sumarse a las famosas: “el que apuesta al dólar pierde”, “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo” o “el que depositó dólares, recibirá dólares”. Son demasiados las declaraciones fallidas respecto al dólar por no comprender el proceso económico.
Tal vez esta sea una de las tantas devaluaciones más anunciadas que se proyecta. ¿Por qué cabe esperar una devaluación? Es cierto que, como dice Cecilia Todesca, el saldo de balance comercial es positivo, lo que no aclara la funcionaria es que ese resultado se da pese a una fenomenal caída de las exportaciones (11,8% en los primeros 8 meses), aunque menos intensa que la de las importaciones (24%), con bajas interanuales desde el inicio del año.
También es cierto que la cuenta corriente del balance de pagos es positiva, con lo cual es más insólito que el BCRA se esté quedando sin reservas de libre disponibilidad.
Medidas derivadas y consecuencias
El primer problema que se presenta por la escasez de dólares es que el Estado confisca parte de los ingresos de los exportadores, en particular del complejo agroalimentario.
Así, quien produce soja, es obvio que es de su propiedad. Si la vende a otra persona del resto del mundo y le entregan dólares a cambio, aparece el Estado y se los apropia a cambio de pesos a una paridad irreal y que además se derriten como una barra de hielo en el desierto, porque le paga cada divisa a $57,4 cuando en el mercado libre cotizó el último viernes a $167. O sea que hay una breca cambiaria del 190 por ciento.
Una verdadera confiscación del fruto del trabajo del productor que desestimula toda inversión y producción. Para pero, un proyecto del Diputado Carlos Heller propone cobrarle a los productores, entre otras personas, un impuesto adicional sobre la riqueza, estableciendo una doble imposición.
¿Cuál es el horizonte cambiario de continuar esta política cambiaria? No van a ingresar dólares por turismo dadas las restricciones absurdas que estableció el Gobierno con la cuarentena que ya va en camino a superar los 7 meses. Cuarentena que la Organización Mundial de la Salud acaba de considerar que no tiene que ser tan larga porque genera pobreza (al fin se dio cuenta la OMS del desastre que provocó en el mundo con sus recomendaciones).
Tampoco van a ingresar dólares por inversiones extranjeras directas para poner una fábrica o comercio de cualquier tipo porque el Gobierno ha perdido toda credibilidad.
Asimismo, no va a haber ingreso de dólares por el lado del crédito externo porque nadie le querrá prestar a un país que es defaulteador serial y sus finanzas públicas acumulan un creciente déficit entre ingresos y gastos.
Lo único que queda como posible ingreso de dólares son las exportaciones, pero el Gobierno las castiga con un tipo de cambio artificial más bajo y, encima, le impone altas retenciones al sector más competitivo de la economía.
Se sabe que van a faltar dólares al tipo de cambio oficial alejado de las cotizaciones alternativas en la plaza financiera y, por lo tanto, no se podrá satisfacer las necesidades de importaciones de insumos para la producción de bienes de consumo y de exportación.
De ahí que ni bien la economía amague tener un mínimo de reactivación, es probable que el Ministerio de Producción disponga cupos y autorizaciones para importar insumos porque no va a haber suficientes dólares “baratos”. La consecuencia será la aceleración de la caída de la actividad y el aumento de la tasa de desocupación.
El déficit fiscal se mantendrá alto y el BCRA continuará emitiendo moneda para financiarlo, con lo cual habrá más inflación y un tipo de cambio que irá cayendo en términos reales agravando el sector externo.
Las opciones que tendrá el Gobierno
Frente a ese escenario crítico, las alternativas de política serán:
1) Liberar el mercado de cambios y dejar que la cotización sea libre. Algo que tiene bajas chances de ocurrir en un gobierno con tendencias a controlarlo todo.
2) Desdoblar el mercado de cambios, dejando un mercado libre para la compra y venta de dólares a la paridad que fije el mercado, y otro comercial para el pago de las importaciones y las exportaciones. Esto no sería una solución porque si mantiene una elevada brecha entre ambos agravará la escasez de divisas.
3) Simplemente devaluar el tipo de cambio oficial. Esta medida implicaría que, algún funcionario público, discrecionalmente, decida a cuánto tiene que estar la nueva paridad, sin ningún respaldo científico que lo sustente, y que por tanto sea aceptado por la generalidad de los agentes económicos.
Reserva de valor
Lo que se sabe es que hace rato que la sociedad no cree en el peso como reserva de valor y se desprende desesperadamente cuando lo recibe. En este contexto de absoluta falta de confianza la pregunta es: ¿para qué sirven las reservas?
Antiguamente, cuando había caja de conversión, se emitían pesos contra el oro que había de respaldo a una determinada paridad. Cuando se abandona el patrón oro en 1922 y a partir de 1972, cuando el presidente Richard Nixon declara la inconvertibilidad del dólar al oro, todas las monedas del mundo se transformaron en simples papeles en los que la gente cree o no cree. Así de sencillo.
¿Y en qué cree la gente para aceptar esa moneda? En el prestigio de sus gobernantes, en la seguridad jurídica, en el respeto por los derechos de propiedad, en si hay déficit fiscal y el Banco Central emite mucho dinero para financiar el déficit o emite poco. En definitiva, cree en una moneda por la seriedad de las instituciones jurídicas, políticas y económicas de un país.
Como en la Argentina esas instituciones no son confiables, la gente no cree en el peso como reserva de valor. Es más, lo vive día a día cuando va a comprar al supermercado y advierte que tiene que entregar más billetes por la misma cantidad de bienes que antes.
La única forma en que el Gobierno podría tratar de dominar ese rechazo a la moneda local sería mostrando que tiene suficientes reservas para respaldar el tipo de cambio artificial que establece el BCRA. Como hoy el Central no tiene esas reservas, la corrida hacia el dólar libre luce inevitable y, por tanto, que se acentúe la pérdida de activos externos, y finalmente tenga que devaluar.
En definitiva, lo que se ve en el mercado libre de cambios es un anticipo de lo que va a ocurrir con la paridad oficial. Más tarde o más temprano el Gobierno tendrá que optar entre paralizar la producción y crear un mayor caos social y económico frenando la importación de insumos o bien, dentro de la lógica intervencionista, devaluar el peso.
En síntesis, el problema cambiario no puede ser solucionado con medidas aisladas, requiere de un plan económico consistente y con autoridades que generen confianza. Pero el Gobierno carece de ambas cosas, en particular de la segunda, por la decisión de delegar en el Instituto Patria el primer filtro para aprobar cualquier medida.
Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2020/10/13/nubarrones-cada-vez-mas-negros-en-el-horizonte-cambiario/