Como contrapartida, el gobierno de Alberto Fernández, podría comprometerse a acelerar la reducción del déficit propuesto del 4.5%.
El Gobierno confía en que el Fondo Monetario Internacional (FMI) será flexible y comprensivo, y que no exigirá una ajuste desmedido para el 2021. Más concretamente, que flexibilizará el pedido de una emisión monetaria de no más de 1,5% del PBI, que la misión que en noviembre visitó Buenos Aires dejó en claro en varias de las reuniones que mantuvo en el país
El reclamo, que volvió a ejecutarse desde Washington en las primeras semanas de diciembre; habría comenzado a ceder en los encuentros en la sede del organismo que varios funcionarios mantuvieron hace 10 días. O al menos eso se interpretó en el Gobierno nacional. Como contrapartida, el gobierno de Alberto Fernández podría comprometerse a acelerar la reducción del déficit general propuesto al 4,5% para el 2021, buscar equilibrios más firmes para el 2022 y el 2023. Y que para el 2024, año teórico en el que Argentina debería comenzar a pagar según el esquema del plan de facilidades Extendidas que las partes tienen en mente; el país esté ya en un sendero de equilibrio y eventual superávit fiscal.
Los argumentos que se llevaron desde Buenos Aires para intentar convencer al FMI para que no exija el 1,5% del PBI como tope de emisión monetaria para el 2021 para enfrentar el déficit; son, a los ojos oficiales locales, más que justificados. En primer lugar, se habla de unas consecuencias en la economía mundial del covid-19 que no terminarán pronto y que se extenderán durante gran parte del primer semestre del 2021. Se habla además que para cualquier economía sería imposible poner una aceleración brutal a la velocidad actual de reducción del déficit y la emisión; sin ejecutar en paralelo un plan de ajuste monetario y de gasto público imposible de sostener políticamente para la coalición gobernante. Finalmente hay un argumento final, que sirve para todo lo que pide el país al organismo. El Facilidades Extendidas que se negocia, no incluye dinero de aportes desde el FMI. Simplemente se trata de un plan de pagos para un país megaquebrado que no está en condiciones de ser exigido para que mejore sus capacidades de generación de dinero para cumplir con sus obligaciones. En este marco, pensar en exigencias extremas desde Washington, sería utópico.
Argentina deberá ser convincente en sus argumentos, cuando las negociaciones con el FMI retomen en la segunda semana de enero. Para el organismo que maneja Kristalina Georgieva, Argentina no debería superar el 1,5% de emisión. Según los técnicos del organismo financiero, un porcentaje mayor, sería peligroso para la estabilidad monetaria, inflacionaria y cambiaria; y en consecuencia, el gobierno de Alberto Fernández tendría que reducir su proyección incluida en el Presupuesto 2021, de un déficit total de 4,5% del PBI; el que se financiaría en un 40% con endeudamiento y 60% de emisión. La visión de la línea técnica del FMI es que, en el mejor de los casos, la emisión no debería superar el 30%. Esto es casi la mitad. En consecuencia, el país tendría que emitir deuda por casi un 1,5% más que lo proyectado en el Presupuesto. La intención de Martín Guzmán es ahora que los hombres de Washington sean más flexibles y acepten lo ya fijado en el Presupuesto. Argumentan que las tasas de interés que está tomando argentina en las últimas semanas es muy alta (casi 16% real), porcentaje que debería bajar si se firma la Carta de Intención con el FMI primero y el acuerdo final después. Pero que igualmente podría mantenerse en dos dígitos hasta que el país termine de amigarse con los mercados, lo que no sucedería hasta bien entrado el 2021. En este esquema, reconocido también por el FMI, la peor decisión es fomentar el endeudamiento a tasas demasiado elevadas.
Por otro lado, la alternativa de una mayor emisión está por ahora vedada políticamente, más si se tiene en cuenta que desde el Senado se prohibió explícitamente la alternativa de tomar deuda para cubrir gastos corrientes. Entendiendo además el déficit fiscal como parte de ese “gasto corriente”. Y más si la alternativa de tomar más deuda es en divisas y no en pesos, operación que de incrementarse en demasía absorbería la suficiente cantidad de moneda como para que el sector privado termine desamparado ante la posibilidad de tomar créditos productivos. Esto, en un año donde lo que busca el Gobierno es la recuperación económica de los privados (especialmente pymes), para el ala política del oficialismo es imperdonable.
El 1,5% tope de emisión no es un porcentaje caprichoso. Afirman desde Washington que es el fruto del análisis de los datos obtenidos durante la primer visita de Luis Cubeddu y Julie Kozac de comienzos de octubre; sumado a la información cosechada en la última visita de la misión oficial del titular del caso argentino y la directora adjunta para el Hemisferio Occidental. Ambos trataron el tema en varias reuniones con funcionarios del Gobierno nacional, pero la reiteraron con el laboratorio de análisis fiscal del propio organismo. Según las planillas de cálculo de quienes trabajan en el Fondo, la situación monetaria local no puede soportar una emisión de pesos de más de 1,5% para el 2021, sin tener problemas de contención inflacionaria y cambiaria. Y reiteran: es soportable y aceptable el déficit de 4/ 4,5% del PBI; pero no un financiamiento del desequilibrio de más del 1,5%. Ya un 2% sería considerado insostenible y un 3%, trágico.