La falta de confianza y el bajo nivel de inversión conspiran contra la recuperación de un crecimiento sostenido. Pero la aceleración tanto de la economía tras la pandemia como de la vacunación en los próximos meses mejoran las chances del oficialismo de cara a octubre
Desde que volvió la democracia, los segundos años de los distintos gobiernos que han pasado por la Argentina fueron los mejores. Quizás se trate de una casualidad o tal vez se deba al tiempo que demanda acomodarse en la gestión. Y también en la mayoría de los casos ese impulso les sirvió para ganar las elecciones de medio término.
Raúl Alfonsín consiguió recuperar la economía en 1985 a partir del plan Austral y ganó las elecciones. Carlos Menem lo logró en 1991 con la Convertibilidad y arrasó en las legislativas. Incluso Mauricio Macri empezó muy mal en 2016 pero consiguió un fuerte repunte al año siguiente con triunfo electoral incluido. Hasta se puede aplicar este análisis al período post-convertibilidad. Arrancó muy mal Eduardo Duhalde en 2002 pero para el 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, la actividad estaba en pleno repunte.
Alberto Fernández se entusiasma por estas horas con estos antecedentes y dar vuelta un primer año decididamente malo, tanto en lo social como en lo económico. Le queda, claro, el aliciente de que la Argentina no fue como en otras ocasiones uno de los pocos países en recesión, sino que casi todo el mundo sufrió caídas récord del PBI a causa del Covid-19.
La economía está ahora en ese proceso de mejora, luego de la drástica caída que sufrió por la cuarentena extrema de abril y mayo. Que se venía el rebote ya era sabido. Luego de un cierre total de industrias y comercios que generó un derrumbe histórico de casi 20% interanual, por delante sólo quedaba esperar la recuperación, a medida que la actividad se fuera normalizando.
El ritmo de ese repunte en algunos sectores sorprendió a los analistas privados y hasta a los propios funcionarios del equipo económico. La industria y la construcción ya están operando bien por encima de los niveles previos a la pandemia. Caída y recuperación dibujan en ambos casos una clara “V”.
De la totalidad de rubros que integran el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), el 75% ya recuperaron todo lo que se había perdido por la pandemia, un dato que se enfatizó en la última reunión de gabinete económico el miércoles. El otro 25% viene en algunos casos sumamente rezagado, como sucede con la hotelería, las agencias de turismo y la gastronomía.
No taaan mal
Como consecuencia del repunte de varios sectores y la aceleración de ese ritmo en el último trimestre, la economía finalmente mostraría una caída algo menor a la estimada. De acuerdo a los últimos cálculos que manejan tanto en Economía como en el BCRA, la retracción del año pasado habría terminado en el orden del 9,7%, es decir algo menos del 10% que se venía calculando. Aunque es una caída muy fuerte, está lejos del -12,5% que se pronosticaba hace algunos pocos meses. El número final recién lo divulgará el INDEC el 24 de este mes.
La recuperación, de todas formas, viene “floja de papeles”. Ninguna de las razones que mantienen a la Argentina en estanflación hace una década desapareció. Al contrario, todos los problemas se siguen agravando. El resultado es que los niveles de confianza están por el piso, la inversión también se mantiene en valores históricamente bajos y el empleo privado está lejos de recuperarse, mientras sigue creciendo el empleo público. Los mercados tampoco se entusiasman por ahora con los mejores números. Argentina sigue siendo un “paria” internacional, sin acceso al crédito y que se vuelve a perder una enorme cantidad de dinero que se está volcando a mercados emergentes, en un contexto de mucha liquidez global.
Vaticinar qué sucederá luego de las elecciones es complicadísimo. Por un lado, no existen elementos concretos para pensar que la economía pueda retomar un camino de crecimiento genuino. Mientras tanto, todo será recuperar lo perdido durante la pandemia. Otros piensan que podría sobrevenir una nueva crisis, teniendo en cuenta que el Gobierno hará lo imposible para mantener tipo de cambio y la inflación bajo control, pero en forma artificial.
Una eternidad
Pero para llegar a octubre falta una eternidad, al menos para la dinámica a la que ya se ha acostumbrado la Argentina. Mientras tanto, la mejora de la actividad también le permite mayores grados de acción y también de presencia mediática tanto al ministro de Economía, Martín Guzmán, como al de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas.
La esperanza del equipo económico ahora es que este incipiente repunte que ha tomado más vigor que lo que muchos esperaban a esta altura no solo se sostenga sino que incluso acelere en los próximos meses.
Y existen algunos elementos que efectivamente podrían satisfacer estos deseos de recuperación. En primer lugar, el propio rebote estadístico tras una caída tan brutal en el segundo trimestre de 2020.
La estabilidad cambiaria es un factor central para que la economía no sufra un tropiezo durante 2021. La caída del tipo de cambio libre desde el pico de los $ 190 de fines de octubre fue un elemento principal para que se produzca el rebote en forma más vigorosa en los últimos meses del año. Por eso la energía está puesta en evitar sorpresas con el dólar.
Un mayor ingreso de divisas por los altos precios de la soja y un estricto cepo cambiario le permitiría al Central manejar con cierta comodidad el nivel de reservas y apuntar a una recuperación gradual más firme en el segundo trimestre. Se estima que este año ese plus dejaría alrededor de USD 9.000 millones adicionales a lo que se estimaba antes de que volara el precio de la oleaginosa.
Y para evitar que se escape el dólar libre como ocurrió durante octubre, la fórmula es vender bonos tanto por parte del Central como de ANSES para evitar que los dólares financieros (tanto las variantes “MEP” y “contado con liquidación”) se muevan libremente.
Prolongar la paz cambiaria no es gratis. Por un lado, se fue perfeccionando el cepo, a tal punto que hoy la pelea es por quién accede a los dólares oficiales para importar. Los faltantes de productos importados ya se hacen notar y serán una constante a lo largo del año.
Además, la venta de bonos por parte de dependencias oficiales también significa un fuerte endeudamiento, hoy a tasas superiores al 17% anual en dólares. Justamente al revés de lo que pregonaba el propio Guzmán al referirse a la “sostenibilidad” de la deuda.
Inflación, paritarias y después
Bajar la inflación desde el pico de 4% es otro elemento central para prolongar la mejora. Por eso la importancia del encuentro que el Gobierno sostendrá entre empresarios y sindicalistas esta semana. El objetivo es que tanto precios como salarios confluyan cerca del 29%% que figura en el Presupuesto 2021, como estrategia para recuperar el poder adquisitivo. La paritaria “relámpago” que cerraron los bancarios con un aumento justamente del 29% en tres tramos pareció más bien una ofrenda del ultrakirchnerista y titular de la Bancaria, Sergio Palazzo, para encaminar las próximas conversaciones. Pero en las empresas tienen otra lectura de lo que se viene. “Todos los empresarios que conozco trabajan con una hipótesis de inflación del 50% para el año”, aseguró Miguel Blanco, coordinador del Foro de Convergencia Empresarial y alto ejecutivo de Swiss Medical.
Por delante el desafío será cambiar el malhumor social luego de un año atravesado por la pandemia. Según una reciente encuesta de Poliarquía, el 72% de la gente siente que su economía personal se ha deteriorado en 2020.
Pese a la caída del empleo y el aumento de la pobreza, no luce tan difícil para el oficialismo pensando en las elecciones. Un rebote de la actividad que podría estar en el orden del 5% y un plan de vacunación que para el tercer trimestre ya debería haber abarcado como mínimo a toda la población de riesgo serán los logros que tendrá para mostrar el gobierno de Alberto Fernández. El Presidente se entusiasma con haber dejado atrás un primer año de gestión a los tumbos para pasar a un 2021 que arrancó más prometedor.