El mercado de divisas está afectado por políticas proselitistas, pero también por desequilibrios entre oferta y demanda y la política del Banco Central
Las elecciones del 14 de noviembre están cerca, pero lejos a la vez. La dinámica de los indicadores económicos y financieros acorta los plazos y los analistas prevén que las presiones alcistas sobre el dólar se van a acentuar hacia fin de año por una demanda firme -y apuntalada por la emisión de pesos- y una oferta escasa por motivos estacionales y también estructurales.
Entre los factores que confluirán en una creciente tensión cambiara, enumeran:
1) Gasto electoral. Más pesos en la calle terminan, tarde o temprano, impulsando la demanda de divisas. Desde el sector minorista, son dólares para atesoramiento y turismo, en la medida que se abran las actividades. Y una inflación estacionada en torno al 50% interaniual además empuja a la suba del dólar por los canales alternativos, como cobertura.
Solo en septiembre (hasta el 22), el Banco Central le giró al Tesoro $250.000 millones en concepto de Transferencia de Utilidades, una ganancia ficticia porque excede el efecto de la devaluación del peso sobre las reservas y desconoce el costo de los instrumentos de regulación monetaria (Leliq y Pases). Y a lo largo de 2021 le inyección de pesos alcanza los $960.000 millones, por Adelantos Transitorios más Transferencia de Utilidades.
Un análisis de Eduardo Fracchia y Martín Calveira, economistas del IAE Business School, subraya que “un mayor desequilibrio monetario además de influir en la estructura de precios plantea dificultades para la gestión cambiaria. El mayor nivel de incertidumbre generado con las tensiones políticas tras las PASO afecta claramente las expectativas económicas de corto plazo que se materializan en presiones cambiarias apremiantes para la política económica. En un escenario de fragilidad financiera y bajo nivel relativo de activos externos netos en el Banco Central, gestionar las presiones sobre el tipo de cambio se torna complejo y plantea mayores tensiones sobre los precios de la economía”.
“El 15 de noviembre nos va a encontrar casi sin reservas externas y con mayor emisión monetaria. Resulta dudoso que pueda mantenerse el esquema económico y financiero relativamente moderado que rigió hasta ahora; las perspectivas podrían resultar de mayor inflación y devaluación con sus consecuencias recesivas, agravado por conflictos políticos fuertes y geneneralizados”, estimó Roberto Drimer, de VatNet Research.
2) Ventas de contado del BCRA. Entre septiembre y noviembre es el Banco Central el que equilibra los puntuales faltantes de oferta en el mercado mayorista, a través de ventas de contado, debido a una merma estacional de la liquidación de exportaciones.
Aunque el saldo neto negativo por las intervenciones durante septiembre fue de unos USD 700 millones, la mitad de los USD 1.600 millones vendidos en igual mes del año pasado, la demanda de importaciones, cuando la actividad económica transita un sendero de recuperación, impone una elevada exigencia al Central, cuyas reservas netas -excluido el oro- contabilizan cerca de 3.000 millones de dólares.
“El ensanchamiento de la brecha cambiaria junto a mayores expectativas de devaluación podría alentar un adelantamiento de las compras al exterior”, dijo la consultora Abeceb en un informe, y añadió que “en caso de que la pérdida de reservas y la mayor inestabilidad cambiaria conduzca a mayores restricciones a las importaciones, las operaciones podrían verse obstaculizadas”.
Un punto aparte lo constituye la diferencia entre el saldo de exportaciones liquidado con antelación (registrado por el BCRA en el MULC) y el devengado (registrado por el Indec), por unos USD 1.000 millones, que implica que hacia fin de año se efectuarán ventas cuyas divisas originadas ya ingresaron al mercado en meses anteriores y, por lo tanto, no estarán disponibles para la oferta.
3) Caída de reservas brutas. Los activos externos del BCRA superaron los USD 46.300 millones a finales de agosto, por el aporte de nuevos Derechos Especiales de Giro del FMI por más de USD 4.300 millones, pero este refuerzo se diluirá progresivamente para fin de año, justamente por la cancelación de vencimientos con el propio organismo.
Estimaciones privadas proyectan reservas brutas entre los USD 38.000 millones y los USD 39.000 millones para fin de año, un piso que ya tocaron en diciembre del 2020 y que sería el stock más bajo desde diciembre de 2016, cinco años atrás.
“La combinación de mayor financiamiento monetario en los próximos meses y una tendencia declinante de las reservas por ventas en el mercado oficial de cambios y en los mercados financieros, junto con el reciente pago al FMI, pone presión a los tipos de cambio financieros, que estimamos continuará hasta las elecciones de noviembre”, estimó Delphos Investment.
4) Atraso cambiario. La estrategia de “anclar” el tipo de cambio formal, con un ascenso gradual muy por debajo a la tasa de inflación, funcionó sin contratiempos para el Banco Central, ayudado por estricto cepo que es una barrera de contención para eventuales “corridas” cambiarias como las ocurridas en 2018 y 2019.
Pero esta receta puede llegar a ser contraproducente para la economía, pues promueve las importaciones a un dólar oficial que en 2021 subió 17,5%, contra una inflación de un 35% en nueve meses, mientras que castiga las exportaciones con un tipo de cambio bajo, más las retenciones que se le aplican a los principales rubros.
Para los analistas de Invecq Consultora Económica, “es poco probable que un nuevo boom de la soja haga zafar a la economía de una corrección cambiaria importante en los próximos meses. Tampoco es posible imaginar un nivel superior de ‘cepo’ que funcione para detener el drenaje. El problema está en el desequilibrio fiscal y en su financiamiento. Cuanto más se demore en identificarlo o en convencer a toda la coalición (gobernante) de que hay que avanzar en ese plano, mayor será la magnitud de la corrección cambiaria”.
El Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (Itcrm) que mide el Banco Central regresó a niveles inferiores a los 110 puntos, similares a los registrados en julio de 2019. Quiere decir, que en poco más de dos años, la inflación -junto con una devaluación reprimida- erosionaron toda la competitividad cambiaria producto del salto del dólar después de la PASO del 12 de agosto de aquel año.
5) La influencia de Brasil. Relacionado a lo anterior, se da que la cotización del dólar en el mayor socio en el Mercosur reemprendió el alza, hasta 5,43 reales (subió 10,6% en los últimos tres meses). Un real depreciado abarata la producción brasileña y reduce la competitividad de los productos argentinos que son demandados en el intercambio comercial.
Economistas de Cohen SA enfatizaron que “el desafío de Brasil continúa siendo avanzar en reformas estructurales que le permitan bajar la desocupación y la pobreza, el déficit fiscal y la elevada deuda pública, además de bajar la inflación. Las proyecciones para Brasil se siguen deteriorando: para este año, el mercado espera un alza de PBI de 5,03% (versus 5,27% un mes atrás), y de apenas 1,57% para 2022. En cuanto a la inflación, prevén que este año llegue a 8,45% (versus 7,11% un mes atrás), y a 4,12% el año que viene”.