Tras la operación militar que determinó Vladimir Putin, el precio del barril de petróleo superó los 100 dólares por primera vez en más de siete años. Frente a la escalada del conflicto bélico será clave la confiabilidad y acceso al capital para mitigar el impacto de la onda expansiva en nuestra economía
La invasión militar que ordenó Vladimir Putin sobre Ucrania tuvo como primera reacción en los mercados que el precio del barril de petróleo superara los 100 dólares por primera vez en más de siete años. La onda expansiva de la escalada del conflicto bélico puede impactar en distintos puntos de la economía argentina.
Minutos antes de las 6 de la mañana -hora de Moscú- el mandatario ruso anunció en un sorpresivo mensaje por televisión que decidió “llevar a cabo una operación militar especial”, llamó a los militares ucranianos a deponer sus armas, a los civiles a cooperar, y advirtió que quienes “intenten interferir” deberán saber que “la respuesta de Rusia será inmediata y conducirá a consecuencias que no han conocido jamás”. Tras el mensaje, se escucharon explosiones en Kiev, la capital de Ucrania, en Kharhiv y en la ciudad portuaria de Mariupol en el este del país.
De inmediato, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, condenó el “ataque injustificado y no provocado” y afirmó que “Putin eligió una guerra premeditada que provocará sufrimientos y pérdidas humanas catastróficas”. “El mundo hará responsable a Rusia” por el ataque a Ucrania, advirtió el mandatario estadounidense.
En la misma sintonía se pronunció la OTAN. Por su parte, el Gobierno de Ucrania confirmó que Putin lanzó “una invasión a gran escala” sobre su territorio e instó a la comunidad internacional a tomar medidas contra el Kremlin: “El mundo puede y debe detener a Putin”.
En este contexto geopolítico, Argentina transita con la ambigua postura que definió Alberto Fernández en el plano de las relaciones internacionales. La dificultad de sentar posición con firmeza radica en que la Casa Rosada se encuentra entre Rusia, uno de los mayores socios políticos y comerciales, y Estados Unidos, con su influencia en el Fondo Monetario Internacional, a horas de que se cierre el acuerdo para reestructurar la deuda de USD 44 mil millones contraída por Mauricio Macri.
A principios de mes, en Moscú, Alberto Fernández le dijo a Putin que quiere dejar atrás “la dependencia” con los EEUU y ofreció que Argentina sea “la puerta de entrada de Rusia a America Latina”. El canciller Santiago Cafiero y el embajador Jorge Argüello, tuvieron que interceder ante la Casa Blanca para evitar una escalada diplomática luego de las palabras del presidente argentino.
Frente a la situación que atraviesa Ucrania, Cancillería argentina pidió “a todas las partes involucradas” que “avancen en una negociación diplomática, a fin de mantener la paz y la seguridad internacionales”. Y ayer, ante la Organización de Naciones Unidas, Argentina pidió “el respeto a la soberanía de los estados” e insistió con llamar a la paz. En ninguna de las dos declaraciones se nombró a Putin.
Aún no hubo pronunciamiento del Gobierno de Alberto Fernández tras los ataques de Rusia sobre Ucrania. Más allá del posicionamiento geopolítico, las dudas aumentan en torno al impacto del conflicto bélico en la economía de nuestro país.
“Lo primero que ocurriría sería un fortalecimiento del dólar; ante la incertidumbre habrá un flight to quality (vuelo a la calidad), con la compra de bonos del Tesoro de EEUU, lo que también implicará una importante salida de capitales de los mercados emergentes, sin demasiada diferenciación”, había planteado ante Infobae el analista económico internacional Marcelo Elizondo, presidente en la Argentina de la International Chamber of Commerce. La otra cara de la revaluación del dólar, agregó, sería una caída general del precio de las commodities, pero con marcadas diferencias.
Por un lado, el aumento del precio de la energía (gas, petróleo), afectaría negativamente a la Argentina, que es un importador neto, especialmente a través del encarecimiento del precio GNL, el gas natural licuado, que llega al país en los llamados “buques metaneros”. La secretaría de Energía ya había calculado para este año el precio medio del GNL importado en 25 dólares el millón de BTU, incluyendo el costo de regasificación, el triple del promedio pagado en 2021, y el experto en energía Daniel Montamat estimaba en USD 3.000 millones el rojo de la balanza energética argentina en 2022. La evolución de los últimos días indica que esa cuenta se estiraría aún más. Ese efecto podría podría atenuarse en parte con el aumento de otras commodities asociados al conflicto, como el trigo, del que Rusia y Ucrania son grandes productores.
En el caso argentino, la salida de capitales del mundo emergente no sería un riesgo directo, sino indirecto, a través de una mayor presión cambiaria y pérdida de competitividad respecto a otras economías emergentes, más teniendo en cuenta la política de atraso del dólar oficial que aún mantiene el gobierno argentino, calculó Elizondo.
Teniendo en cuenta el tipo de respuesta y las sanciones que podría incrementar Estados Unidos sobre Rusia, podría dispararse una segunda ronda de efectos sobre el precio del gas y el petróleo y el comercio global.
Además de los factores objetivos que afectan la provisión y el transporte, los precios se mueven por expectativas, como sucedió –a favor de la Argentina- en las últimas semanas con la soja, cuyo precio fue impulsado por fondos de inversión que decidieron posicionarse en la oleaginosa de cara al conflicto.
Según el analista internacional, este conflicto bélico podría desencadenar un nuevo orden bipolar en el que por un lado se posicionen las democracias capitalistas occidentales con aliados como Qatar, Arabia Saudita, Israel y la India, y del otro lado regímenes como Rusia, China e Irán, que reniegan del capitalismo.
Por su parte, Héctor Torres, quien durante varios años fue representante argentino en el directorio del FMI, había advertido que ante una invasión por parte de Rusia, “con una economía tan vulnerable nos veríamos obligados a tomar partido”: “El gobierno perdería todo espacio para el coqueteo con Putin y con Xi Jinping”.
“Probablemente aumente el precio de los productos básicos, empezando por el petróleo, el gas y el gas natural licuado; ello tendría consecuencias negativas sobre nuestra balanza comercial, las que muy probablemente excederían un probable aumento del precio de nuestras exportaciones de cereales y granos”, planteó.
En cuanto a los aspectos financieros, “muy probablemente haya un movimiento de capitales hacia monedas e inversiones de ‘refugio’ (Oro, Franco Suizo, dólar, bonos del Tesoro de EEUU) y una salida de capitales de Europa (el Euro podría depreciarse) y de las economías emergentes. Como nuestra deuda externa está mayormente en dólares, esto aumentaría su peso sobre nuestra economía”.
“Dependiendo de la duración del conflicto y de la severidad de las sanciones económicas impuestas sobre Rusia, es probable que Moscú no quiera o no pueda aportar Derechos Especiales de Giro (DEGs) al anunciado (pero aún no creado) Fondo de Resiliencia y Sustentabilidad”.
A su vez, “un aumento en el precio internacional de los hidrocarburos agravaría el atraso del precio local de la energía, pero si el gobierno abandona la presuntuosa idea de servirle de ‘puerta a Rusia’ en la región y logra que el conflicto no resquebraje aún más al Frente de Todos, el entendimiento con el FMI podría no verse afectado”, señaló Torres.
Jorge Vasconcelos, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea, analizó que la posibilidad de un mundo segmentado tiene dos características adversas para la Argentina. De un lado, la segmentación, sobre todo en el mercado mundial de la energía, hace que además de tener precios competitivos (como los de Rusia para el gas que hasta ahora abasteció a Europa) un proveedor debe ser confiable (algo que Rusia dejaría de ser, al menos para Europa).
Del otro, la aceleración de la transición energética, iniciada por la pandemia y que podría profundizarse si Europa, con ayuda de proveedores como EEUU, Australia y Qatar (recientemente designada “aliada extra-OTAN” de Washington) reduce su dependencia del gas y el petróleo rusos, requerirá gigantescas inversiones de capital, lo que a su vez remite al riesgo-país y el costo del crédito, dos debilidades argentinas.
En este marco, Argentina no es vista como un país confiable ya que “no se sabe si pagará su deuda, las empresas no saben si accederán a los dólares necesarios para cumplir compromisos de importación y exportación, en Vaca Muerta hay más gas del que podemos mover por gasoductos y exportar, si hubiera infraestructura suficiente”, y necesita inversiones multimillonarias no factibles con la actual tasa de riesgo-país.
Frente a este panorama, será clave el rumbo que decida adoptar Alberto Fernández frente al conflicto bélico. Tanto económico como ideológico.