Goethe solía señalar que Dios actúa recto por los caminos torcidos. En definitiva, en su mayor obra, Dios y Mefistófeles (el diablo) enarbolan sus apuestas para ver quién se queda con la voluntad del Dr. Fausto, enamorado de la esquiva Margarita.
El gobierno argentino se enfrenta a una compleja negociación para salvar el frente externo cuya suerte no depende enteramente de la voluntad de la Casa Rosada. Aunque se intente encapsular la inquietud, se resquebraja por estas horas la sensación de ‘control‘ que el Gobierno dice tener. En silencio, se siguen las gestiones de un conjunto de fondos de inversión que podrían empujar al país a un default total o, en cambio, presionar para que el propio ministro Axel Kicillof se siente el 1 de enero a negociar con los holdouts una vez vencida la cláusula RUFO.
En rigor, como se verá, lo paradójico es que quizás a la Argentina le convenga negociar cuanto antes con los holdouts para evitar que otro grupo de fondos, que ha comprado millones de dólares de bonos PAR en las últimas semanas, lo obligue a un desembolso aún mayor. También se entenderá por qué el presidente del Banco Central Alejandro Vanoli, decidió manifestarle a la gente de JPMorgan una supuesta vocación de pago por parte del Gobierno, aunque no sea del todo cierta. La ansiedad carcome la hidalguía del ministro de Economía con la misma inexorable contundencia con la que los molinos de viento resistían los embates del Quijote.
La mayor preocupación hoy no son los holdouts sino la hermética voluntad de un grupo de fondos de inversión especulativos que, aprovechando los precios de los bonos argentinos PAR, decidieron apostar a que el Gobierno se verá obligado a aceptar la aceleración de los pagos de ese bono como consecuencia del default impuesto por Griesa. El dato es que en los últimos días, dos fondos de inversión se declararon poseedores del 25% de alguna de las series emitidas de los bonos PAR, por unos u$s 1.600 millones (de una serie de u$s 6.000 millones). Este es el monto necesario para pedirle al Gobierno la aceleración y pago por unos u$s 14.000 millones, una cifra a todas luces imposible de cumplir.
Según confirman fuentes del mercado, el derrotero de la suerte de los títulos argentinos llevó a buena parte de los fondos de inversión de mercados emergentes (fondos EM) a deshacerse de miles de bonos PAR. Otros fondos de inversión, los denominados Distressed Funds o Fondos DF, cuyo objetivo es comprar deuda con mucho riesgo, aprovecharon entonces este contexto para hacerse de una abismal cantidad de títulos PAR. Si la visión de los Fondos EM era que estos títulos estaban caros, la de los Fondos DF era que esos bonos, en las condiciones de default a las que había dispuesto el juez Griesa, les iban a permitir una aceleración y, por ende, una negociación mejor.
Seis de cada diez dólares en activos argentinos que los fondos DF tienen hoy en cartera, son de bonos PAR. Es decir, ya reúnen el monto necesario para pedirle una aceleración de los pagos a la Argentina. Sin embargo el objetivo es otro: por estas horas se tienen reuniones para sumar, entre otros fondos, un 50% de la emisión de los bonos PAR. ¿Para que habrían de hacerlo?
Los detalles no ahorran zozobra. Las cláusulas del bono PAR son claras. Tanto en lo que es cross-default (acelerar el bono PAR por el default de otro bono) como en el default directo (30 días de defaulteado el propio bono PAR) los inversores pueden, con el 25% de la emisión, pedirle al Gobierno que pague todo el bono. Sin embargo, con la tenencia del 50% del total de la emisión de esos bonos, pueden "deshacer" ese pedido o desacelerar. Es decir, un fondo o varios pueden pedir que se acelere el pago con el 25%, lo que provocaría un golpe brutal sobre las reservas del Banco Central, pero pueden, con el 50%, deshacer esa imposición. ¿Para que buscarían estos fondos el 50% de los bonos? Respuesta: para presionar al país para que se siente en una mesa de negociación.
Aquí se comprende entonces por qué el Gobierno está interesado en que trascienda que Kicillof va a sentarse a negociar con los holdouts a partir de enero aunque no sea del todo así. El ministro de Economía no quiere que una lectura negativa por parte de quienes tienen bonos PAR, entre ellos JPMorgan, termine provocando mayores compras por parte de estos fondos que buscarían acelerar la deuda, lo que aumentaría las chances de los fondos de conseguir el 50% de la emisión de bonos PAR. Se entiende entonces que cuando Alejandro Vanoli habló sobre el sendero que quiere recorrer el Gobierno en el encuentro que armó JPMorgan, no lo hizo sin intención: buscaba que los inversores que tienen bonos PAR (y que el gobierno argentino no sabe quiénes son), mantuvieran sus títulos en cartera con la esperanza del cobro, en lugar de vendérselos a los fondos especulativos DF.
"‘Con el 25% uno puede poner a la Argentina al borde del default, pedirle la aceleración del bono, pero no se puede controlar la respuesta del país; en cambio con el 50% del total del bono, uno puede negociar, ya que tenés en tu poder la llave para sacar al país de esa situación", señala un ejecutivo de una entidad extranjera que ha participado de los encuentros en Washington. El especialista sostiene que, durante la Asamblea Anual del FMI, en una reunión convocada por Merril Lynch, se invitó a un nutrido grupo de fondos de inversión, a completar una encuesta mediante "control remoto". Una de las preguntas fue: ¿usted piensa que se acelerará la deuda de la Argentina? Casi un 45% de los presentes respondió que "sí".
De todas formas los Fondos DF hacen equilibrio: consideran que la aceleración es una opción, pero quieren tener la opción de desacelerar porque piensan que la situación podría eventualmente salirse de su control.
El próximo 30 de octubre marca una fecha límite. Es que el pedido de aceleración se puede hacer por dos razones: la primera, lo que se llama "default cruzado", es decir, que el default de un bono, habilita a los tenedores de otro bono (en este caso PAR) a pedir que se adelante o acelere todo el pago de ese bono en un solo momento. La segunda razón es, directamente, que el bono del cual se posee una cantidad (en este caso, los PAR) haya dejado de pagar y haya corrido un plazo de 30 días desde esa fecha.
Si bien en el primer caso exigir una aceleración podría implicar áridas trabas judiciales, ya que la Argentina depositó astutamente la cantidad de dinero correspondiente en el Bank of New York (BoNY), por lo que es judicialmente compleja la situación y podría embarrar las probabilidades de éxito de los fondos, en el caso de los bonos PAR, la Argentina hizo el depósito respectivo, pero en lugar de hacerlo en el BoNY, como dicen las cláusulas de los PAR, lo realizó en Nación Fideicomisos, cuyas implicancias son distintas ya que no sólo esta entidad no figura en las pautas legales del bono, sino que ni siquiera quienes están al frente de esta entidad tienen el nombre de los tenedores de deuda. Por eso, ¿cómo podría Nación Fideicomisos hacerle un pago a quien no conoce ni sabe dónde está o cuántos bonos tiene? Por ende, los fondos DM entienden que desde el 30 de octubre podrían poner al país contra las cuerdas.
Así como Dios y Mefistófeles se disputaban la voluntad del Dr. Fausto, de la misma forma los fondos de inversión especulan con torcer la estrategia del Dr. Kicillof, quien, en lugar de pensar en el amor de Margarita, probablemente ya comience a cavilar en forma más amable sobre las solapadas virtudes del Paul Singer, el titular del fondo Elliot, "el señor de los buitres".