Todavía restan venderse 23,3 millones de toneladas de la cosecha 2022. El «plazo fijo chacarero» aún no mueve la aguja. Los productores retienen la oleaginosa como refugio de valor.
En el Gobierno hay una gran preocupación por el fuerte retroceso que muestra la comercialización de soja por parte de los productores, que indefectiblemente derivará en las próximas semanas en un retroceso en el ingreso de divisas. Pero eso no es todo porque este escenario le sumará más presión al Banco Central en su afán de contener los distintos tipos de cambio paralelos y acumular reservas. Concretamente, contabilizando junio y la primera semana de julio, las ventas de la oleaginosa cayeron 32% respecto al mes previo; todavía restan venderse 23,3 millones de toneladas de la cosecha y lo cierto es que los agricultores no encuentran incentivos para desprenderse de su refugio de valor.
Según las estadísticas oficiales, al cierre de junio se llevaban comercializadas 11,4 millones de toneladas de soja del ciclo 2021/22 (precio cerrado), aproximadamente el 27% de la cosecha total. A esa fecha quedaba sin comercializar el 73% de la producción, la cifra más alta de las últimas 15 campañas. Además, la volatilidad macroeconómica parece haber influido en las ventas de junio y el arranque de julio, considerando que en mayo se venían vendiendo en promedio unas casi 800.000 toneladas semanales, que bajaron a 540.000 toneladas en las últimas 5 semanas (4 de junio y 1 de julio), un ajuste del 32%. Esta desaceleración de las ventas implica un acumulado de 1,2 millones de toneladas menos en este período de 5 semanas.
En este marco, Juan Manuel Garzón, de la Fundación Mediterránea, explicó: “Como puede inferirse, cualquier demora en la comercialización de los granos ralentiza luego operaciones de exportación, principal destino de estas materias primas, y posterga el ingreso de divisas al mercado cambiario; en un contexto de mucha volatilidad y desconfianza hacia la política económica, esto genera presión adicional sobre el mercado cambiario y el precio de la divisa extranjera».
«Ahora bien, debe advertirse que el problema no son los dólares del campo que pueden demorar en ingresar, de hecho, el sector puede y debe disponer libremente de su producción, decidiendo cuándo es el mejor momento para desprenderse de los granos, tal como sucede en los principales países productores del mundo. Lo que debe preguntarse es por qué los dólares no alcanzan en un escenario de excelentes precios internacionales de materias primas y de una cosecha relativamente buena, qué está pasando con la demanda de dólares que se viene mostrando tan activa e intensa en los distintos mercados cambiarios (oficial, libre), qué es lo que está haciendo que los actores económicos se desprendan de sus pesos para intercambiarlos por divisas, ya sea en forma directa (comprando billetes) o indirecta (manteniendo o comprando activos dolarizados, importando bienes)”, añadió.
En tanto, el economista es categórico al detallar que las respuestas a estas preguntas no hay que buscarlas en el mercado de dólares ni tampoco en las decisiones de los agentes privados “sino más bien en el mercado de pesos y en las decisiones de política económica, en el gran desequilibrio que se viene generando en el mercado de pesos por una emisión desmedida para financiar los excesos de gasto público, tanto del presente (déficit fiscal) como de pasado (deuda del tesoro)”.
Por lo pronto, las medidas de incentivo que buscó el Gobierno para que el productor venda la soja que tiene almacenada en sus silos no han surtido el efecto esperado. El «plazo fijo chacarero”, que está destinado a los productores agrícolas y su rendimiento relacionado al valor de los granos y de la cotización del dólar, no movió la aguja en un contexto en el que la brecha entre el dólar oficial y los paralelos está en su máximo histórico.
Al respecto, el empresario Antonio Aracre, CEO de Syngenta, atento a la actualidad opinó en Twitter: “El éxito del plan económico para los próximos doce meses consiste en encontrar incentivos fiscales para que el productor venda sus granos sin que haya que devaluar y para que la inflación se desacelere y el poder de compra salarial se recupere. Fácil decirlo, complejo de instrumentar”.
Así las cosas, por lo pronto la liquidación del campo sigue fluyendo con relativa normalidad. Hasta el jueves pasado las empresas agroexportadoras habían ingresado al mercado de cambios local poco más de u$s1.500 millones y comparado con el mismo período del mes anterior el ingreso de dólares cayó apenas unos u$s200 millones, ya que en los primeros 9 días hábiles de junio ingresaron alrededor de u$s1.700 millones.
La situación podría ser más compleja en las próximas semanas y será en ese momento, o en realidad antes, cuando el Gobierno deberá ser “creativo” para incentivar a los productores a vender su soja, según arriesgan algunos economistas y conocedores del sector. Es que, por ejemplo, en octubre de 2020 el exministro de Economía, Martín Guzmán, estableció una baja temporal de las retenciones a la soja para fomentar el ingreso de dólares, una medida que no logró el efecto deseado.
En esta oportunidad el escenario es todavía más complejo porque la economía argentina no solo no puede resignar ni un solo punto de la recaudación por retenciones sino que también entran en juego otros factores como la caída de los precios internacionales de los granos que están bastante lejos del pico que generó la guerra entre Rusia y Ucrania que puede también contraer el ingreso de dólares del campo.