Julio presentaría una contracción en la comparación mensual ajustada por estacionalidad. Advierten por el impacto de la aceleración inflacionaria sobre los ingresos y la suba de tarifas, además del encarecimiento del crédito al consumo y la inversión por el ajuste de las tasas.
La actividad económica creció en junio 6,4% interanual y 1,1% frente a mayo, tal como informó el INDEC la semana pasada. El EMAE, detalló el organismo oficial, acumuló un avance de 6,3% en el primer semestre con respecto al mismo periodo del año anterior. Sin embargo, por diversos factores, esta tendencia encontrará un freno a partir de julio. Y tenderá, paulatinamente, a desacelerarse en el segundo semestre.
Las nuevas restricciones a las importaciones, junto a costos de reposición inciertos producto de la incertidumbre cambiaria y el alza de los dólares paralelos, afectarán la producción de distintos bienes. Aunque, destacan, un desempeño más favorable de los sectores de Servicios actuaría contrapeso en el nivel general de actividad. En ese escenario, las consultoras estiman un crecimiento anual de entre el 3% y el 3,8% para este año.
De hecho, ya en los datos del séptimo mes del año se observa cierta contracción en la comparación mensual. “En los indicadores de julio, cuando se ajustan por estacionalidad para ver la variación mensual, se empieza a ver cierta debilidad. Sobre todo, se observa en algunos indicadores de industria adelantados, como el de Fiel y Ferreres. Y también el indicador de consumo de energía que utiliza el CEPXXI, que dio una caída”, explicó a Ámbito Santiago Manoukian, Jefe de Research de Ecolatina.
“Nosotros también lo vemos en los tributos asociados a la actividad económica, que en julio ajustados por estacionalidad registran una caída mensual. Y también en un indicador que seguimos que es el OCDE Tracker, que sirve para seguir la actividad económica en el corto plazo, y ahí si se ajusta la serie se ve una caída. Por lo que esperamos una caída mensual ajustada por estacionalidad en julio”, detalló Manoukian.
“En la primera mitad del año la actividad económica argentina tuvo un dinamismo que estuvo por encima de las previsiones. Esto se debió a que la excepcional mejora en los términos de intercambio generó un ingreso adicional, que no solo permitió compensar los efectos de la sequía, sino también financiar la expansión de otros sectores, como la industria manufacturera”, explicó por su parte Eugenio Marí, Economista Jefe de la Fundación Libertad y Progreso.
“Sin embargo, a partir de julio esperamos que empiece a evidenciarse una desaceleración y que luego, incluso, empecemos a registrar variaciones negativas en la actividad a medida que entramos en el cuarto trimestre. Esto tiene su explicación en factores estructurales de la economía argentina, que no genera certidumbre ni tiene reglas de juego que apuntalen la inversión. Como consecuencia, el PBI potencial argentino se encuentra estancado y la actividad se mueve cíclicamente alrededor de este nivel”, detalló el economista.
Marí destacó, también, las “cuestiones coyunturales” que impactarán en la actividad. “El ciclo económico internacional se está revirtiendo, lo que afectará a las economías emergentes, como Argentina. Y también nuestra propia política económica, que aún tiene como tarea pendiente dar señales de que se van a ajustar los desequilibrios fiscales y monetarios”, subrayó.
Proyecciones
“Para este año estamos proyectando un crecimiento del 3,8% en el promedio anual”, señaló Manoukian, quien agregó: “Si la actividad económica mantuviese el resto del año el mismo nivel de junio 2022 (dato reciente del EMAE), la economía crecería en torno al 5% en el año, por lo que estamos estimando un avance negativo en términos desestacionalizados para el segundo semestre”.
“Las perspectivas del último tramo del año estarán teñidas por un mayor impacto de la aceleración inflacionaria sobre los ingresos (principalmente de cuentapropistas, informales y sectores más dependientes de transferencias del Estado), un ajuste de tarifas de servicios públicos que restará ingreso disponible, un encarecimiento del crédito al consumo y la inversión por el ajuste en las tasas y un menor impulso fiscal por la necesidad de acelerar la consolidación fiscal”, agregó el analista de Ecolatina.
Por su parte, tal como señalaron desde la consultora LCG al analizar el dato del EMAE de junio, para los próximos meses se espera “una desaceleración del crecimiento anual de la actividad”. “La inestabilidad política a raíz de los problemas internos de la coalición se tradujo en inestabilidad cambiaria y en un salto de inflación que más temprano que tarde tendrán arrastre sobre la actividad. A esto se suman las restricciones más agudas para las importaciones dado que el BCRA no está pudiendo revertir la dinámica contractiva de las reservas y el recorte del gasto para poder alcanzar (o acercarse) al compromiso fiscal acordado con el FMI. Así, proyectamos un crecimiento de la actividad entre 3%-3,5% promedio anual que, descontando el arrastre estadístico que dejó la recuperación de 2021, sería equivalente a una caída del 3,3% medida entre puntas”.