No faltó nada. Hubo devaluación y dólar ancla. Hubo guerra con los buitres y default selectivo. Llegamos al 2015 con la certeza de que la transición pide a gritos fondos frescos. Y el riesgo de ahogar aún más la actividad
Arrancamos el año con un shock cambiario que vapuleó los bolsillos y entregó poco y nada a cambio. Evaporada rápidamente la ventaja derivada de esa corrección, la economía se adentró hacia mediados del 2014 en otra pesadilla: tan porfiados como pacientes los buitres finalmente acorralaron al país en los tribunales con una sentencia sin duda controvertida hasta depositarlo en una nueva situación de default. Instalada en el desacato como estrategia, imposibilitada de pagar a los bonistas buenos, la Argentina quedó en un peculiar “default selectivo” que nos alejó un poco más del mundo cuando ya no hay margen para seguir viviendo con lo nuestro. Así cerramos el año con la accidentada emisión local del Bonar 2024, un esfuerzo en línea con el acuerdo con China para abultar reservas y que busca conseguir fondos en ventanillas alternativas para financiar la transición 2015 sin ahogar aún más la actividad en plena contienda electoral y sin claudicar en esa guerra con los buitres que fue el hilo discursivo de un año en el que el Gobierno encontró un villano a la medida.
La devaluación de Juan Carlos Fábrega en enero, con su abrupta suba de tasas y la imposición a los bancos de vender activos dolarizados, decantó en una paz cambiaria que perturbó la Corte Suprema de los Estados Unidos el 16 de junio al rechazar el caso argentino, una eventualidad que el Gobierno no parecía tener contemplada y que activó una bomba que no debía detonar hasta después del cambio de gestión.
Pero no hubo derrumbe catastrófico, en un mercado que se convenció rápidamente de que el Gobierno normalizaría la situación en el mediano plazo y que además ya está haciendo sus apuestas con la mira en un recambio político. Termina el 2014 con una calma cambiaria distinta, forjada esta vez por Alejandro Vanoli con vigilancia reforzada, y una desaceleración de los precios que no parecen llamadas a perdurar. En todo caso, la herencia de atraso cambiario e inercia inflacionaria será pesada.
Habrá que resolver en 2015 cómo financiar un nivel de gasto público que seguirá creciendo por encima de los ingresos.
Los analistas estiman que las necesidades en pesos para el año que viene, que se cubrirán con emisión de moneda por parte del Banco Central y alguna que otra emisión del Tesoro, estarán en torno a los $ 300.000 millones, mientras que los vencimientos de deuda en dólares, que habrá que afrontar con las reservas de las arcas, suman unos u$s 13.000 millones. Ya este año, la maquinita habrá volcado al mercado unos $ 160.000 millones, muy por encima de los $ 94.000 millones del 2013. Ni hablar de los $ 47.000 millones del 2012. Las reservas, si bien terminan incluso por encima del nivel de comienzos de año gracias a inyecciones puntuales, estarán bajo una presión monumental.
La Argentina 2014 dejó varios sobresaltos y una economía que se contrae. El 2015 plantea la urgencia de encontrar financiamiento para garantizar una “tranquilidad electoral” asentada sobre la continuidad del dólar ancla. También la preocupación de que sea a expensas de ahondar la recesión. Y dejar que se acumule la presión cambiaria.