El Gobierno seguramente postergará la resolución de la distorsión de precios relativos y los serios problemas estructurales de la economía y, en caso de ganar la presidencia, Milei no tendría mayorías en el Congreso ni apoyo de los gobernadores para impulsar sus proyectos
Por Roberto Cachanosky
De acuerdo a los datos oficiales, la buena posición en que quedó Javier Milei para las elecciones de octubre y la pésima elección que hizo el oficialismo, presentan un horizonte complicado en la transición hacia octubre.
Es que en caso de ganar Milei las presidenciales, no tendría mayorías en el Congreso para poder impulsar sus proyectos de ley ni capacidad de gobernabilidad sin Congreso y sin gobernadores.
Por el lado del oficialismo, habiendo terminado muy mal en las elecciones, le va a costar mucho al gobierno dominar la economía.
Perdido por perdido, el oficialismo podría lanzarse a una política populista desenfrenada con un aumento del gasto que dispare la inflación.
Un tema aparte debería presentarse con el tipo de cambio, ya que por un lado Milei apuesta a dolarizar la economía y se sabe que Cambiemos, en el caso de Patricia Bullrich apostaría a unificar el tipo de cambio, esto hace pensar en que el mercado se anticipe y veamos, tal vez, una semana con un blue en alza.
No lo sabemos, sería hacer futurología y eso no va con la ciencia económica. Lo que sí podemos saber es que se abre una muy complicada transición económica para llegar a octubre y, por supuesto, a diciembre.
Las PASO
Elección tras elección se abren grandes expectativas sobre qué puede pasar con la economía y, justamente, esas expectativas son lo que hacen pensar en el serio problema que estamos.
En primer lugar, recordemos que en las PASO se eligen quiénes van a ser los candidatos en octubre, así que todavía falta un largo recorrido para llegar a la fecha de las elecciones y al traspaso de mando si es que no hay segunda vuelta. En la Argentina actual, con el BCRA agonizando sin reservas y las cuentas fiscales fuera de control, esos meses lucen como una eternidad.
En segundo lugar, viene el tema de lo que deberá enfrentar el próximo gobierno. Y en ese punto tenemos dos cuestiones a considerar: 1) la distorsión de precios relativos que habrá que corregir luego de las elecciones y 2) los serios problemas estructurales de la economía argentina.
Difícilmente Massa vaya a corregir las distorsiones de precios relativos de aquí a diciembre de 2023. Aun siendo él candidato, seguramente va a postergar la resolución de esos problemas para más adelante. Si le tocara a él ser el próximo presidente, se daría la paradoja que estaría heredando sus propios problemas acumulados en términos de precios relativos.
Pero, en definitiva, no es cuestión de corregir solamente la distorsión de precios relativos tocando un poco el tipo de cambio, las tarifas de los servicios públicos o la tasa de interés. En todo caso, tomar esas medidas aisladas del contexto político y económico sería aplicar otro rodrigazo pero con un colchón social mucho más chico.
En materia de gasto público, el primer semestre del año no tuvo una licuación tan importante como se cree. En efecto, tomando los índices promedios del IPC del primer semestre de este año versus el primer semestre de 2022 la inflación fue del 108% contra un gasto primario que aumentó el 95,5%, en tanto que el déficit primario fue del 97,3% y el financiero del 109,5%. Es decir, no hubo una licuación del gasto muy importante, a pesar de la alta tasa de inflación que tuvimos en el primer semestre del año.
El gran interrogante es si de aquí a las elecciones va a haber una licuación del gasto o el gobierno apostará a tratar de ganar las elecciones con más populismo.
Se hace difícil imaginar que el gobierno vaya a intentar por la vía no populista. Ya en el mes de julio el BCRA emitió $590.000 millones por Adelantos Transitorios y Transferencia de Utilidades para financiar al tesoro. En agosto y hasta la información disponible al momento de redactar estas líneas, el BCRA emitió otros $250.000 millones para cubrir las cuentas en rojo del tesoro, lo que hace presuponer que la fiesta de gasto público continuará y la emisión generará más presiones inflacionarias.
Pero tanto la destrucción de la moneda con su efecto la inflación, la asfixiante carga impositiva y los niveles de endeudamiento que hacen pensar que el próximo gobierno deberá “reperfilar” la deuda, son consecuencia de un gasto público que alcanzó niveles récord en la época del viento de cola y hoy ya no es financiable en las actuales condiciones.
El gran dilema no va a ser corregir los precios relativos, algo que ya ocurrió infinidad de veces en la economía argentina, sino corregir los problemas estructurales que tienen una fuerte raigambre en el populismo.
Y, en particular, ahora va a ser mucho más complicado por la cantidad de gente que vive del estado, no solo por el empleo público, sino también por los llamados planes sociales.