Las negociaciones que el Gobierno lleva adelante aspiran a concertar un esquema con aumentos por debajo de la inflación
Frío y calor. Esa doble presión a la que están sometidos desde hace años los precios de la economía, particularmente en el sector de consumo masivo, volverá a incrementarse durante las próximas semanas en la medida que, por un lado, avance la vigencia del nuevo dólar exportador que entró en vigencia esta semana. Y, por el otro, se vuelvan a cerrar acuerdos de precios que vencen la próxima semana y en las que el Gobierno apuntará a una suba muy por debajo de la inflación, tal como está acordado en los papeles hasta ahora.
En cualquier caso, la lectura que hacen en las empresas es la misma que hace el resto del mercado: la prioridad número uno es el dólar, en segundo plano aparece la inflación. Más aún, a la luz de los resultados del domingo.
La medida por la que los exportadores pueden ingresar 30% de las divisas a través del mercado de dólar financiero y el resto por el MULC producirá, según advierten en las compañías, una ronda adicional de remarcaciones por el aumento de costos que implicará la suba de las materias primas. Particularmente en el rubro de alimentos, las empresas del sector ya calculan que con un dólar por encima de $530, la mejora de casi 50% en el tipo de cambio para aquellas producciones que no estaban alcanzadas y de poco menos de 10% para los sectores que sí ya estaban incluidos en el beneficio anterior, con 25% de exportaciones de “libre disponibilidad”, podría traducirse en un incremento de insumos de 20% en promedio y, en algunos casos, de hasta 40 por ciento. Tamaña suba, aclararon, sería imposible de trasladar inmediatamente a los precios finales.
“El impacto en los costos es transversal, ahora quedó todo incluido y eso va a presionar mucho en todo el rubro alimentos. Hay algunos precios que tienen más retraso y por eso hay espacio para aumentar pero en otros casos, como el arroz que ya está muy alto, prácticamente no se va a poder mover demasiado”, advirtieron en una de las grandes empresas que integran la Coordinadora de Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), cuya comisión directiva se reunió el lunes, en un clima de distensión tras el impacto electoral que aflojó todas las tensiones para las que estaban preparados. “En vez de hablar de cómo organizar las entregas, identificar en qué productos y canales había que corregir, discutir con los proveedores, al final nos dedicamos a hablar de cómo viene ahora noviembre”, afirmó el empresario quien sostuvo que, a pesar de eso, mantienen una alta demanda por parte de la cadena de comercialización. El pedido generalizado es, según confió, “vendéme todo lo que puedas”, al menos en el rubro de no perecederos. “Todo el mundo se quiere cubrir con mercadería para pasar el verano”, bromeó.
El rubro de alimentos volvió a ser el principal dolor de cabeza en las mediciones de inflación de los últimos meses, con un aumento acumulado por encima de 30% en agosto y septiembre. En octubre, las mediciones privadas que se enfocan particularmente en alimentos como LCG detectaron un 7,2% una suba acumulada hasta la tercera semana. No sólo el alto piso que dejó el mes pasado impulsa la suba sino también un nuevo aumento de la carne que ahora se vería potenciado por la ampliación del beneficio.
De todos modos, en el marco de una inflación de dos dígitos, el impacto es considerado por los economistas más acotado.
“Había bastantes productos ya en el esquema similar al que se anunció. No debería tener un traslado a precios automático ni tan significativo”, apuntó el director de la consultora Equilibra, Lorenzo Sigaut Gravina quien remarcó que aquellos productos que no estaban sí van a reflejar impacto, pero lejos del efecto que tuvo la devaluación post PASO.