Hubo 6,5 millones de hectáreas más con estos cultivos el año pasado y alcanzaron las 181,5 millones en el mundo. Por menor siembra de maíz, hubo una leve baja en el país
La Argentina se mantiene como el tercer productor mundial de granos transgénicos, detrás de los Estados Unidos y Brasil, pese a una leve baja –de 100.000 hectárea– respecto de la siembra de 2013.
Con 24,3 millones de hectáreas cultivadas con soja, maíz y algodón transgénicos, se ubica en el país el 13,4% de los campos con cultivos genéticamente modificados (conocidos como OGM) del mundo. La menor siembra de maíz el año pasado fue, en buena medida, compensada por mayor área de soja y eso morigeró la merma en el área con transgénicos en el país.
Según un estudio global realizado por el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas (ISAAA, por sus siglas en inglés) con 6,5 millones de hectáreas adicionales en 2014, el cultivo de transgénicos alcanzó las 181,5 millones de hectáreas en el mundo el año pasado.
Firmas como Monsanto, Syngenta, Bayer, Basf, Dow y Pioneer son las principales investigadoras y desarrolladoras de este tipo de semillas, sobre las cuales, después otras empresas –como Nidera, y Don Mario– desarrollan productos adaptados a distintos ambientes. Estados Unidos mantiene el liderazgo en la siembra de transgénicos con 73,1 millones de hectáreas de soja, maíz, algodón, canola, alfalfa, calabaza y remolacha. Brasil, por su parte, cultiva 42,2 millones de hectáreas de cultivos de maíz, soja y algodón, principalmente.
La lista de los primeros diez suma a la Argentina, India, Canadá, China, Paraguay, Pakistán, Sudáfrica y Uruguay.
Más allá de la disputa irresuelta sobre las verdaderas implicancias de los transgénicos en la salud humana y su impacto en el ambiente, el informe de ISAAA asegura que, desde 1996, más de 10 cultivos fueron autorizados para la comercialización, incluyendo commodities como soja, maíz y algodón y también frutas y hortalizas. El trabajo asegura que «las características introducidas van más allá de la tolerancia a herbicidas y la resistencia a enfermedades e insectos» y suman beneficios contra sequía y mejoras en la calidad para los consumidores.