Pasada la fuerte devaluación de enero de 2014, el Banco Central dio de baja sus aspiraciones para lograr que la moneda respetara al menos el ritmo de la inflación
Febrero llega con una herencia en materia monetaria y cambiaria que seguramente dará que hablar, pero para los especialistas consultados, el dato más alarmante es que no hay señales por parte del Gobierno sobre un potencial cambio de rumbo en materia cambiaria.
En los últimos 12 meses el peso argentino devaluó nominalmente su paridad con el dólar menos del 8%.
En rigor pasó de $ 8,02 a $8,66, un 7,98%, cuando el grueso de los consultados esperaba una paridad que se ubicaba por encima de esa marca.
Se trata de uno de los períodos con mayor apreciación real para la moneda argentina de los últimos años en un contexto donde la inflación aún presenta batalla en la zona del 2%. La cuenta es sencilla donde la inflación pone al Banco Central en el desafío de devaluar para no perder competitividad vía la apreciación real del tipo de cambio.
El billete verde tuvo en enero su mayor avance mensual desde agosto de 2014 con una devaluación del 1,1% (o nueve centavos y medio) para cerrar en $ 8,66.
Para los economistas, el dato es que sin una depreciación del tipo de cambio que se mantenga en el mismo nivel que la inflación, el costo de vida tendería a encarecerse con respecto al de otros países, con el impacto que eso tiene no sólo en los costos en dólares que deben manejar numerosos sectores económicos y la pérdida de competitividad para colocar sus productos en los mercados del exterior, sino también con las presiones cambiarias que eso conlleva, ya que al ganar poder adquisitivo con ajustes sucesivos salariales, el público y las empresas se encuentran en mejor posición para demandar un producto cuyo precio se atrasa: el del dólar.
En los últimos días varias calificadoras internacionales de deuda utilizaron sus principales equipos económicos para advertirle al Gobierno sobre el atraso cambiario. Sostiene que la economía argentina continuará enfrentando dificultades en 2015 no sólo porque se trata de un año electoral, sino porque los desequilibrios de la macroeconomía parecen destinados a converger en los próximos meses. En concreto, las agencias estiman que se agudizarán las presiones cambiarias e inflacionarias, mientras que el nivel de reservas podrá hacer frente a los vencimientos de deudas, aunque su situación permanecería ‘delicada‘.
«Los temas grandes siguen siendo los mismos. Lo que es novedad, es que nosotros en 2013 esperábamos una recesión para 2014, pero no esperábamos dos años de recesión. Esto si es una cuestión que se está poniendo peor de lo que se esperaba algún tiempo atrás, aunque todavía no tuvo un fuerte impacto en el empleo», le explicó esta semana Gabriel Torres, director de calificaciones soberanas de Moody’s a este matutino.
A la vez sostuvo que si bien proyectaban un tipo de cambio para fines de 2014 en los $ 12, «la moneda local prácticamente ni se movió frente a una inflación que sigue aumentando. Por ahora el Gobierno parece tener la capacidad para mantener la olla a presión, aunque está claro que no la podrá mantener a largo plazo, la presión sigue aumentando‘.
También Standard and Poor’s señaló en su reporte que las ‘importantes presiones inflacionarias y del tipo de cambio probablemente continuarán» en 2015. Para el titular de Carta Financiera, Miguel Angel Boggiano, a la apreciación real del tipo de cambio también hay que sumarle que en el último año, el dólar (medido por el Dollar Index) se fortaleció un 15% en el mundo. «Con lo cual, el efecto total nos ubica aproximadamente un 50% más caros que el año pasado. Si somos tan dramáticamente más caros que antes, van a entrar muchos menos dólares por la balanza comercial», señaló en su blog #Wall-Street.
En la City creen firmemente que esto podría generar que el próximo gobierno herede un tipo de cambio real apenas 25% por arriba del nivel que tenía en diciembre de 2001, antes de la devaluación.
Por otro lado, para la consultora Empiria, «la inflación tiende a volver a los niveles previos a enero, pero con los altísimos costos que el insostenible atraso cambiario provoca en la economía».
Sin embargo el dato que más alarma a quienes se abocan al estudio de la política monetaria y cambiaria local es que, al menos en el corto plazo, el Gobierno no ha dado señales de querer corregir este desfasaje.
Las razones para ello pueden resumirse en la «impopularidad» de la devaluación pero sobre todo, en la presión inflacionaria que eso podría generar.
«Para este año se espera una inflación promedio en torno al 28% anual (más cerca del 30% para la variación «punta a punta», debido a que se esperan movimientos cambiarios con impacto en la inflación hacia fin de año). Si bien ello implica un promedio mensual algo mayor al 2%, la elevada base de comparación llevaría a que la inflación interanual siga cayendo, hasta mínimos en torno al 25%. Sigue siendo una inflación demasiado elevada para un contexto recesivo y de tipo de cambio sin movimientos significativos (y que acumula atraso cambiario)», dicen en Empiria.