La administración K cuenta los días del calendario. Recién a fines de abril empezará a recibir los billetes verdes que lleguen por la venta de la cosecha a otros países. Toda una eternidad, que la obliga a pisar importaciones y recurrir a otras alternativas de financiamiento. ¿Cuáles maneja?
El Banco Central está atravesando una de las fases más duras en su camino hacia el mes de abril, momento en el que de los puertos argentinos comenzará a exportarse con fuerza la nueva cosecha.
Si ese derrotero pudiese ser definido en términos geográficos, entonces el titular de la entidad, Alejandro Vanoli, se encuentra cruzando el «desierto», luego de haber transitado un efímero «oasis» de divisas.
Sucede que ya se completó la etapa en la cual las reservas se engrosaron por múltiples vías, como fue parte de la llegada de «dólares chinos» (swaps), los acuerdos con cerealeras para que adelanten exportaciones y el ingreso de fondos por parte de las empresas de telefonía a raíz de la licitación de la red 4G.
Desde ahora y hasta fines de abril, conforme el goteo de divisas del agro se transforme en lluvia, el Gobierno deberá preparar el terreno para activar una suerte de «operativo by-pass» que le permita sobrellevar su último año de gestión.
Las urgencias están a la orden del día, considerando que el saldo comercial este año no superaría los u$s5.000 millones, frente a compromisos financieros que se ubican por encima de los u$s16.000 millones.
La necesidad de contar con «plata fresca» cobra más relevancia en momentos en que los productores están volviendo a «sentarse» sobre la cosecha, al no encontrar grandes incentivos para vender.
La propia Presidenta, en su discurso en el Congreso, se quejó de que desde el agro «no nos liquidan nada», al tiempo que dejó flotando una frase que algunos dirigentes rurales la tomaron como una advertencia: «No importa, ya van a liquidar».
Este martes, el propio ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela, sumó su voz al reclamo al advertir que los productores tienen «amarrocadas» unas «10 millones de toneladas de granos en silobolsas».
Una de las patas del «operativo by-pass» era arribar a un acuerdo con las cerealeras para que adelanten las divisas de la cosecha, tal como lo hicieran a fines de 2014. Sin embargo, la iniciativa de Vanoli terminó naufragando.
La última semana se liquidaron apenas u$s208 millones, 70% menos que lo registrado en igual lapso del año pasado. En tanto, el acumulado en lo que va del año alcanza los u$s2.000 millones, un 32% por debajo del registro anterior, convirtiéndose así en el nivel más bajo desde 2007.
Claro que a esta sangría hay que sumarle el efecto combinado de la mayor demanda de dólares por parte de particulares, ya sea a través de las ventanillas «ahorro» y «turismo» como por los gastos con tarjeta de crédito en moneda extranjera.
Durante los dos primeros meses del año, estos tres ítems le «arrebataron» al BCRA la friolera de u$s1.800 millones, una cifra que equivale el 60% de lo que ingresó hasta el momento gracias a los swaps con China.
Las reservas, sostenidas con alfileres
Luego de tres meses de contabilidad «creativa», como fue el período octubre-diciembre de 2014, Vanoli pudo sumar casi u$s3.600 millones a las reservas.
Sin embargo, en el primer bimestre de este año, el color de los números pasó a ser rojo: no sólo no logró incrementar las tenencias sino que el balance fue negativo en casi u$s40 millones, tal como se observa en el siguiente cuadro:
Esta dinámica de las reservas explica el fuerte «cerrojo» con el que tuvo que avanzar la entidad en las últimas semanas, no autorizando la entrega de divisas para el pago de importaciones.
«Si algo quedó claro en este arranque del año es que la administración de las importaciones pasó a estar completamente subordinada al flujo de dólares diario», sostuvo Miguel Ponce, director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior.
Para el experto, «el BCRA hoy está actuando con un criterio de caja muy fuerte, el cual se va a extender e incluso se puede agravar hasta tanto no comiencen a entrar los dólares de la cosecha».
El camino no va a ser fácil, sobre todo porque se espera que la demanda de billetes verdes por parte de ahorristas y turistas se mueva al alza, a medida que el tipo de cambio se atrasa frente a los salarios.
De hecho, sólo en los tres primeros días el mes de marzo se «esfumaron» por la ventanilla oficial («dólar ahorro») unos u$s160 millones, superando las cifras de febrero, mes récord.
«El estancamiento de las reservas atenta contra el objetivo del Gobierno de cuidar la estabilidad financiera. Es por eso que se ha venido reforzando el cepo a las importaciones», destacaron desde Economía & Regiones.
«Dado que recién en abril comenzarían a ingresar los dólares de la cosecha gruesa, es de esperar hasta entonces que las restricciones se mantengan firmes y la demanda por importaciones se ajuste a la estacionalidad», completaron.
Para los analistas, la última ampliación del cupo a automotrices no implica un cambio de tendencia: argumentan que este mes recién les darán un «pucho» extra de u$s50 millones que, en realidad, es la cifra que les habían negado en febrero. Es decir, con el acuerdo, el BCRA ganó algo de tiempo.
Si bien ya se está observando una mayor especulación por parte de los productores rurales -que no tienen mayores incentivos para desprenderse de los granos-, desde la consultora Delphos Investments consideran que el Central comenzará a recibir algo de oxígeno a partir del mes de abril, proceso que se extenderá hasta julio, «lapso en el que típicamente se concentra la mitad de los dólares a liquidar por las cerealeras».
Las alternativas para implementar un «by-pass»
Para Eric Ritondale, economista jefe de Econviews, una pata fundamental del «operativo by-pass» será sostener el control de las importaciones.
Sin embargo, afirmó que esta estrategia por sí sola no le permitirá al BCRA resistir hasta el cierre del primer semestre. Y mucho menos le será suficiente para transitar el resto del año, si es que Gobierno pretende extender el proceso de «estabilidad financiera».
«Para poder garantizar una política de tipo de cambio estable y un blue relativamente quieto, entonces el Central está obligado a conseguir un volumen interesante de divisas. No le alcanzará con aplicar medidas represivas al sector comercial», afirmó Ritondale.
Un informe del Banco Ciudad coincide en destacar que el desafío oficial pasa por atravesar las próximas semanas hasta la llegada de los billetes verdes que traiga la cosecha. Sin embargo, remarcaron que el problema no se agota en esa instancia.
Por el contrario, administrar la escasez es un desafío que «deberá transitar desde ahora hasta diciembre», si es que se quiere evitar profundizar aun más el deterioro de la actividad económica.
Según el Banco Ciudad una de las últimas iniciativas que ha tomado el BCRA en esa dirección, fue la de «impulsar una suba en las tasas de los depósitos a plazo fijo en moneda extranjera», de casi el 20% para aquellos que se extiendan a 90 días.
«La medida apunta a incentivar las colocaciones en dólares como forma de apuntalar las reservas vía el incremento de encajes», destacaron.
Paralelamente, desde la entidad que conduce Rogelio Frigerio indicaron que el BCRA se está comenzando a ver favorecido «por los ingresos de divisas asociados a las colocaciones de deuda realizadas por YPF, por unos u$s500 millones, e incluso por el Gobierno de la Ciudad-por otros u$s500 millones-, montos que ayudarían a sobrellevar la escasez hasta abril».
Otra fuente que está permitiendo sostener las tenencias, si bien no es el resultado de una «medida proactiva» del Gobierno, proviene de la falta de cumplimiento del fallo de Thomas Griesa.
Dicho incumplimiento hoy le está permitiendo al BCRA computar como propios unosu$s3.000 millones, una cifra nada desdeñable, dado que equivale a un 10% de las tenencias que dice poseer la entidad.
Sin embargo, para Ritondale, «si el Central pretende sostener las reservas en los niveles actuales, conservar la estabilidad financiera hasta el mes de diciembre y tocar lo menos posible el tipo de cambio, entonces está obligado a emitir deuda o a insistir con un nuevo tramo del swap con China».
Para el analista de Econviews, los dólares que puede proveer el gigante asiático tienen un límite, que es su alto costo, si bien la mayor parte de los intereses correrán por cuenta de la próxima administración.
En este contexto, consideró que «el mercado hoy apuesta a que habrá una nueva colocación de deuda».
De hecho, a fines de febrero había trascendido que el Gobierno le encargó a dos gigantes financieros -JP Morgan y Deutsche Bank- el armado de una «ingeniería financiera» para avanzar lo antes posible con una nueva emisión de Bonar 2024 por hasta u$s3.000 millones.
Fue el propio vice de Economía, Emmanuel Alvarez Agis, quien reconoció estar «examinando financiamiento de largo plazo en dólares».
Sin embargo, fuentes de ese mismo Ministerio salieron rápidamente al cruce de la información, negando que esté bajo estudio una emisión de bonos.
Esta desmentida, para los analistas, fue resultado de un pedido de información de los fondos buitres para analizar si esta supuesta emisión viola los fallos del juez Griesa.
De todas maneras, el Gobierno ya no se preocupa por ocultar su necesidad de plata fresca. Por el contrario, desde Economía reconocieron que están «analizando propuestas de financiamiento acercadas por algunas entidades».
Incluso, Vanoli apoyó abiertamente toda iniciativa, al resaltar que la Argentina se ha convertido en «una ventana de oportunidad importante» para la colocación de deuda.
Según Ritondale, el mercado ahora está expectante ante la decisión que tome Griesa: si autoriza al Citibank a realizar los pagos, entonces la Argentina podrá emitir nuevos compromisos bajo legislación nacional sin injerencia del juez norteamericano.
«El Ejecutivo tratará de realizar una nueva emisión, pasando por un banco local, de modo de no ir de manera directa a una entidad extranjera. No hay dudas de que el Ejecutivo va a insistir por este camino, porque necesita cada vez más de esos dólares», acotó Ritondale.
Sin embargo, consideró que Kicillof va tener que «mejorar mucho las condiciones si quiere un mayor volumen de divisas, porque el último intento, allá por diciembre, fue un fracaso», dado que de los u$s3.000 millones ofrecidos en bonos con vencimiento en 2024, «colocó menos del 10%».
El plan «b» del operativo by-pass
El consultor Salvador Di Stefano sostuvo que «para que la economía no sufra una mayor recesión» y no se vea alterada la «estabilidad financiera», entonces «deberían ingresar reservas por el equivalente a u$s10.000 millones, algo muy difícil en el actual escenario».
Además, consideró que «si el BCRA decide seguir adelante con un plan de endeudamiento, en algún momento deberá convalidar tasas de interés en alza, lo cual no hará más que profundizar el escenario recesivo».
Si bien todas las fichas oficiales están puestas en conseguir plata fresca del exterior, para los analistasesta estrategia convivirá con un «operativo by-pass» doméstico.
Para Di Stefano, el plan será seguir insistiendo con el BCRA como «prestamista de última instancia».
«La entidad monetaria va a terminar acercando los fondos que faltan vía emisión. Sin embargo, todo tiene un límite y hay consecuencias que no se podrán evitar», advirtió el consultor, quien sostuvo que «el desenlace lógico es el de un aumento general de precios y un incremento de la brecha entre el oficial y el blue», justamente, lo que busca evitar Kicillof.
Por su parte, Ritondale afirmó que si todos estos parches no funcionan, entonces «al Gobierno no le va a quedar otra opción que hacer mayor uso de las reservas».
El experto no descartó que en los próximos meses Vanoli eche mano a unos u$s6.000 millones para hacer frente a compromisos.
El problema es que hoy el tipo de cambio de cobertura -que resulta de calcular la base monetaria sobre las reservas- arroja un tipo de cambio de $14, «es decir, casi 10% mayor al blue», observaron desde Economía & Regiones.
Esto implica que cualquier baja de las tenencias en poder del BCRA meterá más presión al tipo de cambio, lo que pondría en riesgo la «estabilidad financiera» lograda.
Es por ello que, conseguir divisas y avanzar con éxito con el «operativo by-pass» se ha convertido en la última gran batalla económica que intenta librar el kirchherismo en este tramo final de su gestión.