La tasa de interés que pagan los bancos le sigue ganando la carrera de corto plazo al dólar pero ahora, y por primera vez en mucho tiempo, le empata o le gana a la inflación.
El dato no es menor y lo demostró el hecho de que la presidenta Cristina Kirchner haya salido a destacar el aumento de 9% que tuvieron los depósitos a plazo fijo en abril.
Ese “boom” de los plazos fijo dice mucho sobre lo que está pasando con el creciente déficit fiscal, con el atraso del dólar oficial, con la quietud del paralelo y con el horizonte financiero al que apuestan los ahorristas.
El dominio de la tasa sobre el dólar y los precios surge como resultado de que el Gobierno gasta mucho más de lo que recauda y para cubrir el rojo sale a colocar bonos con el fin de sumar pesos. Y paga una tasa que les conviene a los ahorristas y a los bancos.
Esa bicicleta generada al calor de un déficit fiscal equivalente a 6% del producto bruto se complementa con la paz cambiaria que consiguió el Gobierno colocando bonos (con el Bonar 2024 y sacando a endeudarse a YPF) para reforzar las reservas del Banco Central en unos US$ 2.500 millones.
Entraron los dólares de esas colocaciones y lo están haciendo los de las exportaciones de soja. Así se construyó un puente financiero con una columna en el atraso del dólar oficial y la otra en el alto rendimiento relativo de las tasas.
La Argentina tiene experiencia en estos esquemas de atraso cambiario, en los que la renta financiera manda (antes se lo llamaba patria financiera) y la placidez financiera se mantiene hasta las semanas previas a las elecciones.
En cifras, el esquema corre con un dólar oficial que está en $ 8,95 y sobre el cual los ahorristas apuestan que subirá a razón de 1% en los próximos meses.
Al costado del atraso cambiario, los ahorristas consiguen en los bancos tasas del 21% anual en plazo fijo y los grandes ahorristas y los bancos colocan sus pesos al 26% anual en letras del Banco Central a 90 días de plazo.
La novedad es que como ahora la inflación viaja, según las mediciones privadas, a 2% mensual o un poco por debajo, la renta de las colocaciones a plazo fijo también puede resultar positiva en términos reales.
La tasa ahora empata o le gana a la inflación y la creencia es que le ganará cómodamente al dólar, por lo menos en los próximos 90 días.
El esquema parece maravilloso: ganan los ahorristas, ganan los bancos, el Gobierno saca rédito político de la estabilidad cambiaria. Y todo lo paga el déficit fiscal que en algún momento podrá impactar en una inflación que, ahora, aparece aquietada en las alturas (en un piso de 26% anual) por el trabajo de pinzas de tasas altas y dólar anestesiado.
Desde ya que para que este dominio de la tasa sea efectiva, los ahorristas deberán calcular el momento en que deban decidir continuar o salir del esquema.
De hecho, en las últimas semanas la política electoral empezó a golpear las finanzas y los bonos argentinos que habían subido de precio, y por lo tanto, bajado su rendimiento a 7,75% anual en dólares, volvieron a caer y a rendir el jugoso 9% anual. Tasa altísima e indicadora de riesgo.
Si bien Buenos Aires continúa recibiendo contingentes de banqueros y financistas interesados en averiguar condiciones para comprar activos argentinos ante la inminencia del cambio de gobierno, el raid alcista de los bonos se dio vuelta y todavía no se recupera.
Para algunos operadores del mercado, las condiciones cambiaron al ritmo de la mudanza del color naranja al azul y blanco del Frente para la Victoria en la campaña del gobernador Daniel Scioli.
Una parte del mercado imagina un Scioli muy condicionado por el kirchnerismo en caso de ganar las elecciones y especula con que eso no le permitiría hacer las correcciones que necesita la economía.
Esa posición contrasta con la idea del principal asesor económico del gobernador, Miguel Bein, quien ayer en una reunión ante empresarios habló de que el modelo de incentivar el consumo con atraso cambiario está terminado y que es necesario pasar a otro esquema con incentivo de la inversión.
Las dudas siguen ya que es claro que, en caso de ganar, Mauricio Macri iría rápido hacia una unificación cambiaria para hacer desaparecer la brecha de 40% que hoy existe entre el oficial de $ 8,95 y el paralelo de $ 12,60. Además, esa unificación podría favorecer un ingreso de divisas que atenúe un eventual movimiento del dólar.
Los equipos de los candidatos están analizando el tema de qué hacer con el dólar a partir de diciembre y todos contemplan salidas combinadas de toques cambiarios con reducción de derechos de exportación.
El Gobierno que asuma en diciembre también tendrá que encarar la solución del problema de la deuda con los bonistas que no entraron a los canjes y que a partir del fallo en favor de los fondos buitre no deja de crecer.
La deuda original del juicio eran US$ 1.700 millones y ahora llega a los US$ 8.000 millones para superar el problema con la totalidad de esos acreedores (el famoso 7% que no aceptó entrar en los canjes de 2005 y 2010).
Los expertos creen que la próxima gestión podría resolver el tema emitiendo bonos de largo plazo por US$ 5.000 millones, una cifra razonable si se tiene en cuenta que el Gobierno emitió casi US$ 3.000 millones para fortalecer las reservas y ganar oxígeno por unos meses.
Pero la tasa de interés deberá seguir reinando por un tiempo sobre el dólar, por lo que aparece como una clara definición política oficial de no bajar el gasto público en el año electoral.
Según los datos oficiales, mientras que los ingreso del fisco crecieron 28,9%, el gasto lo hizo por encima del 37%, y no hay indicios de que eso pueda ser revertido en los próximos meses.
La baja de la recaudación por las menores exportaciones no llega a ser compensada por la mejora que puedan aportar los tributos al consumo.
Si el gasto sigue predominando sobre la recaudación, el Tesoro no tendrá otra opción que seguir aportando una tasa atractiva para llevarse los pesos.
Con ese telón de fondo, la tasa de interés le podría seguir ganando al dólar mientras el lobo no esté.