Por el fortalecimiento global del dólar, la caída de las commodities y el atraso cambiario, el superávit comercial llegaría apenas a u$s 4.000 millones este año. El próximo gobierno deberá recuperar las fuentes de dólares genuinos con políticas antiinflacionarias y fiscales, a la vez de ocuparse de atender la dificultad de las empresas para llevar adelante sus negocios.
Detrás del debate sobre cómo levantar el cepo y del regreso a los mercados internacionales de crédito, subyace la evolución del superávit comercial. Por el fortalecimiento global del dólar, la caída de los precios de las commodities, las devaluaciones de los países vecinos, en especial de Brasil, y el atraso cambiario local, este año la Argentina tendrá un magro superávit comercial, que llegaría, como mucho, a u$s 4.000 millones, un saldo inferior a las ventas de dólares ahorro, que se proyectan en u$s 5.000 millones en el año, y mucho menor a las de dólares turismo, que totalizarían otros u$s 6.000 millones en 2015.
La caída del superávit comercial complica al Gobierno que, en un año electoral, administra el día a día con dos objetivos contrapuestos: sostener el nivel de actividad económica -para lo que necesita permitir el ingreso de importaciones, que en un 80% son insumos industriales- y mantener una sensación de estabilidad cambiaria, acumulando reservas y vendiendo dólares ahorro para bajar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el blue. Para aliviar temporariamente esta tensión, el Gobierno ya recurrió a fuentes alternativas de dólares, como los swaps con China y la colocación de títulos públicos, y los analistas privados prevén que seguirá por este camino. Pero quien asuma en diciembre no podrá seguir esquivando la pérdida de competitividad.
Según estimaciones del Ieral, las exportaciones de este año rondarán los u$s 63.000 millones, versus u$s72.000 millones informados por el INDEC para 2014. En tanto, las importaciones totalizarían unos u$s 61.000 millones en 2015, contra u$s 65.200 millones en 2014. Así, el superávit comercial se achicaría de u$s 6.800 millones en 2014 a u$s 2.000 millones de dólares este año.
Por su parte, abeceb.com y Economía & Regiones son más optimistas respecto del saldo final porque prevén que se fortalezcan las trabas a las importaciones. Mientras la consultora de Dante Sica espera una caída del superávit comercial este año de alrededor de 30%, alcanzando unos u$s 4.500 millones, lo que representaría apenas un 40% de las divisas que se irían por las ventanillas del dólar ahorro, por u$s 5.000 millones aproximadamente (en los primeros meses ya se fueron 3,6 veces más divisas que en el mismo período de 2014); y del turismo, por otros u$s 6.000 millones.
En tanto, E&R prevé que el superávit comercial cierre en torno a los u$s 4.300 millones este año. «El Gobierno continuará fortaleciendo las restricciones a las importaciones para evitar que el saldo comercial disminuya aún más, ya que es la principal fuente de divisas que presenta actualmente nuestra economía y se necesitan dólares para cubrir el déficit de divisas de otras cuentas como, por ejemplo, la de nuestros turistas en el exterior», considera Alejandro Caldarelli de E&R. Pero al analizar el comercio exterior de un país, advierte el economista de E&R, lo más relevante es la suma de las exportaciones e importaciones, que desde el cepo pasó de u$s 160.000 millones a u$s 132.000 millones anuales, una caída de 17,5 por ciento. «Un menor comercio implica un país que crece menos y que absorbe menos empleo», enfatiza Caldarelli.
De no mediar interferencias con el swap chino y de la mano de las paritarias, la consultora fundada por Rogelio Frigerio prevé que la venta de dólares ahorro continúe creciendo hasta unos u$s 7.000 millones anuales y colabore así con seguir pisando el precio del dólar blue. «El Gobierno intentará salir a colocar emisiones de deuda en varias oportunidades más de aquí a fin de año para aumentar las reservas vía endeudamiento y así aventar las expectativas de devaluación, al menos hasta fin de año», avizora Caldarelli.
Las causas
Con las importaciones trabadas, el superávit comercial se reduce porque caen las exportaciones, por la menor demanda desde Brasil y China, el menor aporte del campo por inferiores precios internacionales -que la suba en las cantidades no logra compensar- y el creciente atraso cambiario del país. Esta última causa se acentuó este año dado que la mayoría de los países devaluaron contra el dólar, lo que afecta principalmente las exportaciones industriales. «Mientras tanto, el Gobierno restringe las importaciones en una medida suficiente para que no se produzca un déficit comercial, aunque complicando adicionalmente de ese modo la actividad industrial y el problema de competitividad», describe Marcelo Capello del Ieral.
Por su parte, Juan Pablo Ronderos, de abeceb.com, destaca que «el menor saldo comercial favorable se da en un marco de contracción de las importaciones de energía y combustible del orden de 30 por ciento». «Los dólares de los swaps con China y la colocación de títulos públicos ayudan a descomprimir el dilema entre actividad y pax cambiaria, pero no alcanzan para impulsar la economía, que aunque presenta algunos indicadores levemente positivos, sigue estancada», considera Ronderos.
«El superávit comercial se reduce porque los productos que venden nuestros socios comerciales se abarataron en dólares, mientras que nuestras exportaciones caen principalmente por las políticas internas que desincentivan y ahogan la producción, sobre todo en las economías regionales», sostiene Caldarelli de E&R.
«La alta inflación y la elevada presión tributaria dejaron sin competitividad-precio hasta al sector más productivo y eficiente del país: el agroexportador», agrega. La consecuencia de esta política es que el nivel de actividad y el empleo se resienten.
Según las proyecciones de E&R, hacia fin de año la competitividad del sector agroexportador será 11 puntos porcentuales inferior a la de fin de 2001; aún con una soja casi u$s 200 más cara (u$s 350 en 2015 contra u$s 150 en 2001). Sin embargo, sin retenciones, la competitividad sería un 21% superior a la que se registraba a la salida de la Convertibilidad.
El escenario en la industria es aún peor que en el campo. «La pérdida de competitividad en la industria hizo que las exportaciones industriales perdieran mucho dinamismo», describe el economista de E&R.
El costo laboral por unidad de producto o costo laboral unitario -principal indicador de la competitividad de la industria, que se calcula como el cociente entre el costo laboral por trabajador ocupado y la productividad laboral- se encuentra un 51% por encima de los niveles de fines de 2001, según estimaciones de la consultora de Rogelio Frigerio, ya que la productividad del trabajo crece muy poco en términos de promedio anual (2%) en relación con la expansión de los costos laborales (17%).
Mercados perdidos
«Recuperar la competitividad requerirá de medidas por el lado cambiario, primero, y luego ir trabajando sobre otros costos, como los logísticos y los tributarios, reduciendo la inflación, en el marco de un plan general de competitividad, con participación pública y privada, en que se prioricen, en un primer momento, las inversiones de infraestructura más necesarias, como las del sector energético y viales», considera Capello, quien también destaca el desafío existente en materia de educación y capacitación, para contar con recursos humanos mejor preparados para desempeñarse en una economía moderna. Por caso, menciona a Chile, que primero detectó las variables más atrasadas en sus índices de competitividad y se enfocó luego en mejorarlas en un plazo razonable.
«Hoy el debate está muy centrado en el atraso cambiario y en la necesidad de recuperar parte de la competitividad a través de un aumento en el tipo de cambio real», opina Ronderos. Si bien, a su entender, esto es un factor importante, «no debe ocultar la necesidad de analizar una estrategia de mediano y largo plazo donde la competitividad estructural esté en el centro de la escena, con temas como los costos de logística, el sistema tributario o las dificultades que enfrentan las empresas para llevar adelante sus negocios».
Para Caldarelli, la recuperación de la competitividad debe darse en un marco que contemple retornar a la solvencia fiscal y una política monetaria prudente y antiinflacionaria. Además considera que se deberían aplicar políticas que incentiven la inversión en los sectores más atrasados, mejoren la distribución del ingreso y reduzcan la carga tributaria en forma estratégica para apuntalar rápido la producción y el empleo.
«Sostener que sólo por productividad se puede mejorar la capacidad de compra de los salarios y, por ende, que sólo se puede perpetuar el statu quo en términos de distribución del ingreso sin importar desde dónde se parta, es tan erróneo como sostener que la distribución del ingreso puede mejorar ad eternum sin afectar la productividad de la economía vía un deterioro de la competitividad de las unidades productivas», plantea un reciente informe de estudio Bein & Asociados, consultora que asesora a Daniel Scioli. Así, de forma sutil, el reporte admite que la competitividad local se estaría viendo afectada por las actuales mejoras del salario en términos de poder de compra. El informe de Bein, quien se opone a una salida brusca del cepo cambiario, plantea que uno de tres problemas del país es la pérdida de competitividad, junto con el deterioro del frente fiscal y el alto costo del financiamiento al que accede el país. Para recuperar la competitividad, propone usar la política fiscal: bajar los subsidios mal direccionados y las retenciones dañinas y aumentar y pagar en tiempo y forma los reintegros a las exportaciones y el IVA a los exportadores.
Sin embargo, advierte que estas medidas no alcanzan como única estrategia. Por caso, es imposible eliminar retenciones sin rever el gasto público. Además plantea corregir el desajuste de precios relativos y alcanzar un pacto social en materia salarial.