Al permitir a los holdouts que bloqueen pagos del Bonar, prevén que se genere un gran cuello de botella para sacar divisas a través de la Bolsa. El Bonar es, junto al Boden, el otro título elegido para esta operatoria, conocida como contado con liquidación.
«Lo único que pide la gente acá es rúcula y nos cuesta mucho conseguirla». La frase no pertenece a un verdulero, sino a un cuevero, ya que es como denominan en la jerga al billete verde, que ayer subió 18 centavos a $ 14,12, y quedó a $ 14,15 en el postcierre. Para hoy prevén un recorrido alcista del blue tras la decisión del juez (municipal, como le gusta subrayar a Kicillof) Griesa de permitir a los holdouts bloquear los pagos del Bonar. Si queda descartado cualquier canje para los bonistas externos, nadie va a canjear Boden 15 por Bonar 24, lo que será una mala señal para las reservas.
Aunque en menor medida, el Bonar es el otro título que, junto al Boden, se utiliza para sacar divisas vía blue chip: si el Boden queda sólo, será un problema, advierten. Además, persisten las dudas si el bloqueo podría extenderse al Boden, el gran botín de los holdouts. Si lo hiciera, el liqui se dispararía. Pero si todo queda en el Bonar, los nominales que se sacan vía CCL pasarían al Boden, y eso generaría un enorme cuello de botella. El problema es que, luego del pago del Boden el 3 de octubre, no quedarán muchos instrumento con liquidez (los ADRs no la tienen) para sacar dinero. Por lo tanto, en la City prevén encarar la segunda quincena de julio de la peor forma: muy volátil y esperando la demanda de la semana que viene de algunos mayoristas del interior que llegarán en busca de billetes.
Hay puré pero no alcanza: la venta grande de billetes no existe. Con poca demanda, suben el blue de a $ 0,10, porque nadie vende un paquete de una gamba (u$s 100.000): hay que esperar a fin de mes para eso, cuando los corretas (mayoristas) adelantan el puré. Venden tenencia propia y luego le compran a los asalariados, que ya son clientes de ellos. Tienen listas de 30 asalariados que en el mes van a vender, entonces los corretas venden 72 horas antes del puré y luego les recompran. El puré grande se da en la primera semana del mes, cuando desfilan los asalariados. Después, el pureteo es esporádico.
El tema no sólo es la demanda por el blue, sino su velocidad: «Ya no consultan, te piden; eso genera estupor. No es que la demanda hoy sea grande, sino que la oferta es chica. Nadie vende dólares, y cuando alguien pide media gamba (u$s 50.000) para una operación inmobiliaria, me vaciaste, y tardo tres horas en recuperarlos, cuando antes lo hacía en una hora», confiesan en las mesas, que ayer extendieron la rueda hasta las cuatro de la tarde (una hora más que siempre) porque no querían quedar con compromisos para hoy por la volatilidad.
Entre los nuevos compradores están los plazofijeros, sojeros y operaciones inmobiliarias, que se apuran por la suba del blue, ya que el aumento de precio trae una mayor demanda. Las empresas e inversores utilizan el CCL para acceder al billete, porque esperan una devaluación, con Macri quizás más rápido que con Scioli.
Ayer al final de la rueda en bancos el CCL terminó en $ 13,45, mientras en ADRs quedó $ 13,65. En bonos quedó desarbitrado porque en el exterior había cerrado el mercado cuando comenzó el derrumbe. Si el blue salta durante el día, el agente 250 (BCRA) le pone más «garra» (al vender bonos en dólares) para bajar el implícito. Ayer hasta el juez Oyarbide fue a uno de los más grandes agentes para labrar un acta. Cuentan que no dejaron operar a muchos traders grandes en bonos: hay una especie de cupos por broker para giros al exterior. Todas las empresas piden girar lo más rápido posible, pero este cupo termina creando un cuello de botella.
Rafael Di Giorno, director de Proficio, alerta que el aumento del 40% anual de la base monetaria le pone un piso al dólar en todas sus variantes: «Las intervenciones puntuales para bajar el implícito pueden cumplir el objetivo en el corto plazo, pero hasta que no se modere un poco la política monetaria, cualquier intervención en el dólar implícito es malgastar balas».
Mariano Sardans, CEO de FDI, advierte que el CCL es visto como la vía más accesible e institucional para lograr cobertura, que puede impulsar su precio.