El tipo de cambio real bilateral entre el peso y la moneda brasileña promedia un valor de 0,8. Se encuentra en mínimos históricos, ya que está un 20% por debajo del nivel de la crisis brasileña de 1999, uno de los momentos más desfavorables para el Mercosur, y es 45% más bajo que el promedio de la última década. La volatilidad puede continuar si Brasil pierde el investment grade
Entre el dólar que se fortalece en el mundo, los conflictos internos en Brasil y la inflación local, el tipo de cambio real con la moneda brasileña se apreció un 32% en los últimos doce meses y es comparable a la crisis del Mercosur de 1999. La volatilidad podría continuar, ya que la deuda del país vecino podría perder el investment grade y Argentina tiene poco margen para cambiar sus políticas antes de las elecciones, lo que reducirá el comercio bilateral y la actividad industrial local y aumentará la presión cambiaria.
Ayer el real se apreció 1,18% respecto del dólar, a 3,3293 unidades, después de cinco sesiones consecutivas de pérdidas en las que acumuló una baja del 6,17 por ciento.
Pero contra el peso argentino, el tipo de cambio real se ubica en 0,80, según la Consultora Ledesma, 20% por debajo del promedio de la crisis brasileña de 1999, cuando el país vecino devaluó su moneda ante la Convertibilidad argentina, y 45% menos que el registrado en la última década. «Significa que estamos en un nivel de competitividad de Argentina respecto de Brasil similar a los peores que han existido desde que existe el Mercosur. El superávit con Brasil se recuperó muchos años después de la crisis de 2001», dijo Caamaño Gómez, economista de Ledesma.
Se estima que la volatilidad continuará. De hecho, la devaluación de la última semana se suma al salto que pegó en marzo pasado. «La calificación de la deuda puede ser un cimbronazo. Brasil está a un paso de perder el investment grade, lo que puede derivar en una salida de capitales que tire para arriba el tipo de cambio», dijo Dante Sica, director de la consultora Abeceb.
La devaluación brasileña impacta en el canal comercial, porque Argentina vende el 40% del total de importaciones que Brasil recibe de América latina (15%), con una alta ponderación de manufacturas industriales; en los menores flujos de inversión extranjera directa, ya que Brasil puede producir más barato que lo que se fabrica localmente, y de turismo, ya que un 24% de los turistas que visitan Argentina son brasileños, indicó un informe de Empiria Consultores. Estos impactos exacerban las presiones cambiarias ya existentes.
En el primer semestre, las exportaciones argentinas a Brasil cayeron 21% anual, mientras que las importaciones argentinas con origen brasileño se redujeron 12,7%, lo que dio por resultado un déficit bilateral de u$s 922 millones. El 79% de las exportaciones del sector automotor se dirige a Brasil (en el primer semestre explicaron un 62% de la caída de las exportaciones totales al país vecino).
«Como Argentina no puede devaluar tanto como Brasil, va tratar de compensar el saldo comercial con algún tipo de traba, lo que termina en un nuevo deterioro de la relación con Brasil», previó Caamaño Gómez.
Según explicó Sica, «en 1999 el tipo de cambio era fijo y la situación económica, distinta. Hoy hay un tipo de cambio administrado, la economía está estancada, el consumo está en un nivel alto y el comercio está administrado. Dos fenómenos tendrían que estar generando el grito en el cielo de los industriales: la recesión en Brasil y la devaluación. Los excedentes de bienes baratos tendrían que estar empujando la puerta de la frontera, y los industriales, como los del calzado y textiles, no protestan, porque el comercio está administrado».
La moneda brasileña se deprecia por el endurecimiento del dólar a nivel mundial y el impacto de las vicisitudes de China en los países emergentes. Se suma a los problemas internos de recesión y déficit fiscal, debilidad política y corrupción.
«La apreciación del peso respecto del real es un proceso que se da desde 2009 y se ha profundizado desde 2011, como resultado de que la tasa de inflación local es más alta (cuatro veces) que la de Brasil», dijo Caamaño. Por caso, la devaluación del peso de inicios de 2014 tuvo poco impacto en términos reales.
Según explicó Sica, agosto próximo será un mes clave desde el punto de vista político en Brasil, ya que aumenta la probabilidad de un juicio político a la presidente, Dilma Rousseff; en tanto, se prevé que el PBI brasileño caerá este año entre 1,8 y 2%, no crecería en el primer semestre de 2016 y podría ser positivo en el segundo.
En Argentina, el año que viene, además de las presiones cambiarias, comenzarán a aflorar los temas de administración del comercio. «El gobierno tiene poco margen de maniobra hasta las elecciones. No lo veo devaluando. No controla el tipo de cambio paralelo, porque el exceso de liquidez está atado al tema fiscal. De acá a fin de año, habrá volatilidad. Es como un barco que se le rompió el timón y lo llevás como podés», dijo Sica. «El gobierno que viene tiene que tener en cuenta también el tema de Brasil. Con una macroeconomía desequilibrada y débil, el margen de maniobra es menor», previó.