Oferta y demanda. Y una dosis creciente de especulación. Si había una idea con la que el Gobierno jugaba hasta hace relativamente poco tiempo era la reunificación del tipo de cambio (más cercana al blue que al oficial), que generaba expectativa en aquellos que buscan un reaseguro «para cuando llegue la devaluación». Hoy, ahora mismo, ese dato parece viejo.
Si hay algo seguro es que, por los próximos meses, no hay nada seguro. De la conjunción oferta, demanda y especulación, de sus combinaciones y efectos, surge la pendular forma en la que el dólar blue tomó su precio en las últimos meses, que lo llevaron de $ 15,95 a fines de septiembre de 2014, a $ 12,70 en diciembre de ese año; y desde los $ 12,25 a comienzos de abril hasta los $ 16 que acaba de marcar.
Los allanamientos, multas, castigos, sanciones, suspensiones, etc., fueron el primer elemento, novedoso, sí; efectivo, sólo por algunos días. Estas acciones habían tenido la ¿virtud? de reducir el mercado informal de cambios, tanto en la oferta como en la demanda. En la traducción, hubo menos ventanillas por donde se vende el blue y, por ende, al achicarse el negocio, también ese mercado tomó otras características.
Pero el primero de los riesgos es que en un mercado más chico, las subas rápidas se dan con menos dinero, como las caídas también, es decir, hay más volatilidad o, lo que es lo mismo, es más fácil que el precio del dólar «vaya y venga» y se preste a juegos non-sanctos.
A eso se ha sumado el fuego amigo, es decir, el efecto de la venta de dólar ahorro por parte de la AFIP, que ha generado una oferta minorista de dólares en el mercado blue: los que compran dólar ahorro a $ 10,99 y lo venden a $ 14,89 en el mercado informal, generaron una fuerza bajista ante lo pequeño del mercado residual.
Si se lo piensa, es a través del dólar ahorro que el Gobierno vende dólares en el blue y hasta ahora había buscado influir en él, si bien le insumió hasta ahora varios miles de millones. Una cuenta sencilla muestra que el saldo comercial de los últimos 12 meses de unos u$s 1400 millones se ve ampliamente superado por las ventas de dólar ahorro (más de u$s 3000 millones en lo que va del año). A esos dos elementos puede sumarse no sólo la venta de bonos en dólares que se dio en el mercado por parte de la Anses, sino, sobre todo, la colocación de bonos atados a la devaluación por parte del Gobierno, que es el nuevo juguete del ministro Kicillof que mediante estos seguros de cambio, busca quedarse con algunos pesos, sacarle presión a la inflación y al dólar informal.
Todo ello generó la caída de la cotización en el blue durante varios meses, pero ya se vio que no ha durado. Y en los últimos días, volvió a subir, producto de la falta de oferentes en ese mercado y la reducción de las ventas del dólar ahorro pero, sobre todo, de las perspectivas de no-cambio (un pariente lejano del voto no-positivo) en las cuestiones centrales como inflación, emisión, gasto, atraso cambiario, cepo, déficit, etc.
¿Se sostiene la reducción de la brecha entre una y otra cotización? ¿Puede el Gobierno lograrlo utilizando solamente miedo+bono+dólar ahorro? Probablemente no. La razón hay que buscarla en el argumento central que hizo despegar los valores: por un lado, el atraso cambiario del dólar oficial utilizado para contener marginalmente la inflación; por otro, la creciente tasa inflacionaria que se ubica en un 24% anual según economistas de buen trato con el Gobierno y por último, la expansión fiscal y monetaria, es decir, el recurso de alimentar al Tesoro mediante dinero fresco producto del gasto por encima del ingreso. A ello habrá que sumarle un dato relevante: lo que hoy se ve, ya pasó hace algunos meses, cuando la brecha pasó del 70% al 50% y, de nuevo, se elevó. Hoy esa brecha está por encima del 70%, muy por encima de la que dibuja los $ 12,40 del dólar tarjeta pero por debajo de los $ 16 que surgen del cociente entre base monetaria y reservas o lo que se llama el «dólar cobertura».
Si no hay volantazo en materia fiscal y monetaria, probablemente tampoco haya demasiadas novedades con respecto a bajar la inflación. Si no baja la inflación, es probable que el Gobierno no tenga incentivos a devaluar. Sin devaluación, habrá atraso cambiario y, por ende, presiones en un sentido contrario, más allá de las restricciones de la falta de dólares en las reservas.