Entre los economistas crece el consenso de que la Argentina necesita corregir su tipo de cambio, pero por ahora nadie se atreve a «ponerle el cascabel al gato». La clave será, coinciden, acotar «la onda expansiva» para evitar que la devaluación se traslade a los precios y deteriore el poder de compra del salario. Una tarea ardua para el próximo presidente.
Mientras la ministra de Industria, Débora Giorgi, califica como «monigotes» a quienes se pronuncian a favor de una devaluación y el ministro de Economía, Axel Kicillof, les pide a los «empresarios que no hablen de un atraso cambiario porque con eso joden a la gente», crece el consenso entre economistas de diferente extracción respecto de que efectivamente el país está «caro en dólares» y de que se requiere una corrección.
El principal asesor económico del candidato Daniel Scioli, Miguel Bein, reiteró el martes último que los «controles de capitales» -es decir, el cepo- deben bajarse «pero con gran responsabilidad» y volvió a atacar a los que proponen sacarlo de un día para el otro sin aclarar a «qué precio». Es decir, abogó nuevamente por el gradualismo, pero no descartó que haya que corregir el precio del dólar de algún modo.
Así parecería que gane quien gane habrá una devaluación -en realidad, la expresión correcta es que se dejará que la moneda se deprecie porque no estamos en un régimen de tipo de cambio fijo-. De lo contrario, se verá afectado el empleo privado, que no crece desde 2008. Cuando se deprecia la moneda de un país, los precios de los bienes y servicios producidos en él automáticamente se abaratan para el resto del mundo pero los salarios -y cualquier renta fija en pesos- pierden poder de compra dado que, en parte, consumimos productos del exterior o bienes nacionales con insumos importados o productos de fabricación local pero exportables (los llamados transables). De ahí que Giorgi haya dicho esta semana que «la competitividad cambiaria es la llamarada que come el mercado interno» y que el Gobierno no va a «regalar el trabajo de los argentinos».
Está claro que para recuperar competitividad-precio no alcanza con que suba «el precio del dólar»; también es crucial lo que pase con el nivel general de precios de la economía. Si sube el dólar, pero los precios ascienden en igual proporción, entonces la competitividad no mejorará. Por eso, los economistas hablan de lograr que suba el tipo de cambio real, es decir, ajustado por los índices de precios de los países; en otras palabras: que mejore el poder de compra de la divisa en términos de bienes y servicios valuados en pesos.
La pregunta entonces es: si se devalúa, ¿podrá evitarse un veloz traslado a precios -lo que los economistas llaman pass-through-?; ¿cómo?.
3Días contactó a Maximiliano Castillo Carrillo, director de ACM; Andrés Méndez, director de AMF; Marcelo Capello, presidente del IERAL de la Fundación Mediterránea y a Jorge Todesca, exviceministro y presidente de Finsoport, y les pidió que dimensionaran la magnitud del atraso cambiario y plantearan las condiciones necesarias y suficientes para que no se repita el traspaso a precios que hubo luego de la devaluación de enero de 2014 (50% en seis meses).
¿30,40 ó 50% de atraso?
«Existe un consenso generalizado en la literatura económica sobre la dificultad, por no decir imposibilidad, de establecer y definir el nivel óptimo del tipo de cambio real», recalca Castillo Carrillo. En consecuencia, «también es difícil establecer y definir cuál es nivel de atraso cambiario que enfrenta nuestra economía», agrega. Más allá de estas dificultades, varios indicadores confirman el atraso cambiario que afecta a la economía argentina:
– Déficit en cuenta corriente. Un déficit en cuenta corriente significa que el valor de los bienes y servicios que importa el país supera al de los que exporta (la cuenta corriente también incluye el ingreso neto -intereses y dividendos- y las transferencias del exterior -ayuda extranjera-, pero son una parte pequeña del total). Por eso, el déficit en cuenta corriente puede indicar problemas de competitividad. Para este año, se proyecta un déficit de cuenta corriente de 1,7% del PBI que, aunque no es el 4,9% del PBI de 1998, es considerable, dada la fuerte relación entre el déficit en cuenta corriente y la apreciación cambiaria en economías como la Argentina, explica Castillo.
– Historia. También desde una perspectiva histórica, los resultados confirman una importante apreciación del peso. El tipo de cambio real es hoy 43% más bajo que el promedio del período 2002-2015 y 30% menor al del promedio histórico desde 1991, según ACM.
Si se concreta el escenario base que maneja el IERAL de la Fundación Mediterránea, que prevé que el Gobierno intentará concluir su mandato con un tipo de cambio apenas por debajo de los $ 10, «el tipo de cambio real contra el dólar estará en un valor de 0,94, contra un valor 1 en diciembre de 2001», describe Capello. De ser así, para recuperar el valor real del dólar de diciembre de 2007, cuando todavía la economía andaba bien -sin déficit fiscal ni de cuenta corriente-, el tipo de cambio debería alcanzar los 17 pesos.
– Socios. El tipo de cambio real multilateral es un indicador que mide la competitividad-precio de las economías. Se obtiene a partir de un promedio ponderado de los tipos de cambios reales bilaterales de los principales socios comerciales de un país. Teniendo en cuenta las recientes depreciaciones de las monedas de los principales socios comerciales de Argentina -Brasil y China-, el tipo de cambio real multilateral está en un nivel similar al de 2001, cuando también era muy evidente la apreciación real del peso, según ACM.
En coincidencia, Andrés Méndez enfatiza que «el real cayó 35% frente al dólar en los últimos 12 meses» y que casi el 20% de las exportaciones totales de la Argentina y más del 40% de las manufacturas industriales se dirigen a ese país, por lo cual «el devenir cambiario de Brasil no debiera resultar neutro para nuestro país». Para acercarse a los estándares de tipo de cambio real bilateral del período 2012-2014, el peso debería devaluarse en un 35%, es decir, el dólar debería valer $ 14. Pero, si se quisiera retomar la relación cambiaria que hubo con Brasil entre 2005 y 2011, tendría que llegar a no menos de $ 18, evalúa Méndez, para quien en consecuencia una corrección cambiaria de 50%, que lleve el dólar a $ 14, dificultosamente equipararía la situación del último trienio con nuestro principal socio comercial. «Posiblemente esta paridad tendería a recomponer competitividad aunque -por el ascenso de precios internos que la acompañaría- aún seguirían advirtiéndose signos de apreciación en el peso frente a los estándares observados en el tipo de cambio real bilateral con Brasil de los últimos tres años», advierte.
«En los últimos meses se depreciaron la mayor parte de las monedas del mundo contra el dólar, menos el peso argentino», subraya Capello. La moneda argentina se apreció en términos reales un 14% contra el dólar en el último año, cuando la moneda rusa se depreció un 38%; la de Brasil, un 26%; la de México, 17%; el euro, 14%; la de Chile, 9%, la de Perú, 8% y hasta la de China, recientemente, un 2%.
– Precio de las commodities. Para Todesca, el atraso cambiario hoy aún es inferior al del fin de la convertibilidad -cuando alcanzó el 40%-, aunque se profundizó por la devaluación en Brasil, que, hasta entonces, venía manteniendo su tipo de cambio estable a lo largo de más de una década, y la caída en los precios de las commodities, que generó una pérdida de competitividad en la principal fuente de ingresos por exportaciones.
Según el exviceministro, si bien una corrección cambiaria es inevitable, su magnitud dependerá del conjunto del programa económico en el que tenga lugar. Por ejemplo, una combinación de devaluación con rebaja de retenciones podría ser menos costosa socialmente que un intento de recuperar competitividad solamente por el camino de una devaluación. Pero cualquier rebaja de las retenciones luce complicada con la actual situación fiscal, por lo cual «también es inevitable un replanteo profundo del gasto público», sostiene.
– Cuarto de Libra. Otra forma de ver si una moneda está apreciada o devaluada, dice Capello, es recurrir al índice Big Mac, que indica que el peso se encuentra sobrevaluado un 50% (si se usa en la medición local el Cuarto de Libra, ya que el precio del Big Mac está cuidado), lo que implicaría que el dólar debería estar a $ 13,80.
Gradualismo o shock
Más allá del discurso de campaña, ¿podrá el próximo gobierno aplicar una devaluación gradual? ¿Qué es una devaluación gradual? «La posibilidad de devaluación gradual se circunscribe a un desdoblamiento del mercado cambiario con progresivo traspaso de operaciones hacia la franja libre», sostiene Méndez. «Finalmente, todas las operaciones confluirían en un mercado único, seguramente con una flotación sucia, y a un precio superior», anticipa. Es decir, las compras de dólares para atesoramiento, para turismo y con tarjetas perderían el subsidio actual. Como contrapartida, en este escenario, podrían acelerarse los ingresos de divisas que actualmente se pierden por el peso apreciado, como los asociados al potencial turismo receptivo o a la venta de billetes en el circuito formal.
«Una suba gradual del tipo de cambio requerirá una salida también gradual del cepo, y en cualquier caso, ir arreglando el tema del financiamiento internacional», afirma Capello. «Para que la solución al tema cambiario pueda resultar gradual, se la tendrá que combinar con otras medidas que reduzcan los costos de producir en la Argentina, como los impuestos», concluye.
«El levantamiento del cepo podría comenzar con una liberación inmediata de las transacciones financieras», plantea Todesca, quien coincide con sus colegas en que, desde el punto de vista económico, no tiene sentido vender dólares subsidiados para atesoramiento, especialmente con el actual nivel de reservas internacionales del Banco Central. Una ventaja adicional de una liberación del mercado de transacciones financieras -es decir, de un desdoblamiento con devaluación en la franja libre- es que daría indicios del nuevo nivel de equilibrio del tipo de cambio. «Hoy no sabemos cuál es el valor de equilibrio; el tipo de cambio oficial está atrasado y el blue, en mi opinión, está sobrevaluado y alimenta expectativas negativas», evalúa.
Entre el ajuste y el pacto social
«El grado de traspaso a precios -y con ello el deterioro del poder de compra de los salarios- de un eventual salto cambiario dependerá en mayor medida de la consistencia del esquema de política económica integral», enfatiza Castillo, para lo cual sostiene que se deberá corregir el actual «sendero de la insostenible política fiscal» y «moderar el financiamiento monetario del déficit presupuestario».
«Lo que marca la reducción o no de la remuneración del trabajo es la vinculación de las retribuciones a los trabajadores con el nivel de precios internos, lo que torna aconsejable una elevada sintonía fina en la política de ingresos, complementada con medidas fiscales y monetarias», considera Méndez, quien destaca que se debe articular el comportamiento de la política de ingresos con los representantes de los trabajadores y empresarios para acotar la «onda expansiva» de una corrección cambiaria. Así «se evita un mayor traslado a precios de la devaluación y, consecuentemente, se garantiza que la corrección cambiaria resulte exitosa y no se convierta en un esfuerzo estéril para el conjunto de los agentes económicos», añade.
Como «la inflación ya es alta y de varios años -afectando las expectativas- y partimos de un tipo de cambio muy apreciado, la única manera en que puede resultar exitosa una devaluación del peso es que vaya acompañada por un plan antiinflacionario consistente, de manera que luego del cimbronazo inicial de la suba del tipo de cambio sobre los precios de los bienes transables, la inflación posterior tienda rápidamente a bajar, de manera que al cabo de unos meses se haya producido una devaluación real del peso y que no haya sido evaporada por la inflación», sostiene Capello, quien advierte, sin embargo, que aún en ese escenario, «difícilmente no sería dañado el poder adquisitivo de los salarios, al menos inicialmente, pero no hacerlo implicará poner en grave riesgo el empleo en el sector privado, de modo que habrá que elegir entre dos males». Para el economista del IERAL, la devaluación que se viene «será la directa consecuencia de todas las distorsiones generadas en la economía en los últimos ocho años».
«La gran devaluación de principios de 2002 tuvo un bajo traslado a precios en gran medida porque hubo contención monetaria y fiscal», recuerda Todesca, quien resalta que «lo que no se puede es corregir tipo de cambio y simultáneamente expandir gasto y emisión». Tras la devaluación, «puede ser que en un primer momento haya alguna pérdida del poder adquisitivo del salario, pero es recuperable luego de que se estabilice la economía y se restablezca el crecimiento», dice y advierte: «En cambio, si se cae en una recesión prolongada, se pueden perder empleos y salarios de una manera indefinida».
Fuente: http://www.cronista.com/3dias/Desafio-2016-devaluar-sin-que-duela-20150904-0018.html