Gane Scioli o Macri al final del camino, lo que viene desde hoy, y hasta que llegue el ballotage, es esto: la pulseada por ponerle al dólar su precio justo. ¿Vale 9,50 o 16? Probablemente ni lo uno ni lo otro: en un mercado con restricciones, los precios reflejan siempre las trabas y los límites. ¿Acelerará el BCRA la devaluación? ¿Buscará el Gobierno una transición a un esquema que resuma mayores libertades cambiarias? En la City esperan que la brecha se sostenga en estos niveles hasta tanto haya más datos. Se descuenta que el Gobierno pondrá paños fríos para evitar especulaciones que suban de tono al mercado paralelo, mientras los candidatos y sus equipos inquietan los pasillos de entidades de crédito internacional para asegurarse desembolsos a partir de diciembre.
De fondo, se sabe que faltan dólares y sobran pesos. ¿Sobran pesos? No parece. A pesar de la ciclópea emisión monetaria, el sistema financiero, ?cuya misión es intermediar entre aquellos que fondean y los que necesitan crédito?, sigue siendo minúsculo en términos del tamaño de la economía. El crédito hipotecario es una promesa de campaña, mientras que la financiación a empresas siempre aparece en estado embrionario y en muchos casos depende en gran medida de iniciativas oficiales. La informalidad todavía juega su partido e impide que numerosas pymes puedan acceder a las líneas subsidiadas.
La inflación ha hecho daño: le ha bajado el pulgar al ahorro y, una vez más, ha incentivado la dolarización. Sólo así se entiende que una economía cuyo comercio exterior apenas gravita por el 0,5% del intercambio internacional, guarde en sus colchones dólares por el equivalente al 6% del circulante planetario. De la misma forma, los argentinos guardan 10 veces más dólares en el exterior que lo que registran las reservas del Banco Central. Es más: per cápita, Argentina es el país que mayor cantidad de dólares billete tiene en el mundo y es el segundo, en la cantidad total, detrás de Rusia. Hasta allí se han llegado los candidatos con sus promesas: más crédito, más dólares (pero para las empresas) y menos pesos, es decir, menos emisión y, por ende, menos gasto público. La pregunta que subyace es si habrá llegado el momento de tomar a la moneda argentina en serio, de cuidarla no sólo sea un medio de intercambio, sino también una unidad de cuenta válida y hasta una reserva de valor.
Invento genuino del mercado y no de los gobiernos, la moneda y su valor es el producto de la confianza en el emisor pero también en la calidad institucional, confianza en las instituciones políticas, transparencia, y fortaleza económica. Lo que viene es reconstruir la confianza en el peso.