De un nivel de 3,1% para fines de febrero se pasó a uno por encima del 4% para los primeros días de marzo. Eso sin contar el efecto que podía derivarse de la suba del dólar a $ 16
Por estas horas se debate en el equipo económico cuánto de exitoso fue el levantamiento del cepo sin dejar de mirar de reojo lo que pasa con el tipo de cambio. Entre los detractores de la gestión de Prat Gay, se señala que esa salida se dio con suba de precios y pérdida de reservas. Sin embargo, las internas dejaron paso a una situación tensa, donde la nueva escalada del tipo de cambio a $ 16 hizo reaccionar rápido incluso a aquellos que habían pulseado por la política de shock previo. La herencia macroeconómica le puso topes muy exiguos al margen con el que se movió el presidente Mauricio Macri desde que asumió para llevar a cabo los cambios que se había propuesto.
En ese esquema, el salto del dólar hasta niveles de $ 13-14 pareció corroborar primero que una parte del trabajo se estaba haciendo bien. La salida del cepo cambiario incluyó la unificación cambiaria, eliminación de retenciones, abolición de los tipos de cambio turista y tarjeta, y, cierta inercia en la negociación con los fondos buitres. A ello se agregó, la política de atacar los agregados monetarios (pesos que se agregan) para secar las posibilidades de un impacto adicional en materia de precios, si bien la tasa de interés es un partido que, para muchos, aún está por jugarse.
El dato es que también parece haber triunfado la política del gradualismo, al menos en reducir el déficit fiscal «de a puchos» y la eliminación de los subsidios en forma paulatina, pateando para delante los ajustes de tarifas.
Sin embargo, las luces de alarma se encendieron la última semana cuando comenzaron a medirse los precios de marzo. De un nivel de 3,1% para la última semana de febrero se pasó a uno por encima del 4% para los primeros días de marzo. Eso, sin tener presente el efecto que podía derivarse de la suba del dólar a la zona de los $ 16, que para algunos, «incubaba» nueva presión inflacionaria.
Así, la reciente caída del dólar demuestra que para el Gobierno existían riesgos colaterales derivados del mercado cambiario. Huelga decir que la devaluación del 50% que implicó la salida del cepo generó un «pass-through» que aún mantiene alta la tensión. En la traducción, la devaluación implicó un salto en los precios que, por las cifras de marzo, todavía está lejos de aplacarse. Pero sobre todo, el reciente salto para el dólar desde los niveles de $ 14 a los de $ 16 implicó un desafío, toda vez que en el equipo económico se percibió el peligro potencial de un nuevo incremento en los precios a niveles por encima del 4,5% que aún no estaba descontado.
Por eso los esfuerzos del Gobierno estuvieron abocados primero en frenar la escalada del tipo de cambio con una suba de la tasa de interés (con un costo enorme para la actividad económica) y, luego, en reforzar la oferta con un acuerdo con los exportadores con un adelanto de u$s 7000 millones.
El techo es hoy $ 15 y el foco está puesto en que los alimentos no sigan subiendo de precio, esto es, controlar la inflación aunque de ello derive perder más reservas que las que se habían proyectado. La lectura que se hace es que el costo político de tener un dólar caro no va de la mano con la política gradualista de ir ajustando de a poco, porque se paga doble costo y no compensa con beneficio en igual magnitud.
Por eso la urgencia por salir a tomar deuda en los mercados internacionales para financiar ese «gradualismo demediado» y alejar los fantasmas hiperinflacionarios.