Hay proyectos que marcan tendencia, no vienen a plantear soluciones mágicas ni utopías impracticables. Sin embargo, en un mercado que cada vez muestra más grietas a la hora de generar igualdad de oportunidades y una redistribución equitativa de las riquezas, las empresas sociales se están abriendo camino al demostrar que es posible ser rentables y al mismo tiempo contribuir a solucionar problemas sociales latentes.
Las empresas de economía de comunión, de las cuales hablaremos en este artículo, se enmarcan dentro de esta red de economía solidaria, operando dentro del mercado, con las mismas reglas que operan las empresas clásicas, aunque con motivaciones ideales.
¿Cuál es el “quid”, lo que las hace únicas y distintas de otras empresas?
Veamos primero las características de todo emprendedor:
1) Arriesga a un proyecto.
2) Sabe convivir con la incertidumbre, no es ansioso.
3) Tiene capacidad de liderazgo.
4) Tiene capacidad de innovación: sabe hacer cosas que no fueron hechas aún, y cuando otros lo imitan responde con otra innovación.
5) Anticipa el mercado: entiende antes que los demás hacia dónde va el mercado, y lo realiza.
6) Hace creer a los demás que lo que él ofrece es útil. Te hace ver la reciprocidad: es bueno para vos, es bueno para mí.
Sin dudas, todas estas características son fantásticas, y nadie puede negar lo bien que le hacen a la sociedad.
Sin embargo los economistas ya están observando que existe otro tipo de emprendedor, que arde dentro, que está insatisfecho, que es inquieto, que está disconforme con lo que ve y tiene ansiedad por transformar el mundo.
Ese es el emprendedor de la economía de comunión, y además de las características propias de todo emprendedor tiene otras:
7) Pone en común sus ganancias porque quiere un mundo mejor, quiere la reciprocidad.
8) Trabaja, en relación, y por las relaciones, a distintos niveles: dentro de la empresa, con la comunidad local y con la comunidad global.
9) Es un animador cultural, es un promotor de la cultura.
10) Tiene gran respeto y estima por los pobres, porque él también se siente pobre.
11) Entiende que: la Empresa es más grande que las Ganancias, y que la Vida es más grande que la Empresa.
El proyecto Economía de comunión (EdC) nace como la posibilidad de hacer un camino que nos lleve a superar las contradicciones de un sistema económico erróneo, que mientras construye rascacielos no sabe alimentar al niño que al lado muere de hambre. La EdC va en busca de los pobres, no solo de los pobres materiales, "de los que están solos", porque contribuir a un mundo más justo significa incluirlos en el sistema de producción, crear con ellos oportunidades de trabajo, más reciprocidad y menos asistencia unilateral, para que la ayuda no sea asistencialista.
Entonces aquí no se trata de empresarios generosos y filántropos que producen para dar, sino de empresarios que crean nueva riqueza de manera distinta, incluyente, sostenible, fraterna y justa, buscando una participación auténtica de los trabajadores en la gestión de la empresa.
Cuando la fundadora de este proyecto, Chiara Lubich, en 1991 ve y lanza la EdC, la intuye como una nueva vía para todos, ni capitalismo, ni colectivismo, sino como una posibilidad de vivir de manera distinta la economía y la empresa.
Entonces, ¿qué significa para estas empresas trabajar “en relación”?, se trata del modo de trabajar cuando trabajan.
Puede asumir las formas más diversas: ayudar a un compañero a terminar un trabajo, facilitar un ambiente de trabajo agradable, tratar a todos equitativamente, controlar la cantidad de horas de trabajo extraordinario que se le ha pedido a alguien. Promover una comunicación cada vez más clara y coherente entre todos para favorecer un diálogo abierto y honesto, encontrar tiempo para las actividades de oficina “no productivas” que se convierten en ocasiones para construir relaciones entre las personas, desde celebrar cumpleaños hasta organizar excursiones o momentos de ocio después del trabajo.
¿A qué se compromete el emprendedor en este nuevo estilo de gestión empresaria?
-A consultar a los demás cada vez que tiene que tomar una decisión.
-A escuchar. A escuchar de verdad.
-A considerar las ideas ajenas con la misma importancia que las propias.
-A compartir las responsabilidades del trabajo con todos, según las capacidades de cada uno.
Y luego, ¿qué significa trabajar “por las relaciones”?, se trata del objetivo que está detrás de la acción: por qué trabajan.
Dos empresas pueden hacer un buen trabajo ofreciendo un buen producto y ya está. Pero la empresa de EdC debe producir además bienes relacionales como resultado.
Los valores de la EdC están llamados a impregnar todos los aspectos de la empresa: administración, producción, contabilidad y finanzas, ventas, marketing, recursos humanos, las relaciones con los Clientes, Proveedores, Competencia, Estado, la Comunidad en general.
Este estilo de vida empresarial es “el secreto” fundamental para ofrecer a otros empresarios la posibilidad de experimentar la felicidad, dando sentido a la vida, no a pesar del trabajo en la empresa sino a través de él.
Y esto ha llamado la atención a los economistas, ya que estas empresas desparramadas por todo el mundo, son rentables, no a pesar de ser de EdC sino precisamente por ser de EdC.
Y todavía algo más para decir, esta nueva forma de hacer economía es un antídoto contra la crisis que estamos viviendo. Porque en la raíz de la crisis está el extraordinario consumismo y para entender los motivos, podemos acudir a tres indicadores: disminución constante del bienestar de las personas, aumento de las horas de trabajo y la caída de los bienes relacionales. Vemos como la soledad ha aumentado a costa de la confianza, la amistad y las relaciones familiares. Cuando en una economía se debilitan los vínculos sociales, el dinero es más necesario. Por una parte, hay servicios que antes se intercambiaban de buena gana en el ámbito de las relaciones familiares y de amistad y ahora deben ser pagados. Por otra parte, los bienes materiales constituyen una innegable compensación ante la pobreza de relaciones.
La EdC, que pone en el centro las relaciones, parte de una idea de la economía evidentemente opuesta a la que ha ocasionado esta crisis. Por eso, precisamente por la aportación que puede dar para reconstruir las relaciones, la EdC es una especie de antídoto contra todo esto.
Reconozco que las empresas de EdC fueron y son una pequeña minoría en la economía mundial. Pero son una minoría necesaria. Si estos empresarios abandonaran la batalla, por el cansancio o por el simple temor a agotarse, la economía correría el mayor de los riesgos: el empobrecimiento valorativo.
Que estos emprendedores no se cansen es el gran desafío.
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La autora Integra la Comisión de EdC Zona del Litoral. Es Coordinadora del grupo de estudio de jóvenes emprendedores de EdC. (www.edc-online.org)