BCRA: más crédito con menos ahorro
El viernes el BCRA decidió ponerles límites a los cobros de comisiones y topes a las tasas de interés que cobran los bancos en sus préstamos. Si bien esta medida no se implementa de inmediato, comenzará a tener efectos a partir del 30 de septiembre.
La idea del BCRA sigue siendo que a los bancos hay que presionarlos para que presten, y que lo hagan cada vez más barato y sin cobrar comisiones, así los usuarios de tarjetas pueden usarlas aún más. Es decir que la visión oficial es que el sistema financiero es, junto con el gasto público y la emisión monetaria, la otra arma para seguir fomentando el consumo interno.
Si bien echarle la culpa a los bancos de muchos males es algo sencillo y políticamente correcto, voy a correr un gran riesgo: voy a explicar para qué sirve un sistema financiero en un país y por qué en Argentina no tenemos créditos, ni en cantidad ni en plazo, menos aún en costo, para sostener el crecimiento a largo plazo.
¿Para qué sirve un banco?
Un banco es un intermediario financiero. Se trata de un lugar donde la gente deposita sus ahorros, es decir sus excedentes, que son utilizados para prestar ese dinero a otra gente que lo requiera. Con la tasa de interés que cobra por sus préstamos tiene que devolver el dinero a los que ahorraron, cubrir sus costos administrativos, pagar los impuestos y sumarle su ganancia.
Es decir, si bien es una obviedad, los bancos no prestan su dinero, prestan el dinero de sus clientes. Si los clientes no depositan sus ahorros en el banco, no hay créditos posibles.
Así, y también lo es en su origen, el banco primero tiene que captar ahorros y es más, su principal rol es defender esos ahorros. Justamente, la mayor carencia que tiene en la historia el sistema financiero argentino es no haber cumplido con los ahorristas. Desde la época de la tablita y los cierres de bancos, el plan Bonex y la pesificación de los depósitos a la salida de la convertibilidad, entre otros, se puede enumerar una larga lista de ejemplos por los cuales los argentinos ya no ahorran en el sistema financiero local.
Así, comprar un departamento, o un auto (éste pese a ser un gasto) se convierten en opción de ahorro, o bien comprar dólares y dejarlos fuera del sistema, en el colchón, caja de seguridad o en el exterior. Como se ve, estas formas de ahorro, no son tales, son más bien estrategias defensivas, que tratan de no perder el valor de lo ganado. Así, el ahorrista argentino ya no aspira a que sus ahorros le brinden rentabilidad, solo quiere no perderlos.
El principal problema del sistema financiero argentino es que históricamente no pudo preservar el ahorro de los argentinos, no supo cuidarlo. Hoy, ofrecer una tasa de interés en plazo fijo del 17% anual es hacer que el ahorro pierda un 8/10% en el año. Eso no es protección.
¿Esto es culpa de los bancos? Parte de responsabilidad tienen pero, evidentemente, la mayor parte es del organismo controlador que es el BCRA. Las reglas que impone el BCRA históricamente en la Argentina han sido para perjudicar al ahorrista y beneficiar al acreedor.
¿Más crédito sin más ahorro?
Así las cosas, se vuelve con lo mismo. Ahora las medidas siguen siendo para que los bancos presten más barato, a más gente, cobren menos comisiones y ningún incentivo a que la gente ahorre en pesos en el sistema. No solo eso, ahora se va a gravar la renta financiera, demostrando que lo peor que puede pensar un argentino es ahorrar o invertir en pesos.
Que hay que gravar con el impuesto a las ganancias a las personas que venden una empresa en millones de pesos, es una obviedad de sentido común. Pero eso no implica que haya que ponerle impuestos a los que invierten en acciones de empresas que producen en Argentina o a los que hacen un plazo fijo en pesos, compran bonos del estado o de YPF. Resulta bastante contradictorio todo esto. Pareciera que se prevé financiar las inversiones solo vía la maquinita del BCRA y los eternos fondos de la ANSES.
Resulta difícil entender cómo se quiere seguir dando créditos sin hacer nada para fomentar el ahorro en pesos.
Es muy interesante observar que desde que se puso el cepo cambiario, los depósitos crecieron un 41%, los depósitos a plazo fijo un 38% (la mayoría son de empresas y no de personas) y los préstamos crecieron un 53%. Es decir que cada vez se ahorra menos en el sistema y cada vez se sacan más créditos.
Es que los argentinos con capacidad de ahorro somos renuentes a darles nuestros ahorros, pero si a pedir crédito en pesos y en esa tarea estamos. El BCRA colabora con estas medidas en ese sentido haciendo más baratos los préstamos.
Por otro lado, hay que reconocer que el gobierno nacional no ayuda, ya que no disminuye un solo impuesto de los que cobra por tomar un préstamo. (Cerca del 30% del costo de los intereses que se cobran son impuestos).
No hay créditos hipotecarios, no hay créditos para financiar ni la obra pública de largo plazo ni la energética, no hay plata para grandes inversiones privadas y aun así, en lugar de promover el ahorro interno, se lo castiga.
Es un criterio muy raro. Se valoran más los créditos que ofrecen consumo de corto plazo y se castiga al ahorro que es para el largo plazo.
Se sigue avanzando en el sentido contrario. En lugar de querer tener un sistema financiero más grande, donde el argentino de clase media que puede ahorrar lo haga en el país, para luego poder dar créditos que ayuden al crecimiento, se hace todo lo contrario.
Muchos dirán que esta nota protege a los bancos. Ellos saben defenderse solos, lo cierto es que pretender tener crecimiento económico sostenido sin un sistema financiero que proteja y canalice el ahorro de un país es un absurda quimera.
Que los bancos ganan mucha plata, sobre todo estos años, la respuesta es sí. En un país con alta inflación los bancos son los que ganan. Pero ojo, si un banco perdiera plata, yo no dejaría mis ahorros ahí ni un minuto, porque nunca le dejaría mis ahorros a alguien que no supiera ganar dinero.
Pensar, mas allá de slogans, si lo que se está haciendo hoy tiene sentido. Lo importante es proteger y garantizar el ahorro. El crédito viene des pués.
Nunca poner el carro antes del caballo. Esas experiencias nunca terminan bien.
Fuente: http://www.cronista.com/contenidos/2013/07/23/noticia_0028.html