“Somos pobres pero somos muchos”, es la orientación que dejó Chiara Lubich, cuando imaginó que surgirían empresas agrupadas en parques empresariales (Polos), que dieran testimonio y visibilidad al proyecto de Economía de Comunión (EdC) que intenta humanizar la economía e hicieran las veces de punto de referencia para todas las empresas adheridas y para la economía en general.
Estos Polos son incubadoras que marcan tendencia, que no vienen a plantear soluciones mágicas ni utopías impracticables. En un mercado que cada vez muestra más grietas a la hora de generar igualdad de oportunidades y una redistribución equitativa de las riquezas, las empresas sociales, como las de EdC, se están abriendo camino al demostrar que es posible ser rentables y al mismo tiempo contribuir a solucionar problemas sociales latentes.
Además de las 800 empresas de EdC que están distribuidas en todos los Continentes, actualmente existen ocho Polos en el mundo, uno de ellos está en Argentina, en O’ Higgins (Bs. As.), y fue denominado Polo Solidaridad, ocupa 34 has, tiene cuatro empresas funcionando y otras por instalarse.
Sus emprendimientos modelo nacieron con el fin de ser un “faro”, de forma que el proyecto pudiese ser visto, estudiado, divulgado, imitado y que se difundiese.
Para Hugo Mardon, actual presidente del Polo, es necesario que otros emprendedores vengan a instalarse y asuman el desafío de conciliar la economía y la comunión. Las dificultades son muchas, pero sirven como combustible y motivación. Además de él, existe un consolidado equipo de trabajo que se dedica voluntariamente al proyecto.
Hemos soñado y nos hemos propuesto algunos objetivos, dispara Hugo, el crecimiento de las empresas que están, analizar la factibilidad de que vengan otras, el mejoramiento de los caminos que permita el fácil acceso, más jóvenes del pueblo trabajando en el Polo, nuevos servicios, rediseñar la comercialización de los productos, aprovechar los medios digitales de comunicación para posicionar nuestra imagen, generar espacios de diálogos con las familias que viven en el pequeño barrio que hace parte del predio, generar instrumentos y campañas para incorporar nuevos inversores y para financiar nuevos proyectos.
Estos jóvenes que trabajan conmigo no precisan de limosna, precisan de oportunidades, afirma Pepe Marín de la empresa Primicias que se dedica al cultivo de hortalizas a cielo abierto y bajo invernadero. Para él, por encima de todo deben cultivarse las relaciones entre todos los que forman parte de la empresa y del Polo. Con “hombres nuevos” podemos construir una sociedad nueva. Y eso es lo que intenta vivir con sus empleados, incluso con tradiciones culturales muy diferentes que respeta y acompaña.
Gonzalo Perrín, con apenas 29 años hoy dirige Pasticcino, una fábrica del Polo que confecciona casi 1 millón de galletitas por mes para acompañar el café, que distribuye entre 15 cadenas de cafetería, como por ejemplo Café Martínez, y tostaderos de café, como Café Guatemala. "A la hora de elegir a nuestros empleados nos fijamos en los valores, que estén de acuerdo con el proyecto y priorizamos la confianza", cuenta Gonzalo, que hoy cobra lo mismo que un operario jefe de familia porque entiende que tiene más urgencias que él. A su vez prefieren contratar mujeres como operarias porque cree que tienen menos oportunidades laborales en la zona.
En relación a cuáles son los valores que diferencian a su empresa de cualquier otra, Gonzalo responde sin dudar: confianza, generosidad y radicalidad. "La generosidad se vive con los sueldos, los horarios y la forma de vincularnos. La radicalidad se nota en las convicciones porque vamos contra la corriente. Conozco a mis proveedores, a mis clientes y a la competencia, y ellos no piensan así. Por eso te tenés que comprometer de lleno y no perder esta radicalidad", dice Gonzalo, mostrando el entusiasmo y el compromiso que corren por sus venas.
Este proyecto, por lo tanto estas empresas y estos Polos, nacen para los pobres, para que sean incluidos en el proceso productivo. Esta mirada sobre ellos, como una oportunidad más que como un problema, como se los suele ver habitualmente, es lo nuevo que trae la EdC. Porque es la única forma posible de sacarlos de la indigencia, viéndolos con estima, con valoración como personas, como una oportunidad, y no con la mirada paternalista o asistencialista clásica. Cuando un empresario hace filantropía o beneficiencia, fracasa. Puede hacerlo, pero no es su tarea. Su tarea es crear cosas nuevas, no dar dinero, eso lo hacen las fundaciones. El empresario es un creativo, que resuelve problemas, que brinda puestos de trabajo, no uno que da dinero.
El emprendedor contribuye al bien común, haciendo cosas nuevas, innovando, creando productos y servicios nuevos, creando puestos de trabajo, incluyendo al excluido.
Hay una vieja ley que dice que si el ayudado no se siente útil hacia el que lo ayuda, nunca se sentirá su igual. Por lo tanto cuando sí se experimenta esta igualdad, se genera la reciprocidad.
Las empresas de EdC, produciendo con los pobres, generando la riqueza con ellos, se transforman en empresas de un solo tiempo, ya que incorporan al proceso productivo la redistribución de la riqueza.
Muchas veces me pregunto: ¿por qué la EdC provoca tal impacto en el mundo a nuestro alrededor y tantas personas desean conocerla más de cerca? La experiencia me hace ver que sí, que tiene la repuesta que busca el hombre y, aunque sean pocos y la experiencia no sea todavía muy expresiva, LA HUMANIDAD BEBE DE ESTA FUENTE.
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La autora es parte de la Comisión EdC Rosario. Directora del Polo Solidaridad – O’ Higgins (Bs. As.)