El pasado lunes la Corte Suprema de los Estados Unidos comunicó su decisión de no tratar la apelación argentina y sacudió al mercado. La decisión estaba dentro de las posibilidades, pero claramente el mercado no lo tenía priceado. Esto llevó a una fuerte ola de ventas que terminó con el Merval desplomándose más de un 10%.
A partir de ese día el mercado bailó al ritmo de las noticias, declaraciones, especulaciones y comunicados, con una fuerte volatilidad y un volumen extraordinario. En una semana pasó lo que en mercados estables podría pasar en un año.
Más allá de cualquier debate acerca de la racionalidad y equidad de la decisión de la Corte y los fallos de las anteriores instancias, hoy Argentina tiene dos opciones muy contrapuestas: negociar o defaultear. Con sus matices, estos dos son los únicos caminos por los que puede transitar el Gobierno en los próximos días.
Al principio los mensajes eran un tanto contradictorios. Sin embargo, las dudas se fueron disipando con el correr de los días hasta encontrar mayor claridad en el discurso de la Presidenta en el Monumento a la Bandera. “Nosotros queremos cumplir con el 100% de los acreedores (…) Sólo pedimos condiciones justas y la Argentina siempre está dispuesta a negociar. Aquí siempre hay buena fe”.
Esta expresión de voluntad del Gobierno de pagarle a la totalidad de los acreedores es ciertamente una decisión muy positiva y en línea con los hechos que hemos visto durante la primera mitad de 2014. El arreglo con Repsol, el reciente acuerdo con el Club de París e incluso el sinceramiento de las estadísticas oficiales son signos de acercamiento a los mercados internacionales. El fallo de la Corte Suprema era el último peldaño de esta escalera, aunque la decisión adversa no implica que todo esté perdido.
De conseguir un arreglo con los holdouts, el mercado de renta fija podría rápidamente experimentar un estrechamiento de yields. Esto sería un gran beneficio para Argentina: por un lado, le permitiría acceder finalmente al financiamiento externo para reforzar sus alicaídas reservas; por el otro, le permitiría bajar el coste de su deuda.
Últimamente los bonos soberanos argentinos rinden en promedio entre un 11% y 12%, con una curva casi plana (a título informativo, el Boden 2015 cerró el jueves a 89,50, lo cual arroja una TIR de casi un 19% en dólares). ¿Resulta tan ilógico bajar esta tasa a “solamente” un 8% promedio? Uruguay emitió deuda en dólares a 2050 al 5,1% y México emitió un bono en libras esterlinas a 100 años al 5,75%. En este contexto, Argentina podría bajar su coste de la deuda acercándose a estos niveles, aunque sea en la parte más corta de la curva.
El Gobierno se ha dado cuenta que los beneficios de arreglar con los holdouts superan los altísimos costes económicos y políticos de entrar en un nuevo default. Una negociación es hoy el escenario más racional y más probable. Si bien el pago de esta deuda impaga va a ser oneroso, más costoso aún va a ser entrar en default y tirar por la borda los avances pro-mercado realizados a lo largo de 2014.
Ahora el mercado va a pasar de centrarse en el binomio “negociar o defaultear”, a preguntarse cuándo, cuánto y cómo deberá pagar Argentina. El Gobierno tiene entonces la difícil misión de encontrarle una solución final a este tema. Esperemos el Gobierno sepa jugar bien sus cartas y superar el último obstáculo en su carrera por retornar a los mercados financieros internacionales a tasas aceptables.
El autor es Lic. en Ciencias Empresariales y tiene un Master en Banca y Regulación Financiera. Actualmente se desempeña como Analista de bolsa en TSA Bursátil, una empresa del Grupo Transatlántica