Puede que la desigualdad fomente el resentimiento, pero no es la que genera pobreza. La pobreza se resuelve incrementando la riqueza total. (Para demostrarlo voy a usar un cuento del economista Carlos Lopez)
Supongamos que en un país viven 40 millones de personas. Para vivir dignamente necesitamos comer 1 kilo de carne diario. En ese país, cada día se generan 40 millones de kilos de carne y está todo tan bien distribuido que le toca 1 kilo por persona. Por tanto, la renta per cápita anual es de 365 Kg de carne por persona.
Pero como la tecnología avanza, supongamos que llega Dylan, el genio de la genética conocida como “el Steve Jobs del bife”. Dylan mediante la ingeniería genética es capaz de triplicar el número de bifes. Su hermano mellizo Alan, un sabio de las finanzas, le hace patentar la idea, y el menor de sus hermanos Andrés, un vendedor de simpatía, un vándalo comerciante logra comercializar esa patente a cambio del 33% de la producción mundial.
Con este milagro de la tecnología la producción mundial de bifes sube a 120 millones de kilos diarios, de los cuales Dylan, Alan y Andrés se quedan con el 33% o sea con 40 millones de kilos. El resto de los mortales ahora tiene 2KG por persona, duplican su porción.
El Cronista Comercial titularía una verdad irrefutable: “Milagro, tres hermanos lograron duplicar la riqueza del país”.
Sin embargo, Página 12 titularía otra verdad irrefutable: “Drástico aumento de la desigualdad, solo 3 insensibles personas se llevan un tercio de la renta de nuestro país”.
Ambas afirmaciones son verdad, todos los habitantes pueden comer el doble, pero la desigualdad se ha incrementado dramáticamente.
El objetivo de este cuento es contradecir dos argumentos muy populares. Es mentira que para enriquecerse hay que empobrecer al resto y que la desigualdad equivale a pobreza.