En los últimos dos años, tuvimos dos grandes devaluaciones del peso: La primera fue bajo el duo Kicillof-Fabrega y, la segunda, a pocos días de comenzado el nuevo gobierno, con Prat-Gay y Sturzenegger a la cabeza. A nadie le gusta devaluar pero, una vez que lo hicieron, lo ideal es hacerlo bien ¿Quién devalúa mejor?
Primero y principal, hay que entender qué es una devaluación y los errores generalizados al respecto. En sentido literal, una devaluación es la pérdida de valor de algo (en este caso, una moneda). Dicho así, ninguno de los dos episodios mencionados fueron devaluaciones, ya que el peso ya había perdido el valor, solo que el dólar no lo reflejaba. Sin embargo, ni en enero de 2014 ni en diciembre de 2015 uno podía comprar dólares o comerciar libremente, con lo que si el dólar lo reflejaba, o no, es secundario. En sentido cotidiano, una devaluación es un salto en el tipo de cambio que se da cuando este no se maneja libremente (bajo un régimen de tipo de cambio libre, el aumento del tipo de cambio se denomina depreciación).
Aclarado esto, ¿Para qué devaluar? La devaluación es útil porque, ante un proceso de pérdida de valor del peso, el dólar se vuelve muy atractivo, lo que potencia las compras en el exterior, la compra de divisa estadounidense como mecanismo de ahorro y desincentiva las inversiones locales debido a su alto costo en dólares. El problema no es la devaluación, sino que lo complejo es cómo se llegó a esta. Temámosle al atraso cambiario y no a la devaluación, ya que esta es consecuencia. Cuando el dólar está barato (a $9 lo estaba) todos vamos a querer comprar dólares y, para peor, los creadores de dólares (exportadores agropecuarios e industriales) tendrán pocos incentivos a generarlos, profundizando aún más el problema.
El principal miedo que genera la devaluación es la pérdida de poder adquisitivo ya que se asume que lo que sube el tipo de cambio es lo que subirán los precios. Bueno, se podría pensar que, entonces, cuanto menor sea el traspaso a precios, más efectiva es una devaluación. Es decir, si consigo ganar competitividad sin generar pérdida de poder adquisitivo, el salto cambiario fue un éxito.
En los tres meses previos a la devaluación de enero de 2014, la inflación acumulada fue de 8,6% según los datos de la oficina de estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires. En el mismo periodo pero previo a la devaluación de diciembre, los precios aumentaron un 6,1%. Por otro lado, la inflación anual acumulada a enero de 2014 era de 30,5% mientras que, a diciembre de 2015, era de 28,3%. Así las cosas, la inflación parece estar en línea ya que los tres meses previos a cada una mantienen la diferencia que se registra en la anual, dos puntos y monedas.
Lo importante viene en los meses posteriores a la devaluación y, principalmente, en el mes en el que se lleva a cabo la devaluación, ya que es el que genera las expectativas a futuro. Siempre según el IPC-CABA, la inflación del mes D (cuando se efectúa la devaluación) fue menor en diciembre 2015 (3,9%) que en enero 2014 (4,8%). Sin embargo, los bienes crecieron más en la última devaluación que en la primera (3,5% vs. 5%) pero vale aclarar que la devaluación de enero fue entre el 22 y el 23 del mes, mientras que la de diciembre fue ampliamente anticipada luego del ballotage y fue realizada entre el 16 y el 17, dando más tiempo a la remarcación de precios.
En los tres meses posteriores a la devaluación de enero, la inflación acumulada fue de 14%, lo que anulo cualquier aumento de competitividad vía tipo de cambio que se había conseguido. En 2014, los precios crecieron 40%, enterrando cualquier esperanza de ser competitivos. Ahora, los precios creieron en enero un 4,1% (0,3 puntos menos que en el mes posterior a la devaluación del Kirchnerismo) y, tan solo para alcanzar ese 14%, la inflación mensual debería ser de 5% en febrero y de 4% en marzo, niveles que no parecen muy posibles y que no están siendo considerados en ninguna discusión salarial, ya que elevaría la inflación al 37% y los gremios están hablando de 32%/33%.
Otro punto a considerar es la magnitud de las devaluaciones: Fabrega devaluó 18% en dos días mientras que Sturzenegger lo hizo más del doble (42%) en los primeros días y ya acumula más de 50% . Así, si el aumento del tipo de cambio es del casi el triple pero los precios aumentan menos, se habrá conseguido una devaluación exitosa. Es decir, del 53% que se devaluó, solo una pequeña porción se irá a precios mientras que, cuando se devaluó al comienzo de 2014, casi todo el aumento del tipo de cambio se trasladó a precios. El actual equipo devalúa mejor.
El por qué habrá que buscarlo en las medidas y hechos que se dieron en paralelo: Suba de tasas para fomentar el ahorro y sacar presión al dólar; Cambio de gobierno que genera mayor confianza y menos demanda de dólar; Muchos precios ya estaban siendo pensados al tipo de cambio blue, por lo que el aumento genero bajo impacto; Y caída del consumo que, en alguna medida, sacó presión sobre los precios.
A nadie le gusta devaluar, no está bien visto. Sin embargo, en esta, Prat Gay y Sturzenegger lo supieron hacer mejor y eso implica menos trauma para todos nosotros. Ahora resta ver cuál es el aumento de precios en los próximos meses y cómo se maneja el nuevo tipo de cambio. En principio, vamos bien.
Fuente: http://www.elpuntodeequilibrio.com/Articulo/Vista/Quien+devalua+mejor