Como hacemos siempre, primero los gráficos, porque nos anticipan muy rápidamente el estado general del dólar:
Indudablemente, el primer objetivo se cumplió: después de la salida del cepo, el dólar blue perdió la mayor parte de la demanda y por ende, prácticamente dejó de existir. Desde ya, siempre hay un mínimo mercado paralelo pero ahora sí es muy marginal y la alineación del dólar oficial con el blue es casi completa. Con lo cual podemos ver que el sacrificio o “sangría” de las reservas no valía la pena. En los casi 4 años de vigencia del cepo, según datos publicados por el Indec, se fugaron nada más (y nada menos) que USD 35.000 millones. ¡Y eso que estaba vigente el cepo! No hay dudas y lo vamos a repetir hasta el cansancio: nadie entra a un lugar del que no puede salir. Si encima, aunque con muchas restricciones, el BCRA vende bienes a un precio muy conveniente (dólares en este caso), sin dudas, el deporte nacional pasa a ser tratar de comprar ese bien barato para hacer una diferencia. Esto debería servir como una experiencia definitiva en nuestro país. Está más que claro que cualquier tipo de control de cambios desemboca en una bola de nieve imposible de sostener y que, antes o después, el mercado gana la pulseada.
Ahora bien, estos movimientos generaron que el mercado cambiario encuentre cierto equilibrio al menos por ahora. Y eso corrió el árbol que tapaba el bosque, es decir, el que entendemos es el verdadero gran problema: la inflación.
En muchos anteriores informes nos concentramos en la inflación, justamente, porque el precio del dólar es una consecuencia y no una causa. Y aunque durante mucho tiempo nos quisieron hacer creer que es normal, la inflación es un fenómeno que el mundo económico actual desterró hace tiempo. De hecho, estos niveles actuales los sufrimos nosotros, Venezuela y algún que otro país perdido. Pero tanto los países desarrollados como los no tanto, incluidos los sudamericanos, está claro que ya encontraron los antídotos para no caer en forma recurrente en este problema.
Y justamente por este tema, el gobierno concentró sus armas en atacar la inflación, a través del BCRA y el Ministerio de Hacienda. De allí que empezó a utilizar algunos instrumentos muy claramente:
* Reducción del déficit fiscal primario: en el primer bimestre, la reducción fue del 16,40% comparado con el año anterior. Y es esperable que mantenga ese mismo camino durante todo el año. En nuestra opinión, el problema es de gastos y no de ingresos. Con lo cual, el ajuste en el gasto fiscal entendemos va a ser una constante durante un buen tiempo. Esto es doblemente importante porque se consiguió bajando impuestos que sofocaban a la producción y además cortó la inercia alcista que llevaba.
* Reducción de personal, tanto de planta permanente (mediante despidos) y contratados, con la no renovación de los mismos. Esta medida es la que genera mayor impacto social sin dudas. Hasta el momento, se habla de aprox. 10.000 puestos de trabajo perdidos.
* Aumento de la tasa de interés: el BCRA fijó la tasa de las Lebacs en cerca del 38% anual para 35 días y la viene manteniendo hace un buen rato. Y acá nos tenemos que detener, porque hoy es una de las herramientas predilectas y de las más utilizadas.
Si bien la emisión de Lebacs a estas tasas las transformó en un instrumento “indispensable” en cualquier cartera, tenemos que decir que tiene ventajas y desventajas, como casi todo.
Por un lado, el BCRA repitió en muchas oportunidades que no va a bajar la tasa de interés hasta tanto la inflación muestre signos de descender. Subir la tasa para bajar el dólar y reducir el consumo, enfriando la economía e impactando en la inflación, es una medida más que conocida.
No obstante las correcciones tarifarias alimentan la inflación en forma directa. Y en ese sentido, no parece ser un buen momento para bajar la tasa de interés. Ahora, en lugar de tener un ancla inflacionaria en el dólar, parece preferir el Gobierno tenerla en la tasa de interés.
Sin embargo, como con la teoría de la manta corta (quedan descubiertos los pies o la cabeza), tenemos algunas desventajas. La principal es justamente, los intereses. Una tasa tan atractiva genera contracción en la economía, pero por otra parte, genera la obligación de pagar en el futuro una gran montaña de pesos.
Se estima que en todo el año se deberían emitir unos $ 125.000 millones sólo para cubrir intereses. Y eso va contra la política contractiva actual del BCRA. Ese importe representa nada más (y nada menos) que el 25% de la base monetaria. Esta futura emisión genera complicaciones en la intención del gobierno de llevar la inflación al 1% mensual en el segundo semestre para redondear un 25% anual. Seguramente, después se deberán esterilizar con nuevas emisiones de bonos. Habrá que ver cómo logra resolver este problema. Desde ya, mucho más sencillo en un contexto de menor inflación.
¿Y el dólar?
Porque al final, nos concentramos en la inflación, pero por las dudas…nunca tenemos que descuidar la evolución de nuestro “viejo amigo”.
Respecto a la cotización, está claro que con los precios actuales el Gobierno y el mercado se sienten bastante cómodos. Ronda una banda entre 14,50 y 15,90 y no parece moverse mucho de allí.
Sin embargo ahora podríamos tener el escenario inverso: un dólar con tendencia a la baja.
En este punto convergen 2 elementos importantes:
* Dólares de la soja: se estima que en las semanas más “calientes” de abril, la liquidación de dólares provenientes de la venta de soja podría rondar los USD 800 millones semanales. Si a eso le sumamos que la baja de retenciones colabora en mantener menor cantidad de stock en silo-bolsas, la presión bajista parece ser una realidad. Pero por otro lado, la inflación seguramente presionará en contrario y mantendrá el valor en los precios actuales. La idea es no tener un dólar mucho más barato, para no caer en un nuevo atraso cambiario y en la depreciación del tipo de cambio real. Desde ya, no sería deseable perder competitividad y no generar condiciones para reducir la inflación. Por lo tanto, es de esperar que el Gobierno incentive medidas de compra de dólares en este trimestre, como la que ya anunció de permitir a los importadores comprar con un año de antelación o alguna referida al envío de utilidades al exterior.
* Dólares financieros por arreglo con holdouts: este acuerdo parece ser algo que se va a cerrar la semana entrante. Sin dudas, el acceso a los mercados financieros internacionales es algo que quiere aprovechar el Gobierno y esencial para dejar atrás muchos años de default.
La realidad es que hoy el tipo de cambio real está empeorando y eso hace perder competitividad al peso, configurando un escenario aún más complicado para el país.
Seguramente el BCRA mantendrá las tasas altas mientras ingresan dólares de la soja y de alguna emisión de bonos. Incluso podrían ingresar dólares para inversión aunque eso parece algo más improbable en el corto plazo.
El BCRA centró su lucha contra la inflación y no contra el valor del dólar al menos en este momento. Como el dólar parece parcialmente controlado, la inflación pasó a ser el enemigo N° 1. Y para eso parece que quieren utilizar el segundo trimestre, en el que comenzaron recomponiendo tarifas y corrigiendo precios, dado que el escenario del dólar parece levemente simplificado.
El objetivo principal es desacelerar fuertemente la inflación para junio/julio y, a partir de allí, comenzar a darle lugar a la suba del dólar y no perder nuevamente competitividad. Incluso se especula con que podría recomponer algo en el nivel de reservas, mediante la compra de dólares. Pero todo esto, según nos parece, supeditado a la tasa de inflación que se logre en este trimestre.
En principio, las medidas tomadas parecen ser más “necesarias” que “deseadas” (en la parte de tarifas por ejemplo) pero son las iniciales para recomponer una economía muy maltratada en los últimos años. Y no hay que olvidar que todavía no se atacó en forma directa y concreta la reducción del gasto público, que es el ítem principal a controlar.
Como vemos, es un escenario más que complejo que es mucho más fácil describirlo que “domarlo”. Pero por otro lado es el desafío a encarar para intentar tener una economía más sana hacia fin de año y con mejor proyección en los años venideros.