Por Daniel Sticco.
Tanto la autoridad monetaria como más aún las nuevas autoridades de los Ministerios de Hacienda y Finanzas, sostienen que «la paridad cambiaria es lo que es porque se está en un régimen libre y flotante, sin intervención».
Y agregan: «Si estuviera realmente atrasado, actuaría la fuerza de la demanda especulativa para comprar barato a la espera de que suba, sobre todo porque las tasas de interés que otorga un plazo fijo en bancos se dice que no cubren la inflación esperada por el mercado».
Sin embargo, ese no es el análisis que hacen los hombres de negocios, en particular de aquellos que orientaron gran parte de su producción a la exportación, y que en sus costos de fabricación de bienes y servicios prevalecen los internos largamente sobre el componente importado.
Es cierto que si se considera el punto de partida del 10 de diciembre de 2015 y el efecto de la eliminación de las retenciones para el conjunto de las economías regionales, minería y productos industriales, la suba nominal del tipo de cambio efectivo del 68% superó en poco más de 10% a la tasa de inflación que midieron para ese período el conjunto de consultoras privadas.
De ahí surge una mejora real nominal, esto es, excluido el efecto combinado con la mayor apreciación de las monedas de los principales socios comerciales de la Argentina, respecto del dólar, del orden de 11%, y por tanto la producción nacional ha mejorado su competitividad cambiaria.
Pero, se sabe, y lo dicen a diario el Presidente, los ministros del área económica y la autoridad monetaria, que al 10 de diciembre de 2015 la situación macroeconómica estaba singularmente deteriorada y dominada por cepos y restricciones que traban el comercio exterior.
Por tanto, en el sector real consideran que un mejor punto de referencia para determinar el grado de deterioro o mejora de la paridad cambiaria para los exportadores de bienes y servicios es enero de 2014, cuando el anterior gobierno devaluó el peso sin plan de normalización del resto de las variables y, por tanto, no generó efectos sobre la actividad exportadora.
En ese caso, el tipo de cambio actual acusa un rezago cercano a 20%, porque mientras el promedio de precios de la economía aumentó un 147%, el tipo de cambio efectivo nominal se elevó 104 por ciento. Por tanto para que la paridad resulte equiparable a la de tres años atrás debería subir a unos 19 pesos por dólar, o bien recibir compensaciones vía reintegros de impuestos y crédito subsidiado equivalente a poco más de tres pesos por dólar.
Mejora del poder de compra de un sector de la población
Por el contrario, la cuenta arroja resultados notablemente diferentes cuando se compara la variación del tipo de cambio con la que experimentó el promedio de salarios registrados en el sector privado, sobre un universo de poco más de seis millones de trabajadores.
Según la serie del Sistema Integrado Provisional Argentino (SIPA) que publica el Ministerio de Trabajo, desde diciembre de 2015 el salario privado aumentó un 35%; mientras que respecto de enero de 2014 se elevó un 76 por ciento. En el primer caso, significó una suba real en dólares, al tipo de cambio disponible libremente sin cupos para ahorro o turista del 30%, cotizaba a 15,08 pesos por unidad (apenas se movió 4,1%); mientras que en el segundo la mejora del poder de compra de la divisa se amplió a 42%, porque en el punto de partida se negociaba a 12,65 pesos (aumentó 24,1%).
Semejante brecha cambiaria para el promedio de los asalariados registrados, de los cuales se estima que poco menos de 15% mantienen capacidad de ahorro, explica el singular flujo residentes en tours de compras hacia países vecinos, principalmente Chile y Paraguay, y en menor medida hacia Brasil, Uruguay o Miami, en detrimento del comercio local.
Esta brecha entre el tipo de cambio efectivo para la producción y para el consumidor de altos ingresos no aparece a menudo en las evaluaciones de los funcionarios, pese a que cada mes el Banco Central da cuenta en sus informes del mercado de cambios que casi un millón de personas compran dólares para atesoramiento y gastos de turismo, y que explica en gran parte porque no reaccionan las exportaciones, y tampoco el consumo de bienes no durables y semidurables.
DANIEL STICCO
Es el editor Jefe de Economía Infobae.com. Economista, periodista y consultor de empresas, con más de 30 años de profesión. También es director del Instituto de Estudios Laborales y Sociales de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) y columnista en el programa Sin Saco y Sin Corbata en FM Concepto (95.5).