De cinco años a esta parte, EE.UU. atraviesa una revolución energética por la explotación del petróleo y gas de esquistos en su territorio. Con el precio del gas natural en un tercio de sus valores del 2008, la industria química y la petroquímica aprovechan la bonanza y reabren plantas.
Para desesperación de los lobbies de la energía, California se apresta a instaurar una moratoria sobre la fracturación hidráulica, que permite extraer el petróleo y gas de esquistos. El parlamento de ese estado, de mayoría demócrata, dio un paso en esa dirección a fin de abril, justificando su decisión por los peligros para el ambiente.
No obstante, el estado está potencialmente sentado sobre una nueva mina de oro. Dos horas al sur de San Francisco, el condado de Monterey albergaría más de 15.000 millones de barriles de petróleo. Cuatro veces más que las reservas de Dakota del Norte, gracias a las cuales ese pequeño estado vive un formidable boom económico, con el menor desempleo del país.
Un estudio de la Universidad del sur de California estima que la explotación de esos recursos crearía 2,8 millones de empleos en quince años. Y además significaría US$25.000 millones en impuestos locales de aquí al 2020.
En la costa opuesta, en el estado de Nueva York, las mismas preocupaciones podrían producir los mismos resultados: una moratoria de dos años a la fracturación hidráulica. La región es atravesada por la gigantesca formación rocosa de Marcellus Shale, rebosante de gas de esquisto. El año pasado se produjeron 50.000 millones de metros cúbicos.
Pero esos dos estados van contra la corriente: desde hace unos años, el país está haciendo su revolución energética.
En Texas, en Louisiana, en Pensilvania, en Arkansas y hasta en Oklahoma, hay una fiebre extractiva del petróleo y gas de esquisto. Irrisorio antes del 2007, el gas de esquistos representa hoy más del 20% de la producción estadounidense de gas natural, la cual en su conjunto también saltó el 30% en el mismo lapso, según los datos de la Agencia Estadounidense de la Energía. En el 2010, EE.UU. pasó a ser el primer productor mundial, superando a Rusia.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) pronostica un escenario similar para el petróleo de aquí al 2017: EE.UU. destronaría a Arabia Saudita. En 2030, el país, primer consumidor mundial, se convertiría en exportador neto.
Esos acontecimientos no han tenido impacto sobre el precio del barril de crudo. Pero sí sobre el gas natural. En 2008, el millón de BTU (“british thermal unit”, la unidad de referencia) cerró a más de 12 dólares. Cuatro años más tarde, a fin del 2012, había caído a menos de 2 dólares, antes de remontar a 4. Y esos precios son tres veces inferiores a los de Europa.
“Eso les da a las empresas de EE.UU., especialmente químicas y plásticas, una ventaja competitiva”, dijo Chad Moutray, economista de la Asociación Nacional de Industrias. Según la AIE, la factura de gas de las firmas estadounidenses, a igual consumo, es un tercio de la de sus competidores europeos.
Lo mismo vale para la electricidad. La factura de las industrias de EE.UU. es dos veces menor que la de Francia y el Reino Unido y tres veces menor que la de Japón.
Grandes consumidores de gas, la química y la petroquímica están entre los principales beneficiarios. “Desde 2008, la reducción del precio de gas natural ha coincidido con un avance de las ganancias de los químicos”, dice Anton Ticktin, de Valence, un banco de inversiones especializado en el sector.
“Cinco años atrás, la producción estaba en una marcada contracción, en gran medida por la suba del precio del gas, dijo Stephen Pryor, CEO de la rama química de ExxonMobil, en una conferencia. EE.UU. estaba al borde de convertirse en importador neto. El gas de esquistos cambió todo.
Bajo régimen de quiebras en 2009, la química LyondellBasell vive ahora una segunda juventud. El grupo de Houston registró un beneficio neto récord de US$2.800 millones en 2012.
El gigante Dow Chemical, segunda empresa química mundial después de la alemana BASF, por su parte, había suprimido 10.000 empleos durante las recesiones, cerrando varias plantas para acelerar sus deslocalizaciones hacia Kuwait y Arabia Saudita, donde los precios del gas eran menores. Hoy se apresta a invertir US$1.700 millones para abrir una unidad de craqueo en la región de Houston. Esa apertura será la primera en EE.UU. desde el 2001. Se tratará de su mayor unidad de producción de etileno, la base de numerosos plásticos. A fin del 2012, Dow Chemical reabrió una planta en Louisiana, cerrada desde el 2009.
“Ahora que los precios del gas son comparables a los de medio Oriente, las decisiones de inversión se replantean”, dice Ticktin. De hecho, se están estudiando numerosos proyectos. Empresas extranjeras como la holandesa Shell, la sudafricana Sasol y hasta la egipcia Orascom prevén aperturas.
La industria química no es la única ganadora. El Consejo de la Química estadounidense ha identificado otros siete sectores manufactureros susceptibles de aprovechar la baja de precios del gas.
En un estudio realizado con PricewaterhouseCoopers en diciembre del 2011, la Asociación Nacional de Industrias habla de que podrían crearse un millón de empleos de aquí al 2025 “gracias al bajo precio del gas. Pero esos efectos esperados no se manifiestan todavía”.
Otros esperan también que la baja de los costos de la energía incite a las empresas de EE.UU. a repatriar unidades de producción del exterior. Apple, General Electric y hasta Boeing vienen anunciando intenciones de ese tipo. “La energía es una parte de los criterios de decisión, pero no es el único”, atempera el economista Moutray.
“Desde el pico del precio del gas en 2008, la economía estadounidense ha gastado un 23% menos en electricidad y en gas en el proceso de producción. Eso puede parecer impresionante, pero el ahorro no representa más que el 0,8% de los costos de mano de obra”, precisa Paul Dales, analista de Capital Economics. “Tampoco la baja del precio del gas ha estimulado demasiado el crecimiento del PBI aumentando el ingreso disponible de los hogares. Su factura en electricidad y gas bajó 10%,lo que equivale a un aumento del 0,2% de su ingreso disponible.” El impacto del gas y el petróleo de esquistos en la economía y en el mercado laboral sigue siendo materia de debates. Mucho menos aún está saldado el debate sobre el impacto en el medio ambiente.
Fuente: http://www.ieco.clarin.com/economia/shale-gas-reanima-industrias-EEUU_0_934706966.html