Se ubican por arriba de umbral de alarma determinado por el FMI. No obstante, este año están cubiertos los requerimientos. Para el 2020, reducción de déficit fiscal mediante, bajarían a entre 10% y 12% del producto
La incertidumbre política como telón de fondo va a acompañar los meses que queden hasta las elecciones presidenciales. Pero más allá de las dudas sobre quién va a gobernar el país desde el 10 de diciembre, la inquietud en los inversores se focaliza también en tener los fondos para pagar deuda.
La información que subyace de los indicadores que determinan si la deuda es sustentable no son alentadores, pero sí la perspectiva a futuro, siempre y cuando se avance con el ajuste desde lo fiscal, según las evaluaciones y testeos que se practican. En el Gobierno lo saben y, en ese sentido, buscan consensuar con la oposición el acuerdo de que va a seguir comprimiendo el gasto para cerrar la brecha con los ingresos, y que el programa con el Fondo Monetario Internacional se va a respetar.
Además de medir la deuda como porcentaje del PBI, que a fines de 2018 se ubicó en un 86% del producto, en el FMI cuentan con otro indicador clave que mide la posición de solvencia de un país. Dentro del «Monitor Fiscal» elaboran el de las Necesidades Brutas de Financiamiento (NBF), que surge de agregar al total del déficit fiscal (esto es no sólo el primario sino también incluyendo intereses), los vencimientos de deuda en el año.
De acuerdo al FMI, si las NBF anuales sobrepasan el 15% del PBI, el país ingresa en una situación de alto riesgo para honrar sus deudas. «En 2019 en curso, el fisco argentino estaría en esa situación», identificó el economista Federico Muñoz. Pero a su vez hizo la siguiente salvedad: que el financiamiento de este año está asegurado.
De hecho, los desembolsos del FMI aseguran casi la mitad de las necesidades de financiamiento en 2018. Y, de acuerdo a los últimos monitoreos desde la Secretaría de Finanzas, con una renovación de un 40%, en promedio, de los vencimientos de Letes y Lecap, se cierra el año.
El riesgo país, que si bien el viernes disminuyó levemente hasta los 929 puntos, amenaza con subas dentro de la volatilidad en pleno contexto preelectoral, determina la incertidumbre no sólo política, sino también sobre cómo sigue la sostenibilidad de la deuda en los próximos años. Si hubiera un bajo endeudamiento, las opciones oscilarían entre un mayor financiamiento o reducir el déficit fiscal. Pero tras el préstamo del FMI y con el riesgo país esos niveles, buscar fondeo a tasas razonables en el mercado no es una opción.
Los testeos que se hacen marcan que a partir de 2020 el indicador de NBF volvería a oscilar a niveles pre-crisis, de en torno a 10% y el 12%, «una demanda de fondos exigente aunque asequible», sostuvo Muñoz.
Pero claro, en estas perspectivas a futuro se incluyen dos variables clave: que la economía argentina crezca (el FMI estima para 2020 un aumento de 2,2%) y que se continúe con el encumbrado camino de achicar el déficit fiscal y, que de hecho, el año próximo haya un superávit primario (antes del pago de intereses) de 1% del PBI.
«En función de lo expuesto hasta aquí, la posición de solvencia del sector público luciría comprometida pero de ninguna manera puede hablarse de un default inminente ni inevitable. En un contexto de austeridad (es decir, llevando el resultado primario de 0% a 1% del PBI) y volviendo a crecer, el pasivo estatal sería perfectamente sostenible», agregó Muñoz.
Dentro de los 10 puntos que el Gobierno de Mauricio Macri busca consensuar con algunos referentes de la oposición, según publicó La Nación, están lograr y mantener el equilibrio fiscal, como también sostener un Banco Central independiente y el «cumplimiento de las obligaciones con nuestros acreedores», entre los que el principal es, claro, el FMI.