Más de 400 personas procedentes de los 5 continentes, nos reunimos en Nairobi (Kenia) para la apertura del V Congreso internacional de Economía de Comunión. Empresarios, emprendedores, estudiosos, estudiantes, y todos aquellos interesados en una economía que ponga al centro a la persona fuimos a África para abrazarla. ¿Por qué? Porque hoy sigue sufriendo, y mucho, por las relaciones predatorias que muchos países industrializados han mantenido y mantienen con ella, primero olvidándola y luego aislándola, cuando sienten el peligro del contagio.
Sólo haciendo el viaje se puede dibujar el mapa de África. Pero ese mapa que dibujamos necesita que escuchemos sus historias.
El regalo que podemos darle a África es ver sus riquezas antes que sus pobrezas.
De África me ha sorprendido su capacidad de generar, la gran cantidad de jóvenes, de niños (en Europa ya no se ven niños por las calles), las danzas, las fiestas. La importancia de la danza en la vida de las personas. Ver a alguien que canta y danza es muy bello y más hermoso es ver a la gente grande danzar. Hoy los ancianos en el mundo ya no danzan más.
Hemos ido a África porque fuimos atraídos por sus riquezas y sus dolores. El capitalismo parece un poco distinto visto desde Londres que desde Nairobi. Si uno va a las periferias, ve mejor.
Existen dos Áfricas. La olvidada y la verdadera, que sólo se conoce haciendo el viaje, cruzando el Atlántico, el Mediterráneo o el Índico, y sumergiéndote en sus historias, su gente, sus olores y sonidos.
En muchas comunidades africanas aún existe la dote, el valor de la mujer se mide en vacas. Está prohibido fumar y sacar fotos a edificios públicos. Si chocás a una persona, probablemente te maten porque el valor de la vida es infinito.
África tiene el don de generar vida. Allí la tierra se respeta, hay fraternidad con la pachamama.
Nairobi tiene un maravilloso caos con un tráfico compacto compuesto por autos, buses, motos, gente corriendo o caminando por las calles. Pero no se escuchan ni bocinazos ni gritos.
Nairobi ha sufrido una profunda transformación en los últimos años. Hoy es una ciudad moderna con un claro reflejo colonial, con la avenida Kenyatta, una impresionante avenida con seis carriles y una bonita alameda.
Se pueden ver algunos barrios residenciales, de políticos, la corrupción es muy alta. La salud y la educación son mantenidas en gran proporción por las religiones y organizaciones civiles.
Están atravesando una profunda migración del campo a la ciudad, generando una “corona de espinas” en las periferias de las metrópolis. Falta comida y medicina también. Por las carreteras se pueden ver hasta niños transportando en sus cabezas bidones de agua.
Algo que impresiona es que por más que a los africanos les haya tocado la pobreza, no hay pobres.
Hay pobreza, sí, pero no pobres. Mi experiencia en África, por el contrario, fue de riqueza, de vida que alienta el corazón. Sus flores, su fecundidad, sus niños, sus jóvenes, sus danzas y tambores, su capacidad de creación de algo nuevo sin esperar algo de afuera, es su mayor tesoro.
África es un buen profesor en relaciones. Son capaces de dar prioridad a la persona que tienen enfrente.
Fuimos a visitar una comunidad en Masaka, Uganda. Allí nos recibieron más de 100 niños de una escuela con cantos, danzas y sonrisas. El sonido de sus tambores aún resuena en mi cabeza.
A los niños poco les importa nuestro aspecto exterior ellos nos leen el alma y es lo único que ven de nosotros, esta es parte de su esencia.
Uganda es la perla de África. Turísticamente aún poco explotada, tiene una riqueza invalorable. Desde sus parques nacionales con los “big 10 animals” hasta el imponente lago Victoria, el más grande de África y donde nace el río Nilo, nos recuerda su pasado colonial.
África empezó a pensar en sí misma y tiene mucho para decirle al mundo.
Ngugi wa Thiongo, considerado uno de los principales autores de la literatura africana, vive en el exilio, en los Estados Unidos, desde hace muchos años. En su libro “La colonización de la mente” habla de que lo más importante es la confianza en sí mismos. Estuvo en prisión durante el ‘77 por escribir en su lengua madre. Allí se dio cuenta que cuando un pueblo ha dominado a otro le impone su idioma y en algunos casos prohíbe la lengua madre. Europa dio a África sus acentos y África le dio a Europa el acceso a los recursos. África siempre ha dado a través de la esclavitud y el colonialismo.
África debe contribuir al desarrollo de África. Debe generar una nueva economía, la creatividad es el desafío de este tiempo.
Su mayor capital, es su capital social, Ubuntu: “yo soy porque nosotros somos”. Habla de su disponibilidad para los demás. La comunión es más importante que cualquier otra riqueza. Si hay comunión, indefectiblemente vendrá la riqueza.
Por la mañana temprano, estando en los suburbios de Nairobi podíamos ver miles de jóvenes que, con la única ropa buena que poseen, salen de las barracas para ir a trabajar. Y puedes ver que en medio del dolor que sube desde estas periferias, renace también una verdadera esperanza. El trabajo es nuestra única esperanza de salir de las barracas y no tener que regresar a ellas.
Hay pobreza, sí, pero no hay pobres. En el lenguaje moderno el pobre es el asistido, una decadencia de la palabra. Nos hemos olvidado de las riquezas de las personas. Pobre es aquel que experimenta la ausencia completa de comunión, la falta de reciprocidad. Una persona puede ser muy rica, pero muy pobre en comunión.
El mundo necesita de esta medicina y no podemos pensar en ningún crecimiento económico si no está sustentado en la cultura de los pueblos.
África se tiene que conectar con sí misma, este es el mayor regalo que le puede dar al mundo.
El atentado de Garissa de este año, donde murieron casi 150 estudiantes ha llamado la atención del mundo por las contradicciones africanas. Sin embargo los jóvenes fueron los primeros participantes en el congreso de Nairobi, que a pesar de la brutalidad de los extremistas, han dicho: «al fratricidio se le responde con la fraternidad».
Hemos ido a África para abrazarla, porque el encuentro verdadero con las personas es con el abrazo.
De regreso a casa en el aeropuerto de Kenia, mientras estábamos embarcando, un cartel me recordó:
“You can leave Africa, but Africa never leaves you”.