Además de ponerle freno al ingreso de autos importados, también impulsa un cambio de régimen para la compra de autopartes. Con otro sectores se avanza en la misma dirección, privilegiando el «compre nacional». Buscan quitarle presión al tipo de cambio y evitar un evitar un salto devaluatorio brusco.
Las negociaciones del Gobierno con la industria automotriz son la “punta de lanza” de lo que se viene a partir de ahora con distintas industrias. El objetivo es preservar las pocas reservas líquidas que le quedan al Banco Central y evitar saltos bruscos del tipo de cambio. Las negociaciones están a cargo del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y persigue como objetivo principal reemplazar rápidamente insumos importados para la producción por bienes nacionales. Y al mismo tiempo ponerle un freno al ingreso de bienes finales del exterior que cuestan muchas divisas y termina generando presión sobre el dólar.
En las últimas reuniones con industriales, Kulfas lo expuso de la siguiente manera: “Puede ser un buen negocio hoy importar autos y otros productos. Pero si por eso nos vamos a quedar sin dólares luego sobreviene una devaluación y cae el poder adquisitivo. Por lo tanto nos quedamos sin consumo, eso no le sirve a nadie”. La preocupación del equipo económico es evitar una nueva crisis cambiaria, justo cuando la economía empieza a dar algunas señales tibias de recuperación después del derrumbe que generado por la pandemia.
Incluso los datos de junio divulgados ayer por el INDEC muestran que la actividad económica se recuperó 7,4%, aunque todavía sigue más de 12% abajo en relación al mismo mes del año pasado. Sin embargo, esta dinámica está llevando a que algunas consultoras recorten las estimaciones de caída del año, desde 12,5% a 11,5%.
El problema de esta gradual recuperación es que habrá una demanda creciente de dólares por parte de la industria. El sector automotor es uno de los más complejos, ya que la balanza del sector es muy deficitaria, tanto por el ingreso de autos importados (tanto de lujo como de unidades más accesibles) como también por la compra de autopartes a Brasil y otros mercados. Este esquema se torna insostenible, al igual que lo que podría sucederle a otras industrias que dependen mucho de insumos importados, como históricamente ocurre con las fábricas de línea blanca y electrodomésticos de Tierra del Fuego.
Claro que la conocida política de “sustitución de importaciones” para no presionar sobre el dólar tiene limitaciones, ya que no resulta fácil construir “cadenas de valor” para consolidar la producción nacional y reemplazar el ingreso de productos importados.
El bajo nivel de reservas es uno de los puntos que más inquieta a los mercados y también al Gobierno. El escenario sigue siendo frágil, en un contexto de elevada emisión de pesos y al mismo tiempo pocos dólares en el BCRA. La única manera de controlar que no se produzca un brusco salto cambiario es volviendo cada vez más restrictivo el cepo.
Por eso, en la última semana se estuvo especulando con la posibilidad de restringir la compra de dólar “solidario”. Sucede que a un ritmo de USD 200 mensuales, el BCRA podría perder alrededor de USD 1.000 millones en agosto sólo por este concepto, lo que vuelve el mecanismo insostenible.
Ahora la apuesta es a cerrar exitosamente el canje de deuda el 28 de agosto y conseguir una alta adhesión. La expectativa es que mejore la confianza de los inversores y eso genera compra de activos argentinos, lo que generaría ingreso de divisas a través del canal financiero. Pero hasta ahora, aún luego del acuerdo “de palabra” alcanzado con los grandes fondos de inversión no sucedió nada de esto y siguen las dudas respecto a cómo continuará la economía y cuál será la futura evolución del dólar.