La divisa terminó febrero a $15,76 para la venta al público. En el mismo mes de 2016 había cerrado a 15,88 pesos
Sin que el Gobierno se lo propusiera, y una vez liberado el cepo cambiario, el dólar en la Argentina empezó a moverse a contramano de la historia. Aún en un período de inflación con los índices más altos en 25 años, solo comparable a 2002 y 2014, la divisa norteamericana dejó de ser refugio del ahorro, para convertirse en una inversión con rendimiento negativo.
Lo curioso es que esta depreciación del billete verde se produjo con libre flotación, sin la intervención del Banco Central en el mercado de cambios. En escasas ocasiones en los últimos 14 meses la entidad que preside Federico Sturzenegger buscó fijar un precio –piso o techo- para el dólar; fue la oferta y la demanda en la plaza mayorista la que estableció su rango de cotización.
En bancos y casas de cambio el billete verde se pagó al cierre de febrero a $15,76 para la venta en promedio. El 29 de febrero del año pasado costaba 15,88 pesos, un 0,8% más. La cotización mayorista, mercado donde actúan bancos y empresas, cedió 0,6%, de 15,58 a 15,48 pesos.
El propio Sturzenegger brindó en 2015 un análisis exacto para entender qué pasó en meses subsiguientes -y para sorpresa de muchos-, cuando declaró que terminadas las restricciones en el mercado de cambios «el gran desafío va a ser evitar una fuerte apreciación del peso como resultado de la entrada de capitales».
La realidad es que el cambio de expectativas en la Argentina se produjo en el plano financiero y, efectivamente, se registró un importante ingreso de capitales. Pero la llegada de fondos no se concretó aún en proyectos de infraestructura y producción, sino que se trató de endeudamiento en dólares por el que optaron el gobierno nacional y las provincias -urgidos por el déficit fiscal- y en menor medida por las empresas, ante la oportunidad de financiarse en exterior a tasas más bajas.
Muchos economistas denominan a este presente como un «efecto crowding out», que se traduce como una expulsión o desplazamiento debido a que la emisión de deuda pública desvía o acapara los fondos que debieran destinarse a la inversión del sector privado.
La fuerte inyección de dólares en el último año por las emisiones soberanas y corporativas sobreabastecieron el mercado de cambios, que no llegó a absorber esa magnitud de dólares, hecho que se evidenció en la debilidad del precio del billete verde.
No es un factor excluyente, pues se sumaron las estacionales liquidaciones de exportaciones de la agroindustria y un exitoso blanqueo de capitales, que aportó una porción de los más de USD 100.000 millones efectivizados.
Aunque en la economía real no se advirtió este ingreso de capitales, por haberse canalizado en el circuito financiero, este flujo de divisas fue palpable en el récord de las cotizaciones bursátiles, el atraso del valor del dólar, y también la salida de divisas por turismo y los tours de compras en el exterior, para aprovechar la ventaja cambiaria.
ATRASO CAMBIARIO Y TIPO DE CAMBIO REAL
La recesión de 2,3% en 2016 fue un obstáculo insalvable para que crecieran las importaciones. Un auge de productos importados fue corriente cuando el dólar estuvo barato y se observó durante la Convertibilidad (1991-2001), así como fue reprimido por el «cepo» cambiario durante el segundo mandato de Cristina Kirchner.
Para los funcionarios del gobierno de Macri el bajo precio del dólar no es una preocupación, pues entienden que es mucho más relevante para la balanza comercial de Argentina la evolución de la moneda local respecto de la de sus principales socios comerciales que del dólar.
Entre los bloques económicos de los que la Argentina importa más, el NAFTA (tratado de América del Norte) representa apenas el 16,4%: allí el dólar de los EEUU tiene un papel decisivo. Pero en términos relativos es mucho más importante el real brasileño, puesto que el Mercosur es el origen del 26,9% de las importaciones de bienes a nuestro país.
Al Mercosur le siguen China (18,9% de las importaciones) y la Unión Europea (17,8%). La evolución del peso respecto del yuan y el euro es más gravitante para la balanza comercial argentina que el dólar.
Sturzenegger descartó un «atraso cambiario» cuando las divisas de importantes socios comerciales se apreciaron más que el peso argentino frente al dólar. El presidente del Banco Central recordó que si bien el dólar perdió respecto de la inflación local, desde el punto de vista de la competitividad comercial si se considera «la reducción de la carga impositiva sobre las exportaciones, el incremento en el tipo de cambio real multilateral efectivo es de 31%» respecto del vigente antes de la salida del «cepo» el 16 de diciembre de 2015.
«El tan mentando fenómeno de atraso cambiario creo que surge de esta obsesión de focalizarse en la paridad peso-dólar, ya que, como digo, hace más de seis meses que el tipo de cambio real multilateral está constante sin movimientos en uno u otro sentido», analizó Sturzenegger.
En el tipo de cambio multilateral la entidad monetaria pondera el precio relativo de los bienes producidos en el país respecto de los de las naciones con las cuales realizan transacciones comerciales. Aquí inciden las paridades cambiarias y también la inflación de las respectivas economías.
«El tipo de cambio que tenemos hoy es mucho más competitivo que el que recibió este Gobierno, lo cual no quiere decir que sirva para siempre, pero hoy no es un obstáculo para que la economía crezca», manifestó el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne.
Sin embargo, al comparar la evolución del dólar respecto del real, euro, yuan y peso argentino, y la inflación en los países que emiten cada moneda, queda expuesto que la producción argentina se encareció al compararla con el resto del mundo en el último año, más que nada por el impacto de la inflación local.
En la Argentina, con un dólar mayorista (el que vale para el comercio exterior) que cedió 0,6% en el último año, y una inflación anual entre enero de 2016 y enero de 2017 de 37,7%, resulta que la Argentina se encareció en dólares 38,3 por ciento.
En Brasil, con una inflación anualizada a enero de 5,4% y una depreciación del dólar respecto del real de 21,9% (cayó de 3,9647 a 3,095 reales), resulta que el poder de compra de la moneda norteamericana en el país vecino es 27,3% menor que un año atrás. O lo que es lo mismo, la producción brasileña se encareció medida en dólares.
En ese sentido la economía Argentina se encareció 11% respecto de la del principal destino comercial y socio del Mercosur.
¿Qué pasó en el resto de los países? En los EEUU, país emisor del dólar, está claro que no hay fluctuación cambiaria, pero sí inflación (2,5% anual a enero pasado), por cuanto el poder de compra del dólar se redujo en esa proporción.
China devaluó el yuan ligeramente respecto del dólar de EEUU, que avanzó 5,2% el último año (de 6,5304 a 6,8674 yuanes). Si a esta ganancia se le resta la inflación registrada por la Oficina Nacional de Estadísticas china (2,5% anual a enero), puede decirse que el poder de compra de dólar en el país asiático mejoró 2,7%, lo que significa que los productos chinos redujeron su precio medidos en moneda norteamericana y mejoraron ligeramente su potencial exportador.
En sentido inverso, en los últimos 12 meses los productos argentinos se encarecieron 41% respecto de los chinos, debido esencialmente a la inflación doméstica.
Algo similar ocurrió para la Unión Europea: el dólar se fortaleció un 2,9% respecto del euro en el último año (de €0,9164 a €0,9433 por dólar) o lo que es lo mismo, el euro se devaluó de USD 1,0924 a USD 1,0608 en el mismo lapso. Descontada una inflación promedio de 1,8% anual en el bloque europeo, el dólar ganó en Europa poder de compra de 1,1% en 12 meses, por cuanto la producción europea se abarató medida en moneda norteamericana.
Con esa dinámica, una manufactura argentina es hoy en promedio un 39,2% más cara que una europea respecto de un año atrás.