Por Santiago Bulat
El FMI pronostica para la Argentina un 20,2% de inflación en 2019, es decir muy por debajo de la suba que los precios exhibieron durante este año. ¿Puede esto efectivamente suceder? Si bien determinar el número preciso resulta una utopía, la respuesta podría resumirse en que sí se encuentran las condiciones necesarias, pero no las suficientes. Para comprender esta premisa es necesario marcar el contraste que hay en el contexto monetario de cara a 2019, con relación al comienzo de 2018 mediante algunos datos. En primer lugar, cabe destacar que Argentina tiene una economía (por varias razones) muy ligada al dólar y pese a esto, no todos los procesos de devaluación han tenido el mismo efecto sobre la dinámica de los precios. Haciendo una breve y simple comparación, el tipo de cambio aumentó en 2016 casi un 60% tras la salida del cepo y la inflación rondó el 40%, durante 2018 el tipo de cambio se incrementó más de 90% y los precios finalizarán con un alza en torno al 48%. A su vez, cualquier economía (excepto que se encuentre en una crisis de moneda) improbablemente sostenga devaluaciones de la misma magnitud año a año con tanta volatilidad, lo cual deja entrever que el tipo de cambio posiblemente perciba menores variaciones en 2019 tras el salto de este año. Amén de esto, el tipo de cambio real multilateral se encuentra 30% por encima del momento en el cual comenzó el 2018, es decir, somos 30% más competitivos a través de la medición exclusivamente monetaria, lo que trajo aparejado una fuerte reducción del déficit de cuenta corriente.
Por otro lado, los pasivos que acumuló el Banco Central, sobre todo a través de las Lebac, alcanzaban en diciembre casi 11 puntos del producto bruto, mientras que esa misma medición se encuentra cercano a 6 puntos del PBI, lo que da mayor margen de maniobra a la entidad y una proyección de menor emisión monetaria a futuro y por ende una necesidad menor de esterilización de esta.
A su vez, y quizás el punto más importante es que el Banco Central finalizó con la monetización del déficit fiscal, es decir que ya no financia al Tesoro de la Nación emitiendo moneda y en noviembre de este año se cumplió el primer mes en muchos años en el cual el acumulado a 12 meses ofrece un número negativo. Es decir, no solo no financia al Tesoro, sino que la devolución de los adelantos transitorios hizo que su resultado sea positivo. Siendo esta la principal diferencia entre «la bola de Lebac» y «la bola de Leliq», una ampliaba su stock con mayor velocidad por estar financiando al fisco, mientras que la segunda es el resultado de exclusivos pasivos del BCRA.
A su vez, el shock de expectativas generadas por el Banco Central, con una política monetaria muy contractiva y decidida a bajar la inflación, en línea con un programa fiscal que ahora sí ofrece una coordinación clara, resulta un plan más creíble y certero, que puede traducirse en una consolidación de la coordinación de expectativas sobre un fuerte descenso de la inflación. Quizás el punto que más atente contra el objetivo de anclar expectativas provenga de los precios indexados de la economía, que al ajustar por inflación pasada, tendrán un mayor impacto en las mediciones futuras y, en segundo lugar, la recomposición de los márgenes que han achicado las empresas, que a medida que la demanda traccione, podrán convalidar subas que impacten en los indicadores de precios.
Sin embargo, las condiciones suficientes aún están pendientes. El riesgo país deja entrever que hoy la Argentina resulta riesgosa para los inversores pese a tener un programa financiero en 2019 cerrado con los desembolsos del FMI. En diciembre de 2017 este valor se encontraba en torno a 350 puntos cuando hoy la valoración del riesgo local es prácticamente el doble. Por otro lado, el año que viene es año electoral y los mercados están pendientes de lo que pueda suceder en octubre. En caso de que el espacio Cambiemos -habiendo sido el que tomó la mayor parte de los compromisos de deuda, diseño el programa monetario y el acuerdo con el FMI- no sea reelegido, esto podría generar una salida de capitales rápida (hoy posible gracias a la apertura de la cuenta capital) que atente contra la estabilidad cambiaria y desancle las expectativas de desinflación.
Por último, la vulnerabilidad argentina la hace especial entre los países emergentes, los cuales sufren de primera mano los shocks externos, como la suba en la tasa de interés de EE.UU. y la guerra comercial, que podrían profundizar las complicaciones sobre el programa actual.
El diagnóstico está dado. Las primeras semanas del nuevo programa monetario dieron resultado a costa de una profundización de la recesión, pero la necesidad de tener un sendero claro del descenso de la tasa de interés de referencia y un tipo de cambio estable serán la clave para poder reencausar el crecimiento de la economía, que hoy presenta una situación extremadamente delicada.
Fuente: http://www.ambito.com/940301-bajara-la-inflacion-en-2019