Desafiante, sin dudas, es el horizonte de corto plazo para las autoridades del ente monetario. Les piden cumplir con las metas con el FMI y complicidad con cierto descontrol del gasto primario.
Tras la fuerte expansión del último bimestre del año pasado, cuando el BCRA inyectó $644.747 millones y aumentó la base en un 21%, el arranque el 2022 pareció mostrar cierta prudencia a la hora de convalidar más emisión. Sobre todo porque el exceso de liquidez en el mercado monetario, que arrastraba para este año, era insoslayable. Según estimaciones del Estudio Ferreres era entre $0,8 y $1,2 billones, algo así como un tercio de la base monetaria. Sin embargo, en los últimos tiempos, quizás, apremiado por las necesidades de financiamiento del Tesoro insatisfechas en el mercado de capitales local, relajaron el pie del freno emisor.
Así en abril le giraron $80.000 millones de ATN al Tesoro y en lo que va de mayo otros $86.500 millones. En lo que va del año suman $288.500 millones. Pero ahora viene por delante no solo un desafiante cronograma de vencimientos de deuda en pesos del Tesoro sino mayores erogaciones vinculadas con medidas y proyectos tendientes a “poner más plata en los bolsillos de las familias”.
Lástima que la inflación, ese monstruo grande que pisa fuerte, se la devore. Lo cierto es que la base monetaria solo muestra un incremento de $18.247 millones en lo que va del 2022. El año pasado fue de $1,2 billones, más otros $575.000 millones en 2020. O sea, en lo que va del mandato de Alberto Fernández con Miguel Pesce en el BCRA, la base acumula, pandemia mediante, un aumento de $1,8 billones. No pareciera tanto tras semejante debacle producida, a nivel global, por el coronavirus. Pero esta es una parte de la historia. En este mismo lapso, la emisión, que “no se ve” debajo de la alfombra de los pasivos remunerados del BCRA creció en nada menos que $4,43 billones. Sí, así es, no leyó mal. No es un error de cálculo. Hoy ese stock de deuda remunerada equivale a una vez y media la base monetaria total.
Entre Pases, LELIQ y otras Letras suman $5,63 billones.En 2020 crecieron $$1,65 billones, en 2021 $1,91 billones y este año ya $0,87 billones. Resta imaginar el costo de esta deuda, que hoy se remunera a una tasa del 49% anual. Es decir que a ojo de buen cubero, por año, el BCRA debe pagar intereses por más de $2,8 billones. Es decir, casi 78% de la base monetaria actual. Algo imposible de dejar “suelto” circulando en la calle. Por eso, este otro monstruo grande, se retroalimenta obligando al BCRA a absorber vía más LELIQ. El resto se espera que sea el Tesoro que haga su trabajo colocando más deuda. Pero el problema es que el mercado doméstico no puede, con cepo y todo, satisfecar la demanda de ambos. Ahora compiten.
Macri miró para otro lado. Fernández, bajo la excusa del Covid, también. Solo se escucha que hoy la deuda remunerada del BCRA no es un problema. Se viene escuchando eso desde 2016. Pero la mochila se sigue cargando. Y no es gratis. Todos la cargan vía inflación. En lo que va de mayo el pago de intereses suma $77.500 millones y en el acumulado del 2022 más de $583.000 millones. Los políticos demagogos reclaman usar ese dinero para otro destino, el problema es que soslayan, o no quieren ver, o ignoran, vaya a saber, pero detrás de esos intereses hay una monstruosa deuda que si se desactiva erróneamente acelerará toda la descomposición socioeconómica.